Iñigo-Redondo

Iñigo-Redondo

Letras

Todo esto existe, el individuo contra el mundo

La nueva novela de Ínigo Redondo no es perfecta, aunque poco le falta. El amor a los personajes nunca se ve traicionado

3 febrero, 2020 07:41

Todo esto existeÍñigo Redondo

Random House. Barcelona, 2020. 384 páginas. 19,90 €. Ebook: 9,99 €

Si depende de mí y de esta reseña, usted llegará a la lectura de Todo esto existe con la misma cantidad de información que tuve yo acerca de su trama, esto es: muy poca. Digamos que no me da la gana estropear las incertidumbres que generan su atmósfera y las dinámicas entre sus protagonistas, ni desactivar la fuerza de sus giros. Y aunque esta mentalidad, lo que en cine llamamos “evitar spoilers”, siempre me ha parecido más propia de un publicista que de un crítico, en este caso me presto con mucho gusto, porque Íñigo Redondo (Bilbao, 1975) ha debutado exhibiendo un notable sentido de la narración entendida al modo clásico, como la disposición ordenada de unos elementos básicos (un contexto, dos personajes, una atmósfera, un tema o dos, ciertas decisiones y acciones, un destino que las excede…) bien dirigida en una dirección no siempre visible para el lector, pero sometida al control férreo del narrador. Vamos, que Todo esto existe son casi cuatrocientas páginas de novela-mecanismo bien resuelta. Como subrayan desde Random House, aunque sea un tópico fenomenal, admitamos que este es un debut en el género realmente maduro, que sorprende en su dominio de los recursos puestos en funcionamiento.

'Todo esto existe' no es un libro perfecto, aunque poco le falta. El amor a los personajes nunca se ve traicionado

Al principio, y como en una lámina del extraordinario cómic Aquí de Richard McGuire, asistimos a la lenta forja de un territorio, a la historia tectónica, geológica, política, genética y cultural de un lugar, un tiempo y un hombre: Ucrania, entonces en la Unión Soviética, en los ochenta. La vida de Alexéi. Director de una escuela de primaria, recién separado, un día Alexéi se interesa por el ánimo de una alumna, la niña Irina, solitaria y cabizbaja. Le hace incluso un ofrecimiento: llámame si un día tienes un problema. Y sí, un día Irina lo llamará. ¡Hasta aquí mi pequeño tráiler, más rácano que el de la contraportada! Creo que usted no necesita nada más: ¿qué clase de relación puede surgir de todo esto? ¿Cómo puede afectar el entorno sociopolítico a dos vidas minúsculas como esas? ¿Qué papel ocupan en ese intercambio el amor, la generosidad, los equilibrios de poder, las ambigüedades de lo íntimo, la lealtad…? ¿Cómo puede resolver un novelista la tensión forjada y sostenida durante doscientas páginas que tienen lugar en espacios cerrados, con gran economía de medios y confiándose a una partitura de cámara que cuaja en breves diálogos cotidianos (una cotidianidad extraña), al filo de la incomunicación o de la comunicación sobreentendida? Leer Todo esto existe es ir afrontando estas preguntas.

Y no es novela fantástica, para nada, pero algo de su atmósfera recuerda a aquella película sueca, Déjame entrar, no menos íntimo-histórica; no es perversa, o no del mismo modo, pero no creo que yo vaya a ser el único en recordar El coleccionista; no se parece a Sara Mesa, pero Cara de pan no anda lejos en su voluntad de explorar relaciones en el límite o en el margen. Y no se trata de que sea un libro perfecto, aunque desde el punto de vista “técnico” poco le falta: apenas me animo a apuntar que en algunos momentos de su cuerpo central tuve que echar mano de un poco de paciencia, preguntándome si no estaba alargándose demasiado aquello: ¡quién me mandaba a mí convocar lo que se me vino encima a continuación! Además, entre sus componentes clave, Todo esto existe echa mano de algún planteamiento tramposo y efectista, shyamalánico, algo que en otras ocasiones provocaría la incomodidad de este crítico. Si no es el caso, se debe a dos razones: una, que las trampas y los efectos están extraordinariamente bien dispuestos y me dejaron estupefacto; dos, que el amor y respeto a los personajes y la férrea confianza en la novela como instrumento para ligar lo histórico (una luz que se apaga en el siglo XX) con lo privado nunca se ven traicionados. En esas condiciones, lo que nos queda es agradecimiento.