Image: Paloma Sánchez-Garnica, del París del 68 al Muro de Berlín

Image: Paloma Sánchez-Garnica, del París del 68 al Muro de Berlín

Letras

Paloma Sánchez-Garnica, del París del 68 al Muro de Berlín

La autora publica su nueva novela La sospecha de Sofía, una historia ambientada en una época convulsa en la que mezcla la situación en España, Francia y Alemania oriental

1 marzo, 2019 01:00

Paloma Sánchez-Garnica

El París revuelto del 68 ha sido uno de los escenarios elegidos por Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) para situar la desgarradora historia de amor e intriga que cuenta su última novela, La sospecha de Sofía (Planeta de Libros). Autora de otros títulos como La brisa de Oriente (2009), La sonata del silencio (2012) -versionada en forma de serie por TVE- o Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido (2016), con la que ganó el Premio de Novela Fernando Lara, la escritora teje una trama en la que sobresalen las emociones y los contrastes protagonizada por tres personajes, Daniel, Klauss y Sofía, que buscan desesperadamente encontrarse a sí mismos en medio de aquella época convulsa.

Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de mezclar el entorno francés, español y alemán en una época tan convulsa?
Respuesta. Los escenarios los fui eligiendo a medida que me metía en la historia. El primer chispazo fue leyendo una buena novela, La espera, y luego leí otras dos que además salen en la historia, La mujer de Martín Guerre, de Janet Lewis, y El coronel Chabert, de Balzac, y El impostor. Tenía muy claro que quería salir del Madrid acomodado en el que me había movido en mis últimas historias y elegí el París del 68 porque me parecía un escenario fascinante para contrastar y Berlín Este porque para mí es muy especial. Yo pese por ese muro un mes antes justo de que cayera y fui testigo de esas dos caras de la misma moneda: de una ciudad vital, con colorido, a una completamente detenida en el tiempo, gris, lenta... Además, la historia que hay detrás de ese muro, da para una novela. La vigilancia, un muro que condicionó a sus habitantes durante más de 28 años, todos susceptibles de ser vigilados por la temida Stasi. Me pareció muy apto para una novela y además de intriga.

P. ¿Por qué esta época? ¿Tiene que ver con el 30.° aniversario de la caída del muro?
R. No lo pensé cuando empecé. Pero sí que es verdad que yo he vivido toda esa época desde el punto de vista adolescente y de primera juventud. Lo quería ver desde otra perspectiva porque para mí escribir es aprender, supone comprender mejor todas las cosas que han pasado y me pareció interesante indagar en esa época, no solamente lo que yo viví en España, sino en ese París y sobre todo en esa Alemania con la dictadura en su pleno auge. Yo empecé a principios de 2018 y estaba más con el 50.° aniversario de París del 68 que del 30.° de la caída del muro.

P. ¿Cómo ha sido el proceso creativo y de documentación?
R. Exhaustivo, pero me costó muchísimo encontrar la historia. Durante año y medio he estado buscándola e incluso llegué a escribir una historia de 200 páginas y se me deshacía. No me entusiasmaba hasta que leyendo esta y Berta isla, de Javier Marías, tuve el primer chispazo. Me puse a escribir prácticamente de inmediato, el 5 de febrero del año pasado, y salió como un tiro. Leí mucho sobre el tema, muchas novelas; lo que hay, porque tampoco hay mucho. En el caso de París no tuve ningún problema porque era el 50.° aniversario y salieron muchas publicaciones y pude indagar bien, especialmente con diarios de gente que estuvo allí que luego se han publicado. La película Dreamers, de Bertolucci, también me inspiró muchísimo, sobre todo para el personaje de Monique. Y en el caso de Berlín, con ensayos y sobre todo con películas como La vida de los otros o Good Bye Lenin!, que cuenta cómo fue la caída del muro con una vis cómica, pero con un trasfondo de tragedia de la gente que creía realmente en ese sistema.

P. ¿Se ha inspirado en alguien para crear algún personaje?
R. En principio no. Yo siempre digo que en todos mis personajes siempre hay un poquito de mí en cuanto a las carencias, las inseguridades, lo que yo quiero o no quiero ser, lo que me horroriza o lo que me gusta. Siempre vuelco un poco de mí, no solamente de mí como persona sino de lo que soy con mis circunstancias, con mis lecturas, mis experiencias vitales, de lo que he sido testigo, cómo he asimilado esos recuerdos… Esos son instrumentos que tengo para formar personajes. Por lo tanto, no me he inspirado en alguien en concreto, pero sí que tiene un poquito de todas mis vivencias.

P. ¿Le ha resultado complicado conectar los diferentes hilos temporales, las tramas y los personajes?
R. El avance temporal siempre me cuesta muchísimo. No me importa que aparezcan muchos personajes, pero que ellos avancen y mostrar con la visión correcta al lector ese avance temporal me cuesta. Creo que al final se trata de trabajarlo y darle vueltas, pero el inicio es una de las cosas que me resultan más difíciles. Los flashbacks no me suponen ningún problema, sé dónde meterlos y dónde tengo que cuadrarlos. Como la historia la tengo muy delante de mis narices, cuando hago la lectura me doy cuenta de que yo he avanzado pero no he informado bien al lector y entonces puede perderse. Ahí tengo que salir un poco de la historia para poder tener más perspectiva.

P. El personaje de Klaus habla de la libertad y de la discriminación que existe en la RDA. ¿Considera que hoy en día hay un problema similar, salvando las distancias?
R. La libertad termina donde empiezan los derechos de otros. En eso se basa la democracia. Yo prefiero una democracia imperfecta que una dictadura perfecta. En la dictadura, siempre la libertad es la del que manda y la del que impone el criterio único en el que se tiene que mover el resto, mientras que el problema del mundo en el que vivimos, de nuestra democracia, que puede ser imperfecta, es que tenemos libertad pero debemos tener unos límites que no arrollen los derechos de los demás.

P. En cuanto a la presencia femenina, hay personajes muy distintos y en medio de todos ellos está Sofía. ¿Cómo definiría su comportamiento?
R. Sofía es el arquetipo de mujer que es aplastada por el rol de madre y esposa, anulada como persona y que renuncia a su identidad, no tanto en el momento de convertirse en esposa, en un matrimonio además demasiado precipitado, sino en el momento de ser madre. Porque ella sabe, aunque dice que lo aplaza, que el proyecto de vida que a ella le llena es llegar al mundo de la investigación y que para ser científica necesita no sólo la autorización de su marido sino su apoyo incondicional. Ella, junto con Carmen, en un momento determinado de su adolescencia quiere romper el techo, ya no de cristal, sino de hormigón armado: no casarse, no tener hijos… Tenía a su padre, que era un hombre liberal que le mete en vena la libertad, el concepto de ser independiente… Lo que pasa es que ella, por circunstancias de la vida, se enamora de un hombre y antes de darse cuenta se ve atrapada en un matrimonio precipitado, con una maternidad demasiado rápida y no puede reaccionar. Carmen consigue llegar a cumplir ese pacto pero a cambio de renunciar al amor, ella renuncia al hombre del que está enamorada porque sabe que si se casa con él tendrá que dejar de trabajar y por lo tanto de ser independiente y no quiere. En su profesión está su libertad y su independencia está por encima del amor al que tiene que renunciar. En definitiva, se trata de mujeres que renuncian.

P. ¿Cree que la posición de la mujer ha cambiado con respecto a ese periodo?
R. Sí, hemos evolucionado. Tengo 56 años y sé de dónde vengo. Cuando me casé, con 20 años en el año 82, las mujeres en un 80% seguíamos quedándonos en casa. Ya empezaba a moverse esa generación que iba atrasando el matrimonio para tener su carrera, pero luego la maternidad… Yo sé de dónde vengo, sé dónde estoy y sé lo que hemos conseguido y soy muy consciente de que tenemos mucho que hacer, pero si no lo cuidamos, lo podemos perder en nada. Sin darnos cuenta, además.

P. Daniel se entera de que su vida no es como él creía y hasta este momento no es capaz de entender los deseos de Sofía. ¿Por qué no puede verlo hasta este momento?
R. Daniel es una víctima de esa sociedad castradora, que ponía a los hombres en una posición de dominación y él la normaliza, igual que muchas mujeres en esa sociedad. Él se da cuenta con el tiempo de todo lo que ha perdido, todo lo que le ha podido enriquecer esa mujer, que era la mujer que ama además, si la hubiera dejado ser libre, si la hubiera dejado brillar. Hay una cosa en el machismo, hay hombres que cuando tienen una pareja, una mujer, les da miedo que brille porque temen que los puedan apagar a ellos y no. Cuando una mujer brilla, si está al lado de un hombre inteligente le ilumina también a él.

P. ¿Considera que la mujer tiene hoy la misma libertad y los mismos derechos que un hombre?
R. En el ámbito legal puede ser que sí, en la vida real no. Queda muchísimo. Para mí, el techo de cristal ahora mismo es la maternidad. Una mujer sigue teniendo que elegir entre su profesión o el parón maternal, que supone una bajada de estadios bastante importante con respecto a los hombres, porque los hombres son padres y sí, concilian, cambian pañales, se levantan por la noche, pero su vida profesional prácticamente no se ve afectada. Sin embargo, una mujer en el 90% de los casos se ve afectada por la maternidad. Hasta que no se encuentre una solución en la que una mujer pueda ser madre sin que suponga un atraso, creo que vamos a seguir igual que estamos. Tiene que haber un equilibrio y deben buscarlo los políticos y las empresas.

P. Por último, uno de sus libros, La sonata del silencio ha sido versionado en una serie de televisión. ¿Le gustaría que pasara lo mismo con La sospecha de Sofía?
R. No me lo planteo porque no depende de mí. Depende de cómo lo vea un productor, del dinero que se pudiera invertir… Ahora lo que me interesa es sobre todo que la historia de Daniel, de Klauss y de Sofía llegue a los lectores, que les remueva por dentro, que les emocione, que vivan intensamente cada una de las páginas, que sea una novela especial como ha sido para mí escribirla. Y es lo único que me preocupa. Lo demás no depende de mí.