Simone de Beauvoir, junto a Jean Paul Sartre, en sus últimos años

Simone de Beauvoir, junto a Jean Paul Sartre, en sus últimos años

Letras

La influencia de Simone de Beauvoir en nuestras escritoras

Cinco de las escritoras más destacadas del panorama nacional prestan su voz al debate sobre Beauvoir y hablan sobre la influencia que la filósofa ha tenido en ellas

10 enero, 2008 00:00

En el cielo y en el suelo

Simone de Beauvoir era una mujer con un pie en el cielo y otro en el suelo. Perfecta combinación para volar por encima de lo establecido, proponer modelos de comportamiento diferentes, y al mismo tiempo, para llevarlos a la práctica. Era libre, pensaba y amaba. No quiso sólo pensar o sólo amar, no quiso renunciar a ningún don de la naturaleza humana. Todos, independientemente de nuestro sexo, podemos sentirnos inadecuados, pasajeros sin billete en esta vida extraña, exiliados de la existencia, sin encontrar reconocimiento o un intercambio armónico con los demás. Así como algunas pretendidas feministas acaban, en su desbocada ansia de diferenciarse como supuesto método de liberarse, por hacernos pasar por marcianas, Simone de Beauvoir hablando de la mujer hablaba del ser humano. La mujer, precisamente por haber sido históricamente menoscabada, por haberle sido cortadas las alas, posee experiencias y conocimientos que pueden servir de reflexión reveladora, que pueden ahondar y aportar nuevas fórmulas para vivir y relacionarnos, no desde la venganza y la separación, sino desde la complicidad y la empatía.

El esclavo no es distinto de los demás seres humanos por ser esclavo. Es su experiencia llevada al límite lo que nos ayuda a darnos cuenta de que todos somos esclavos, de uno u otro modo, del perverso mecanismo de lo establecido. Eso es lo que los hombres pueden compartir con nosotras y sumarse a la lucha por derribar ciertos muros, para ejercitar todos juntos nuestro derecho humano a elegir, a actuar, a pensar, a amar, a vivir. El valor universal de Simone de Beauvoir reside, pues, en su condición de mujer inteligente. Sin duda, todo un modelo a seguir. LOLA BECCARIA

Tan de su época, lanzada al futuro

Dice Proust que los grandes libros no se reconocen en su momento porque nadie posee instrumentos para valorarlos, pues nadie cuenta con ellos. La primera vez que leí algo absolutamente renovador y sorprendente, totalmente fuera de lo previsible, fue La ceremonia del adiós, de Simone de Beauvoir. Tenía 15 ó 16 años. Era el año 82. En mi curso de filosofía estudiábamos a Sartre y leíamos sus ensayos y novelas. En literatura había leído a Camus, El extranjero, La caída. Los hombres del existencialismo me los había leído a todos, pero había una mujer que no estaba en el programa. La busqué en la librería de mi pueblo. Allí apareció, recién publicado por Edhasa, un tomo reluciente, gordo, verde agua. Era la vida de Sartre según Simone de Beauvoir. En apariencia aquel libro pertenecía al género de las biografías, pero su lectura me resultó increíblemente novelesca y estimulante. Había detrás de aquel libro un pulso firme, inteligente, sincero, nada condescendiente, y en primera persona. Algo que yo no estaba acostumbrada a leer, ni siquiera en las adornadas memorias de Neruda Confieso que he vivivido, que leía también por esa época. Simone de Beauvoir, en un libro que era una mezcla de periodismo, biografía y creación, levantaba losas y descubría verdades como bichos negros y hermosos agazapados en cada frase. Recuerdo este libro como una referencia esencial, un modo de escribir y de pensar absolutamente nuevo. Fue un descubrimiento y sigue siendo una pista a seguir. Desde entonces me pareció mucho más interesante que su marido y toda la literatura de moda entonces, me pareció que abría caminos, que siendo tan de su época se lanzaba al futuro, a la conquista de una literatura más próxima, veraz y cercana. Puede que ella ni siquiera lo supiera.LUISA CASTRO

La gran madre

Simone de Beauvoir ha pasado a la historia como una de las primeras feministas militantes, a pesar de que ella nunca se declaró feminista; se ha convertido en la “gran madre” de varias generaciones de mujeres modernas sin haber tenido nunca hijos propios; su pensamiento filosófico y su defensa de la libertad en general quedaron siempre ensombrecidos y subsumidos bajo el pensamiento sartriano existencialista y masculino. Ha sido ensalzada, vituperada, interpretada, malentendida, unas veces con buena y otras con mala intención. Hay tantas Simones como lectores, e incluso muchos que nunca han leído sus obras tienen una imagen de esa persona que, nacida en 1908, como mujer, católica y burguesa, luchó durante toda su vida para hacer oir su voz sin tener en cuenta el sexo que le había tocado en suerte, el “segundo sexo”, como lo llamó en su obra más emblemática.
Pero sea cual sea la opinión que cada uno pueda tener de su obra y de su pensamiento, de lo que no puede caber duda es de que Simone de Beauvoir abrió un camino que ahora nos debería parecer irrenunciable: el camino de la libertad de pensamiento, de palabra y de actitud frente al mundo. Y de que, sobre todo, las mujeres que aún vivimos y trabajamos en el siglo XXI tenemos con ella una deuda de gratitud. ELIA BARCELÓ

Llegó tarde a su revolución

Siempre he pensado que, de la misma manera que es imposible reflexionar sobre Simone de Beauvoir sin mencionar a Jean Paul Sartre, ella debería haber sido la filósofa y él, el novelista. Así hubiera profundizado más en sus ideas, y habría ido más lejos, y más audazmente, en sus propuestas y planteamientos intelectuales. Tenía madera suficiente. No trato de desmitificar a quien fue pionera del feminismo, pero jamás me he sentido demasiado atraída por sus libros. Ni siquiera su obra maestra, El segundo sexo, con su título magnífico, me descubrió nada que no supiera. Era, soy, de otra generación, y jamás me he sentido alumna suya en el feminismo. Y, sin embargo, es preciso reconocer cómo nos ha ayudado a las mujeres a pensar por nosotras mismas. Y a perder el temor a escribir. La Beauvoir fue novelista puntual de su vida, lo escribió todo, incitando a las demás mujeres a que también se lanzasen a escribir con pelos y señales lo que sucedía en nuestro cuerpo.

Pionera de un feminismo aún en lucha, muchos de sus planteamientos han sido superados, sobre todo los que se refieren a la igualdad a nivel sexual, al menos en Occidente, aunque queden aún pendientes demasiadas cuestiones de igualdad económica y social. Y literaria, por supuesto: las escritoras seguimos siendo las secundarias de lujo de todas las literaturas. Y, a pesar de todo, siempre sentí que su feminismo estaba superado: incluso cuando, con veinte años, me fui a vivir a París y me tocó leer a Beauvoir, ya sabía lo que me contaba. Por eso me influyó más la otra intelectual por excelencia: Virginia Woolf, que me ayudó, creo, a pensar con la cabeza, además de con el cuerpo. Siempre tuve la sensación de que Simone de Beauvoir llegó tarde a su propia revolución literaria. Y de que su verdadera aportación no fue su pensamiento, sino su vida, y su defensa de la libertad. Tuvo sus contradicciones, pero fue una de las mujeres más libres de la historia, y sigue siendo un ejemplo de vida que, espero, no se olvide nunca.NURIA AMAT

Gracias, Simone

Simone de Beauvoir era consciente de que, hasta el siglo XX, la historia de las mujeres la habían contado los hombres, quizá por eso quiso dejar constancia de su propia historia haciendo de la misma un escaparate para que no hubiera lugar a ninguna duda.

En mi opinión lo que representó en su día esta escritora era la reafirmación del “yo”, defendía su existencia como individuo más allá de su condición de mujer, y tal y como dejó escrito en sus memorias: no se trata de que las mujeres se reafirmen como mujeres sino que sean reconocidas como seres humanos completos. Y a ello dedicó su vida, llena de claroscuros, como todas las vidas apuradas al máximo.

Ella representaba la libertad, el ser dueña de si misma, de su propio destino, y para ello nada mejor que establecer una relación amorosa aparentemente de igual a igual nada menos que con Jean Paul Sartre.

Simone de Beauvoir enseñó a toda una generación de mujeres que su destino no tenía que pasar por el matrimonio ni por una relación subordinada a un hombre. Enseñó a mirarles de frente, de igual a igual, a repartir responsabilidades en el cuidado de la relación misma, a no ser una flor en el hojal, y por eso se convirtió en un mito, aunque posteriormente se ha sabido que su relación con Sartre no fue ni mucho menos un camino de rosas. Pero al final lo que importa de los mitos no es la realidad sino lo que nos parece que fueron, por eso Simone de Beauvoir está en el panteón de los que han hecho Historia de verdad.

Hoy día parece que la causa del feminismo está superada; sin embargo, no hay que mirar muy lejos para ver que la igualdad jurídica es una cosa y la real es otra.

Supongo que hoy Simone de Beauvoir viviría su vida de otra forma, pero siempre dejando constancia de su propio “yo”, de su independencia. Ese fue su gran valor, su gran aportación, porque muchas mujeres en todo el mundo gracias a ella adquirieron constancia de que eran individuos y no un apéndice del “otro”. Gracias, Simone. JULIA NAVARRO