Image: Gregorio Morán y el harakiri del comunismo español

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Letras

Gregorio Morán y el harakiri del comunismo español

10 noviembre, 2017 01:00

Gregorio Morán. Foto: Natalia Fernández Díaz-Cabal

El poémico periodista y escritor, vetado repetidas veces por sus opiniones, publica en Akal una nueva versión de su ensayo Miseria, grandeza y agonía del PCE (1939-1985), donde cuenta los éxitos, fracasos, secretos y trapos sucios del histórico partido.

Siempre molesto para los poderes oficiales y fácticos y recientemente expulsado de La Vanguardia por sus opiniones sobre el 'procés', regresa Gregorio Morán con un libro bajo el brazo, Miseria, grandeza y agonía del PCE, una descarnada historia del Partido Comunista de España entre 1939 y 1985, publicada originalmente en 1986 y reeditada ahora por Akal. Fruto de una larga y privilegiada investigación en los archivos del PCE, el relato comienza en el momento en que, perdida la guerra civil, el partido pasa a la clandestinidad. Por las más de mil páginas que componen el libro desfilan los éxitos, fracasos, secretos y trapos sucios de un partido que "se suicidó" políticamente durante los años de la Transición. Morán contempló atónito "el minucioso ritual del harakiri" del que en 1976 era "el partido con mayor implantación social, prestigio y autoridad".

Morán publica ahora esta versión corregida y ampliada del libro (el original se llamaba Miseria y grandeza del PCE, aunque ya se vislumbraba que la "agonía" añadida ahora al título andaba cerca), que según el escritor fue "ninguneado" en el momento de su primera publicación por los medios de comunicación y por la propia editorial, Planeta, que lo publicó en su colección "Espejo de España" y tras su escasa acogida se lo quitó rápido de encima. A los seis meses figuraba como descatalogado, asegura el autor, que vio cómo se saldó una importante remesa de ejemplares en el Corte Inglés de Plaza de Cataluña, en Barcelona, a 100 pesetas. Paradójicamente, ahora asegura el autor que ha llegado a ver ejemplares de aquella primera edición que en librerías de viejo de Estados Unidos se venden a 2.000 dólares.

Morán, que había sido miembro del Partido Comunista en la clandestinidad y llegó a dirigir desde su casa el periódico del partido, Mundo obrero, cuando lo hacían entre dos únicos redactores, escribió este libro después de haber tenido un acceso privilegiado a los archivos del partido. Lo que más le impresionó fue la dureza y la crueldad que se desprende de la correspondencia entre los líderes del exilio en la época álgida del estalinismo. Un ejemplo: la carta en la que Carrillo, desde su exilio francés, le comunica a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, que se encontraba en Moscú, que el asunto Trilla se había solucionado. Gabriel León Trilla era un miembro del partido que tras ocupar varios cargos importantes y ser posteriormente condenado al ostracismo por trotskista, "fue asesinado por otro militante, El Gitano, de la peor manera, dejándole desnudo para que pareciese un asunto de homosexuales, que en aquellos años 40 era especialmente significativo", afirma Morán.

Por airear asuntos como este, el partido consideró a Morán un traidor. Durante la reciente presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el editor Tomás Rodríguez recordó una cita apócrifa de Santiago Álvarez, veterano miembro del Comité Central del PCE: "Hemos dejado al cabrón de Morán husmear en nuestros archivos y nos lo paga así".

Akal es también la editorial que se atrevió a publicar el polémico anterior libro de Morán, El cura y los mandarines, cuya publicación fue cancelada por Planeta por sus ataques a Víctor García de la Concha, exdirector de la Real Academia y a la sazón director del Instituto Cervantes (un hecho que el propio Morán atribuye, porque así se lo dijo José Manuel Lara, a que el Grupo Planeta tiene en la RAE a uno de sus principales socios, ya que la institución publica sus libros con el sello Espasa).

Cuando salió el libro, en 1986, "gran parte de los militantes del PCE se había marchado al PSOE, gran parte se había marchado a su casa y no quería recordar su pasado militante, y otra parte estaba indignada al ver en lo que se había convertido el PCE", recuerda Morán. El libro fue ninguneado por la crítica y en su momento solo salieron dos reseñas, "una bastante elogiosa de Manuel Vázquez Montalbán" y otra negativa de Antonio Elorza en el que le reprochaba que no incluyera "referentes archivísticos". "¡Cómo iba a tener referencias archivísticas, si las cajas documentales, que habían llegado de Moscú, las fuimos abriendo el bueno de Domingo Malagón, archivero único, y yo; presencias también únicas del archivo!", se defiende Morán en el prólogo de esta nueva edición del libro. "Hoy todo está perfectamente catalogado, pero no son los documentos de verdad", explicaba Morán en su presentación, y asegura que los archivos del Partido Comunista fueron concienzudamente "pulidos" por parte de la cúpula después de la publicación de su libro.

Dice Morán que mucha gente le ha preguntado en estos años cómo fue posible que se llevara a cabo una purga tan grande de los documentos. Para él no es extraño. "Si un hombre como Francisco Romero Marín, antiguo coronel de tanques, pide que le suban la carpeta de Dolores Ibárruri, ¡quién se lo va a negar! Y este hace con la carpeta lo que quiere, y es lo que hizo: hacer desaparecer documentos". Para Morán esto fue posible por el peso que tenían dentro del partido los miembros históricos que habían estado en el exilio y por la falta de autoridad de los nuevos responsables de los archivos del partido.

A esto añade el autor una anécdota que ilustra "la falta de confianza" que caracterizaba al funcionamiento interno del PCE. Morán seleccionaba cada día los documentos que necesitaba fotocopiar y era Malagón quien le hacía las copias. Cuando Morán encontró el mensaje de Carrillo a Pasionaria sobre Trilla, lo intercaló entre una pila de documentos que necesitaba copiar. Una vez que tuvo la copia en su poder, se la enseñó a Malagón y le dijo: "¿Te das cuenta de que cuando aparezca el libro este documento desaparecerá y no existirán más copias que la mía?". A lo que el veterano archivero respondió: "Y la mía".

Una pregunta obsesiona a Morán: "¿Cómo pudo dilapidar el PCE su gran patrimonio en los años de la Transición? ¿Cómo puede un partido sobrevivir en la clandestinidad con el castigo permanente de la represión del franquismo y sin embargo entrar en una crisis mortal justo después?". Para el periodista, hoy se le da poca importancia a este hecho pero "el día de mañana será muy importante como objeto de análisis". El fenómeno le sorprende también porque "no tiene precedentes en el caso italiano, ni en el francés ni en el portugués.

Desde los años 60, "la parte más activa de la juventud de la época estaba en el PCE, en torno al PCE o en grupos críticos con el PCE, pero en cualquier caso el PCE era el eje". Sin embargo, ese partido tan joven se convierte en las segundas elecciones democráticas, las del 15 de junio de 1977, "en el más viejo", mientras que el PSOE, "con no se cuántos años de historia y otros tantos de vacaciones, como decía Ramón Tamames", consigue sacudirse, opina Morán, la losa de su pasado desvinculándose Llopis -secretario general en el exilio- y los demás socialistas del exterior.

Bajo nivel intelectual

Para Morán, la principal diferencia del PCE con otros partidos comunistas de su entorno es "el bajo nivel intelectual de la dirigencia": "Los dirigentes políticos no solamente no estaban a la altura intelectual de lo que se exigía de ellos, sino que la propia sociedad alimentó unas ficciones intelectuales que hoy ruborizarían a cualquiera, como considerar que un libro importante en la teoría del marxismo en España era Eurocomunismo y estado, de Santiago Carrillo. Si alguien tuviera la mala fe de ponerse a leerlo ahora, se le caerían los palos del sombrajo".

Hay otro motivo que para Morán explica la deriva del PCE durante la Transición. Para una parte importante de los líderes comunistas llegados del exilio, "pasaba el último vagón del último tren" para llegar al poder. Eso explicaría, según el autor de Miseria, grandeza y agonía del PCE, las negociaciones de Carrillo con Suárez y sus intentos de formar gobiernos de coalición con el PSOE, que no estaba interesado porque "podía esperar" para llegar al poder. Todo eso reflejaba "una personalidad abocada al fracaso vital más absoluto: te dedicas a la política desde los 16 años, llegas a la jubilación y no has sido ni ministro. Eso genera una ansiedad que es lo único que explica aquella obsesión de Carrillo", opina Morán. Al comienzo de la Transición, continúa el autor, el histórico líder comunista aparece como "el hombre que reparte las cartas, el que corta el bacalao" y todo el mundo le consideraba "el gran maestro del manejo de la táctica y la estrategia, pero el globo se empieza a deshinchar el 15 de junio de 1977 y luego se convierte en un fantasma de sí mismo y entra un período agónico".

Lo que para Morán es indiscutible es que "el PCE fue la levadura política de la cual se beneficiaron todos los grupos, desde el PP al PSOE, no digamos ya los movimientos nacionalistas tanto de Cataluña como de Euskadi, y también la propia democracia", y el escritor lamenta que tampoco se le haya dado mucha importancia a este hecho.