Image: John Elliott: Insistir en los mitos nacionales conduce al victimismo

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Letras

John Elliott: "Insistir en los mitos nacionales conduce al victimismo"

El hispanista británico repasa su trayectoria y reflexiona sobre la situación en Cataluña en la Fundación Juan March

4 abril, 2018 02:00

John Elliott

Sir John Elliott (Reading, Reino Unido, 1930) ha dedicado su vida y su obra a la España de los siglos XVI y XVII. Desde su juventud, su investigación y trabajo divulgativo le ha llevado a cosechar numerosos logros y reconocimientos, como el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996 o el Premio Balzan en 1999 por su contribución a la historia de España y el Imperio español. Ha escrito numerosísimos libros sobre el auge y la decadencia de España en esos siglos, en los que la Monarquía Hispánica alcanzó su apogeo y comenzó su caída, como La revuelta de los catalanes, Imperios del mundo atlántico o El Conde-Duque de Olivares.

Precisamente sobre esa brillante trayectoria conversó anoche con Luis Fernández-Galiano, arquitecto y académico de Bellas Artes, con motivo del ciclo Autobiografía intelectual que organiza la Fundación Juan March. Las salas habilitadas para el evento estaban abarrotadas debido a la expectación que siempre generan las visitas (muy frecuentes, por otra parte) del hispanista y profesor emérito de Oxford.

"La culpa fue de Velázquez", ha confesado Elliott. Todo empezó allá por 1950, cuando tenía 20 años, y realizó su primer viaje a España con varios compañeros de la universidad, recorriendo muchos lugares de aquel país de posguerra en un camión del ejército. Lo que vio le fascinó, pero el momento más impactante fue la visita al Museo del Prado y la contemplación de los cuadros de Velázquez. "Todos fueron una auténtica revelación -afirma-, pero especialmente el retrato barroco de un hombre a caballo", sobre un animal brioso y poderoso, al que a duras penas logra controlar.

La figura es don Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares, y el cuadro le marcó tanto que decidió abandonar sus estudios de filología y dedicarse a la Historia, especialmente a investigar aquel periodo de la historia de España y a aquel personaje, "un hombre comparable a Richelieu", empeñado en "recuperar la España gloriosa, restaurar la reputación y la economía, y extirpar la corrupción impuesta por el duque de Lerma", a pesar de lo cual ha pasado a la memoria colectiva como un hombre "más bien antipático". Sin embargo, ha afirmado, "el deber de un biógrafo es intentar ponerse en los zapatos de aquellos a quienes investiga, para entender las causas de lo sucedido y contarlo de forma accesible tanto a los especialistas como al gran público", con el objetivo último, que se impone de forma personal, de "intentar aprender uno mismo siempre algo nuevo".

El otro gran tema que ha ocupado su investigación histórica ha sido la cuestión catalana. Su primer libro, de hecho, fue La rebelión de los catalanes, publicado en 1963, que trataba sobre las revueltas que tuvieron lugar en 1640, sobre las que hizo también su tesis doctoral en la década de los cincuenta, y al que dedica su próximo libro, un estudio comparativo sobre las situaciones de Cataluña y Escocia desde el siglo XV hasta diciembre de 2017. "Es un libro que cierra el círculo de mi vida. De mi primer libro, La rebelión de los catalanes, hasta ahora, de nuevo, otra rebelión de los catalanes".

Se ha declarado en deuda con grandes historiadores como Jaume Vicens Vives, quien le ayudó en su estudio, un hombre que "quiso conectar la historia de Cataluña con las otras regiones de España", ayudándole a conformar una concepción imparcial y no esencialista de la Historia, y le inculcó la necesidad de desmitificarla. "Los mitos son necesarios para la construcción cultural de las naciones", pero insistir demasiado en ellos lleva a extremos como el reduccionismo y el "victimismo" de los nacionalismos, ha dicho en referencia a Cataluña.

Con respecto a este tema, ha tratado a lo largo de su recorrido vital "poner de relieve la importancia de las monarquías compuestas", un fenómeno histórico surgido de la pura necesidad, de poner en común los distintos puntos de vista e intentar llegar a acuerdos que permitan a los pueblos y sociedades (casi siempre tendentes a disgregarse) entenderse y continuar unidos en un camino único. Estas monarquías compuestas se asentaron entre los siglos XV y XVI en "territorios plurinacionales", intentando "dejar fueros y privilegios en una negociación constante". Esta solución permitía "reunir territorios sin imponerse desde el centro" y dio buen resultado hasta la caída del Imperio Austrohúngaro. No era, por tanto, un modelo demasiado centralista, "sino que funcionaban mejor los modelos con sociedades plurales dentro", basados "en un entendimiento permanente entre las élites de esos territorios y los gobiernos centrales".

El problema actual reside, en gran parte, en que no se ha sabido conservar ese modelo que "permitió que se conformaran sociedades plurales". Si supiéramos mantener esas ententes, que tan positivas fueron durante siglos, no tendríamos en estos momentos tantos focos de segregación y conflicto, hasta el punto de que ha alertado de que "estamos sufriendo las consecuencias de una descentralización excesiva en España y en Europa".