Image: El favor de la sirena

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Letras

El favor de la sirena

29 junio, 2018 02:00

Denis Johnson. Foto: Cindy Lee Johnson

Denis Johnson Traducción de Javier Calvo. Literatura Random House. Barcelona, 2018. 192 páginas. 17,90 €. Ebook: 8,99 €

Vamos a repasar qué tiene de bueno Denis Johnson (1949-2017). Se trata de un ejercicio que he practicado a menudo, con una pizca de envidia literaria, a lo largo de décadas de lectura de su obra. ¿En qué consiste exactamente la magia alquímica de sus páginas? Cualquiera que empezase a escribir en serio en las décadas de 1980 y 1990 podrá decirles dónde consumió por primera vez los bocados que acabaron conformando Hijo de Jesús, la rompedora recopilación de relatos de Johnson publicada en 1992. Al contemplar por primera vez sus renglones veías cómo el lenguaje captaba las emociones de una manera extraña e infrecuente en la prosa estadounidense de los últimos tiempos. En una ocasión, Johnson dijo que había escrito Hijo de Jesús bajo el signo de Isaak Babel, y a la vista está. Al igual que Babel vio (por ejemplo) la puesta de sol como no la vieron otros antes que él, Johnson transformó a sus inadaptados y a sus adictos a la heroína hasta que llegaron a parecer héroes épicos. Ángeles derrotados, su primera novela, publicada en 1983, poseía un carácter revelador similar. En ella, el familiar telón de fondo de un viaje en autobús se convierte de pronto en un asunto idóneo para la más alta literatura. Si en sus obras posteriores (Johnson fue un autor prolífico) dio algún traspié, fueron excepciones en una trayectoria larga, inquieta y diversa que abarcó no solo la ficción sino también el teatro y la no ficción, así como varias impresionantes colecciones de poemas. ¿Qué confería tanta efectividad a sus obras? En parte, la conciencia de la mortalidad que aparece por doquier en sus mejores creaciones. Al fin y al cabo, se trata del tipo que escribió Resuscitation of a Hanged Man (Resurrección de un ahorcado) y Already Dead (Ya muertos). Son raras las obras de Johnson que no se ocupan explícitamente de las cuestiones relacionadas con el final de la vida. Desde las secuencias en el corredor de la muerte de Ángeles derrotados hasta el asesinato, los accidentes de tráfico y la adicción a la heroína de Hijo de Jesús o la guerra de Vietnam que sirve de escenario a la novela Árbol de Humo, galardonada en 2007 con el premio Nacional del Libro de Estados Unidos, los relatos de Johnson están atravesados por nubes de vapores mortales.
Johnson sabía que le quedaba poco tiempo de vida, y se sumergió en los relatos de El favor de la sirena con franqueza admirable
El favor de la sirena, la nueva y con toda probabilidad última recopilación de relatos del autor -que falleció en mayo del pasado año víctima de un cáncer de hígado- no se aparta de la regla. Las cinco historias que componen el volumen, con una extensión media de 40 páginas cada una, se caracterizan por sus alusiones a la mortalidad. Ahí está la exmujer del publicista narrador del título del relato, que telefonea para contarle a nuestro hombre que se está muriendo, aunque sin especificar cuál de sus exmujeres es. (“En medio de todo esto -dice el narrador- empecé a preguntarme con bastante incomodidad, y de hecho con una ansiedad mareante y sudorosa, si no me habría equivocado”). O también los delirantes condenados por asesinato de la cárcel del condado de “Bob el Estrangulador” y las elaboradas y sombrías formulaciones sobre Elvis y su gemelo perdido que rondan en “Doppelgänger, poltergeist”, el último relato del volumen. La angustia de la muerte, tan familiar para Johnson, atraviesa todas las historias. Lo que distingue a El favor de la sirena es que su autor sabía que le quedaba poco tiempo de vida, y se sumergió en su material con una franqueza admirable y despiadada que transmite a través de sus personajes. “El mundo sigue girando. Es evidente para usted que mientras escribo esto no he muerto”, dice uno. “Pero puede que sí cuando lo lea”. El movimiento que recorre el conjunto tiene reminiscencias de Dante. Descendente y concéntrico, se adentra en las revelaciones de la enfermedad y la muerte, hasta “la fase en la que aumentó la frecuencia de las visitas a los servicios de urgencias y a los hospitales, que a estas alturas se han convertido en algo habitual”. Antes de llegar a este punto, sin embargo, el autor crea la atmósfera adecuada, empezando por el título del relato y sus fragmentos aparentemente inconexos, algunos de los cuales tratan el tema de la publicidad, mientras que otros narran crudos episodios de sexo y muerte que parecen sacados de una novela de Kosinski de finales de los 60. La siguiente historia es “El Starlight de Idaho”, una pieza más suave sobre la desintoxicación. Mientras la leía me preguntaba si los problemas del autor, posiblemente enfermo y doliente, no lo habrían consumido demasiado como para permitirle alcanzar su núcleo más fértil. Pero entonces llega el tercer relato, “Bob el Estrangulador”, en el que el narrador, llamado Dink (todos los relatos están escritos en primera persona), intenta saldar cuentas no solo con sus circunstancias, sino también con una profecía, cortesía de su compañero de celda en la cárcel del condado, según la cual él y otros dos conocidos suyos, también delincuentes, cometerán un día un asesinato. Toda la historia es muy rara y divertida, y contiene destellos del viejo Johnson en acción. A continuación, el autor irrumpe a lo grande con un relato titulado -con audacia, y tal vez con esperanza- “Triunfo sobre la tumba” y, de repente, cualquier leve reserva que uno haya podido albergar queda olvidada. De pronto, algo se desvela con excepcional luminosidad.
Esta obra indaga a través de lo tolerable para ir a dar con el poderoso filón de lo dolorosamente mortal y perdurable
“Triunfo sobre la tumba” empieza como una anotación en un diario, utilizando un tiempo presente algo rígido, para, a continuación, dar una voltereta hacia atrás y entrar en una historia dentro de la historia sobre un compañero escritor al que el narrador (que no llega a ser el propio Johnson, pero que guarda una estrecha relación con él) conoció en Austin, Texas, en la época en la que enseñaba escritura creativa. El relato se convierte así en un poderoso vehículo para los recuerdos de la compleja vida literaria del autor. “De pobre llegué a rico para volver a ser pobre, y más de una vez. Te suceda lo que te suceda, lo pones en una página y le das una forma y una perspectiva determinadas. En realidad, no es muy distinto a filmar las nubes que pasan por el cielo y decir que es una película, aunque hay que reconocer que las nubes pueden descender, levantarte y llevarte a toda clase de sitios, algunos terribles, y pasan años y años sin que vuelvas al lugar de donde venías”. Al deshacerse del pobre escritor de Texas, “Triunfo sobre la tumba” recurre a tres recitados fúnebres, todos ellos dolorosamente rigurosos. El libro concluye con el reencuentro, sorprendente por su belleza, de dos amantes divorciados hace tiempo junto a la cabecera de la cama. El relato, al mismo tiempo ingenuo y en exceso cuidadoso en su composición, rehabilita la literatura a ojos del lector y expone la finalidad de esta renovándola, lo cual, a mi modo de ver, no es ni más ni menos que dar forma verbal a la naturaleza del ser y dejar algunas de esas palabras tras de sí para que otros tengan un rastro de migas de pan a través de la oscuridad. El favor de la sirena en su conjunto indaga en y a través de lo tolerable hasta ir a dar con un poderoso filón de lo dolorosamente mortal y perdurable. Si concluye con un alarido tragicómico en el relato “Doppelgänger, poltergeist”, es para recordarnos que también Dante fue un trabajador infatigable en el terreno de lo cómico. El problema de un libro póstumo es que es difícil ver el trabajo dada la tragedia que orbita a su alrededor, sobre todo cuando el autor ha muerto de manera repentina. La muerte ronda el texto y nos impide vagar por él libremente para extraer nuestras propias conclusiones. No obstante, en El favor de la sirena Denis Johnson intenta consolarnos ante su inminente ausencia y servirse de su asombroso don para la revelación al iluminar las entrañas de la tragedia y ayudarnos a decir adiós a los buitres que planean sobre nuestra cabeza. En su opinión, no hay que estar triste. “La vida después de la muerte, los fantasmas, el paraíso, la eternidad, lógicamente, son cosas que damos por sentadas. Si no, ¿dónde estaría la diversión?”. © New York Times Book Review