César-Aira

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Letras

Diez novelas

15 febrero, 2019 01:00

César Aira

Selección y prólogo de Juan Pablo Villalobos. Random House. Barcelona, 2019. 477 páginas. 22,90 €. Ebook: 8,99 €. | Ideario Aira. Ariel Magnus. Random House. Barcelona, 2019. 192 páginas.

Si no fallan mis cálculos, llevo leídos veinticinco libros de César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949); como se ve, por lo tanto, apenas conozco su obra, soy un turista que recién metió la patita en territorio airano, qué prematuro sería avanzar una idea general acerca de su escritura. Con todo, voy a hacer exactamente eso. La lectura de un libro de César Aira está siempre regida por el estupor, si bien él mismo parece moverse con naturalidad por ese fluido de acciones, lógicas y formas imposibles: por parafrasear al propio autor, el suyo es un misterio que transmite una paradójica sensación de transparencia.

Por poner dos ejemplos al azar extraídos de las Diez novelas que ha recopilado Juan Pablo Villalobos, en sus narraciones puede ocurrir que alguien cabalgue una cabra deshidratada entre los astros, o que un feto "peludo y fosforescente" agarre el pene de un violador desde el útero materno (o que sea utilizado como yoyó, pendiente del cordón umbilical, en una atmósfera lúdica, inofensiva; eso ocurre en el maravilloso Yo era una chica moderna, inédito en España): un día más en el planeta Aira. No me cabe ninguna duda de que Aira es un genio, y sé que esa palabra debe usarse a cuentagotas, pero sería interesante preguntarse por qué lo es. A fin de cuentas, en la cascada de sorpresas que nos depara cualquier página suya abundan las auténticas maravillas, pero no faltan los chistes fáciles o las fantasías pueriles. ¿Entonces?

Entonces, creo yo, la clave reside en su forma de entender la escritura. Durante una década, tuve como divisa lectora la cita de un eximio crítico según la cual "la imaginación es exigencia de forma, mientras que la fantasía es ausencia de forma" (no sé quién lo escribió, es uno de los grandes misterios de mi vida, la frase aparece en mis apuntes de Literatura y Artes, asignatura impartida por el muy añorado Lluis Izquierdo en la Universidad de Barcelona, pero con veintidós años no apunté el nombre del autor, y ahora vaya usted a buscarlo): una fórmula inteligente para jerarquizar lo sutil y lo grueso. Ahora, demos un paso más allá: supongamos por un momento que las jerarquías son, precisamente, la mayor fantasía. Si esto es así, necesitamos a César Aira, cuya divisa artística podría ser: "la imaginación es exigencia de ausencia de forma".

De hecho, en Artforum (¿tal vez mi Aira favorito?), nuestro autor se refiere a una "fatiga de las formas" que no parece preocuparlo en absoluto: "En el peor de los casos, nos quedaríamos en un mundo sin formas: quizás sea mejor así. Quizás hemos vivido prisioneros de algo que en realidad no necesitamos". Traducido en forma o no-forma narrativa, esto significa que, si usted adquiere el volumen Diez novelas de César Aira, tiene que estar dispuesto a que una novela tenga diez páginas, o a que sea una posdata de cincuenta páginas en un pasquín publicitario, o a que un vehículo persiga a otro marcha atrás, o a que dos personajes discutan sobre verosimilitud a partir de los fragmentos que no han visto de una película, o a que quede establecido de una vez por todas y sin lugar a dudas que el realismo es el "padre de todas las fantasías". De hecho, recogiendo el término "chiste" que mencioné antes, 'Los payasos' es la insólita y sostenida reconversión de un chiste antiquísimo ("Querida Beba, coma…", ¿lo recuerdan?) en relato histérico o fábula estética.

La lectura de un libro de César Aira está siempre regida por el estupor. La clave, creo yo, reside en su forma de entender la escritura. Aira es un genio

En pocas palabras: por favor, no me pregunten "de qué van" estas novelas ni cuál es su "contenido", sólo lean a César Aira. Cierto que esa lectura puede ser perturbadora. Imagino a un profesor que de verdad se tome en serio el libro de texto en el que apoya sus clases: muchas cosas van a tambalearse en sus convicciones cuando atraviese esta Patagonia del sentido. El profesor explica desde hace años que el lenguaje opera gracias a la coherencia y la cohesión, que una narración tiene planteamiento, nudo y desenlace (¡así sigue constando en los libros de texto, lo juro!), que la lectura es, en fin, un aprendizaje. Ay. Aquí descubrirá que "la prosa es el mecanismo de los paréntesis", nada menos: espero que la experiencia sea liberadora. Y si alguien, astuto, pregunta qué diferencia a Aira de viejas vanguardias que ya son canon desde hace décadas, le contestaría que poca cosa, salvo algunos matices esenciales: cierta irresolución, una evidente alergia a lo programático, evidentes dosis de desenfado autoirónico, y la peculiaridad de saberse fundador (a la contra) de un espacio nuevo en la literatura argentina y latinoamericana.

Por ahí arranca su prólogo el seleccionador de estas diez novelas, Juan Pablo Villalobos, quien invoca al extraordinario Sergio Pitol y un recuerdo fundacional: la primera vez que leyó un libro de Aira, tuvo que lanzarlo contra la pared. De pronto, un modelo narrativo imposible impugnaba el boom, le daba la vuelta a Borges, y se burlaba del realismo y de lo mágico pero más aún del realismo mágico. Aira inventaba ante sus ojos un nuevo realismo superador del "realismo chato, de tenderos", un realismo subatómico o supratómico, yo no sé. Por cierto: repito obsesivamente "realismo" porque así ocurre en los libros de Aira. Las Diez novelas que aparecen ahora en un solo volumen son estupendas, claro, y se leen como una única novela que tiene precedentes y sucesoras: cualquier otra obra de César Aira.

El orden que Villalobos ha decidido para ellas no es cronológico pero funciona a la perfección, sobre todo en su apertura y cierre: 'Cecil Taylor', la primera, parece una confesión sobre las dificultades que enfrenta cualquier artista perseguidor de lo nuevo; 'Diario de la hepatitis', la última, bromea muy en serio sobre la condición de escritor, el único ser del mundo que no puede fantasear con escribir (porque escribe).

En cuanto a Ideario Aira, la otra novedad editorial que nos proporciona Random House, es una antología de fragmentos airanos en forma de diccionario, seleccionados y muy bien prologados por Ariel Magnus. Es un libro asombroso en cuyo prólogo descubro que Aira se ha quejado en alguna ocasión de los lectores que se ríen con sus libros: lo lamento, puesto que yo tengo que leerlos a escondidas para evitar que me tachen de loco ante tanta carcajada.

El caso es que Magnus sostiene que nuestro hombre "ha convertido todo en una idea", y luego revela que el propio Aira, ante la publicación de este diccionario, se mostró "expectante ante la noticia de que tuve ideas". Ambos tienen razón, e Ideario Aria lo demuestra. Son unas páginas magníficas, y nadie habría hecho un trabajo así mejor que Magnus. Sin embargo, una de las consecuencias inesperadas de barajar de un modo nuevo y ajeno las piezas de tan extensa producción es redescubrir la importancia de su aparición original en el seno de "novelas": ese no es un formato tan arbitrario, después de todo, y aquí se nos revela que lo esencial en Aira es el gesto casi imposible de seguir empujando la narración más adelante, donde no hay nada salvo una cabeza pensando por sí misma, tal vez soñando la única idea de una novela nueva, inexplicable, infinita, simple.

@Nadal_Suau