Image: Alejandro Jodorowsky rompe el estilo

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Letras

Alejandro Jodorowsky rompe el estilo

El artista franco-chileno Alejandro Jodorowsky publica la antología La vida es cuento (Siruela), una recopilación de relatos de variada temática y estilos: de la eternidad a la pornografía

22 octubre, 2015 02:00

Alejandro Jodorowsky

"Soy un anciano", afirma Jodorowsky, "en tres años tendré noventa, así que denle mucha importancia a mis palabras". Así comenzaba una conferencia en la que la presentación de su libro La vida es cuento (Siruela) pronto se convirtió en una excusa para divagar e incluso "delirar", como él mismo dice, sobre una amplia variedad de temas. Y Alejandro Jodorowsky (Chile, 1929) lo hace sin pudor, de forma resuelta, sin ahorrarse críticas y con un entusiasmo desbordante. "Perdónenme, me entusiasmé", sonríe tras exponer una idea con virulencia. "A esta edad verse pensar es un placer". Pero no nos llevemos a engaño. El envejecimiento es únicamente del cuerpo, pues para el chileno la mente y el espíritu están en expansión hasta el último momento de la vida.

Esta idea subyace en la génesis de La vida es cuento, para el que el escritor se inspiró en dos cosas. Primero en un bonsái que le regalaron "con la instrucción de podarlo para mantenerlo en su tamaño". Hasta que un día empezó a darle pena y decidió dejarlo crecer "y llegó hasta el techo, feliz de crecer, liberado", igual que, según su parecer, podría hacerlo el ser humano si se liberara de las trabas sociales y morales. Segundo, "en este aparato", dice señalando su teléfono móvil, al que considera un "bonsái revisado", pues de los modelos antiguos de rueda con una sola función, hemos pasado a las máquinas actuales que "contienen fotos, cine, música, y hasta vibraciones para curarse el mal de cabeza, lo que es increíble".

Acto seguido Jodorwsky acomete la literatura para atacar el encorsetamiento estilístico que considera una consecuencia del mercado. "¡Rompamos el estilo!", asevera tajante, "vamos a tener todos los estilos. Yo comienzo mi libro con un cuento sobre la eternidad y lo termino con uno pornográfico". Y es que los dos temas son igual de importantes a entender de su autor, que insiste en la mercantilización de la literatura. "Suelten el dólar y escriban por el placer de escribir. Basta de literatura de crímenes, que es puro negocio, y de clasificarla en clásica, negra, rosa... la literatura es literatura".

Y literatura es La vida es cuento, un título nada casual, pues para el chileno todo, la totalidad de la realidad, son cuentos. "La humanidad está cimentada en base a los cuentos. Todas las religiones son cuentos; el narcotráfico, un cuento que viene de Estados Unidos; los muros, un cuento hecho para dividir países; incluso las leyes son cuentos. No existe nada en nuestra cultura que no esté basado en ellos".

Respecto al futuro, el autor chileno se muestra optimista porque cree que en esta época donde todo el mundo ya sabe lo mal que estamos, ése es el papel de los artistas. "El mundo no se va a acabar. Viviremos más y mejor, y se terminarán las guerras", si bien cree necesario "cambiarlo todo". "Lo primero es deshacernos del petróleo para cambiar el modelo económico, algo fundamental". Después vendría el momento de condenar la educación actual: un sistema dañinamente racionalista que "no tiene en cuenta que el ser humano no es sólo cerebro, es corazón, sexo y cuerpo y todo eso se tiene que manifestar". Tampoco se olvida Jodorowsky de los dirigentes políticos: "Los presidentes son monos, muñecos de ventrílocuo incapaces de cambiar el mundo".

Sobre el papel del artista y del arte incide en que es "descubrir el alma interior". Un arte individualista que debe sacudir y cambiar a su interlocutor: "Nadie en toda la eternidad ha tenido tu punto de vista". Pero el individualismo artístico no debe confundirse con la fama. "El artista no debe buscar admiración. Yo deseé ser famoso y lo conseguí, pero ¿de qué me sirvió? Mi hijo falleció a los 24 años de una sobredosis. Desde entonces, no he vuelto a hacer un arte ególatra y comercial, intento hablar de lo que siento, despertar belleza en el otro y abrir nuevas fronteras y posibilidades", afirma.

Preguntado por la muerte, Jodorowsky sólo lamenta no vivir "700 años más para ver los progresos de la humanidad", en los que cree ciegamente. "Tardamos 30.000 años en llegar a esta porquería, imagínese en otros 30.000 qué podemos lograr". Sin embargo acepta estoicamente el final: "No sé que habrá tras la muerte, pero sí que la acepto. Supongo que será como cuando uno duerme, que despierta sin ser consciente del tiempo que ha dormido. Si hay algo lo sabremos al despertarnos y si no, pues qué más da".