doris-lessing

doris-lessing

Letras

Escalera Real ('Royal Flush') para Doris Lessing

Del Cuaderno dorado a La hendidura: un Nobel contra el racismo y por la mujer

18 octubre, 2007 02:00

La escritora inglesa Doris Lessing (Doris May Tayler, 1919) llegaba el pasado jueves 11 de octubre a su casa, cargada con la compra, cuando un fotógrafo le comunicó que había ganado el premio Nobel de 2007. Tras balbucear algo sobre los numerosos premios ya conseguidos, entre otros el Príncipe de Asturias, muy estimado porque lo recibió de manos de don Felipe de Borbón, y cuando encaraba la puerta de entrada, exclamó un poco como para sí misma: “¡Royal Flush!” (¡Escalera Real!), que es la mejor jugada del póquer. Por cierto, bien difícil de conseguir, pues deben salir los cinco naipes más altos de un mismo palo. La escritora se congratulaba de su buena suerte, de lo favorables que vinieron dadas las cartas.

O los votos de los cinco jurados que acordaron, entre la enorme cantidad de candidatos, escogerla a ella. Las posibilidades de ganar se asemejan a las de la lotería. Las mujeres lo tienen especialmente difícil. Sólo diez escritoras lo habían alcanzado de un total de ciento cuatro galardonados, a las que se suma Lessing. Las últimas premiadas salieron desde luego de un bombo loco, Toni Morrison (1993) y Elfriede Jelinek (2004). Vale decir que su elección vino acompañada de fuerte controversia, pues sólo a grupos de interés les pareció un galardón merecido.

En el caso de Doris Lessing, el feminismo parece haber desempeñado un papel importante en la decisión, como se dijo en el anuncio del premio: “la escritora épica de la experiencia feminista, que con escepticismo, fuego y poder visionario ha sometido a escrutinio a una civilización dividida”. El anuncio incluso menciona su excelente novela El cuaderno dorado (1962), una obra con trasfondo autobiográfico, cuya protagonista es una escritora comunista, Anna Wulf, que vive en Londres. Lessing perteneció al Partido Comunista en los años 40, siendo muy activa en él junto con su segundo marido, Gottfried Lessing. Sin embargo la escritora, poco tiempo después de fijar su residencia a orillas del Támesis (1949) (donde aún vive con su hijo), acabó desilusionada del Partido y lo abandonó en 1954.

El cuaderno dorado refleja la búsqueda de un norte para la conducta y supone un honesto intento de descifrar el puzzle de la posguerra europea, tarea que desempeña con inigualable destreza técnica, un postmodernismo literariamente productivo, y humana. Consigue además representar la encrucijada en que se halla la escritora y la mujer misma, obligada a desempeñar múltiples papeles a la vez, de escritora, de mujer y de activista política.

Desde su primera novela, Canta la hierba (1950), Lessing bosqueja en sus textos un complejo trasfondo vital elaborado a base de experiencias vividas en áfrica, concretamente en Zimbabwe (antes Rhodesia), durante su infancia y juventud. En este libro-debut arremete contra el racismo, valiéndose de un argumento que hilvana una historia ficticia de amor entre una mujer blanca y un hombre negro. Tema al que volverá en diversos textos, como en una de las cuatro novelitas que componen el reciente volumen Las abuelas (2003), donde dos mujeres treinteañeras, “las abuelas”, entablan relaciones con los hijos adolescentes de la otra.

La obra de Doris Lessing puede considerarse oceánica, ha escrito de todo, desde narrativa de diversos tipos, novelas cortas, de ciencia ficción, futuristas, cuentos, poesía, teatro, ensayo, y hasta libretos de ópera. Su honestidad intelectual la ha convertido con el tiempo en una de las grandes damas de la literatura inglesa, y su persona resulta casi un icono. Su perfil humano, de mujer que vive intensamente los problemas del mundo y al tiempo dedicada a escribir y a cuidar de su hijo, enfermo del corazón, la convirtieron en favorita de la Prensa y mimada por los editores.

Sólo el comercialismo -¿dónde quedaron los editores?- parece responsable de los desvíos que llevaron a Lessing a publicar cinco novelas de ciencia ficción, un quinteto narrativo titulado Canopus in Argos (1979-1983) -de la cuarta novela de la serie Philip Glass hizo una ópera-, y otras futuristas, como Mara y Dann (1999), donde unos jóvenes marchan en jornadas desde el fondo de áfrica hacia el norte en busca de alimentos, cuando el planeta ha vuelto a una edad de hielo. A estas obras les falta coherencia, obedecen a una voluntad creativa carente de soporte intelectual. Lessing dice que quiso empezar de cero, sin red cultural que sustentase el texto, y se nota. Es como si su mejor veta narrativa, basada en la introspección, en la crítica del entorno social, en la observación y en la experiencia, se hubiera secado. Afortunadamente, sus dos volúmenes autobiográficos, Dentro de mi (1994) y Un paseo por la sombra (1997) nos devolvieron a la mejor Lessing, contando una vida interesantísima que ilumina los entresijos de su obra.

Muchos confiábamos en que la suerte acompañaría a Philip Roth, a Amos Oz o al poeta australiano Les Murray. Escritores, en especial Roth, de calidad consistente. La obra de Lessing conoce altos y bajos. En su última entrega, The Clef (La hendidura, 2007), vuelve a minar una veta cuestionable, la exploración de los inicios de las relaciones sexuales entre los seres humanos durante la prehistoria, y decepciona al lector. No obstante, la fabulación realizada por Lessing de numerosos dilemas de nuestro tiempo, como el racismo o el papel de la mujer en la sociedad actual, la hacen merecedora, sin duda, de la distinción, y de ella se deriva la posible influencia en las letras de finales del siglo XX. Hay que otorgarle en verdad un sitio de honor, pues ha contribuido a poner el continente africano (que en gran parte gracias a ella ya no es simplemente el continente negro), y el tema de la mujer en la órbita de cultural occidental.

Hace tiempo los lectores de español pedimos al azar que le dé una Escalera Real a Carlos Fuentes o a Mario Vargas Llosa. Tampoco estaría mal que un ensayista ganase alguna vez. Cuando se juegue una nueva mano el año entrante tendremos otra oportunidad: de ésta no tenemos queja, sólo algunas reservas.