Image: La hermandad del guisante

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Letras

La hermandad del guisante

Hans Christian Andersen, 200 años

31 marzo, 2005 02:00

Hans Christian Andersen

por Gustavo Martín Garzo

El sábado 2 de abril se cumplen doscientos años del nacimiento de Hans Christian Andersen, creador de un buen puñado de cuentos para niños con los que pocos adultos dejan de identificarse, pues tratan problemas eternos como el amor, la soledad, la exclusión: personajes únicos como la sirenita, el patito feo, que, como explica Gustavo Martín Garzo, "dan una pena enorme, pero a la vez nos conmueven porque son dueños de algo único, algo que en la mayoría de los casos ellos son los primeros en desconocer".

Los personajes de Andersen suelen ser pequeñas criaturas a las que nadie quiere, como el patito feo o la niña de los fósforos, o bien doloridas heroínas que, como la niña de las zapatillas rojas o la sirenita, no se conforman con lo que la vida les da, y persiguen sueños que nunca verán realizados. Es decir, seres imaginativos e hipersensibles que tienen la enfermedad de una imaginación demasiado despierta, y que por alguna extraña razón no parecen hechos para la felicidad.

Personajes que fueron, sin duda, un trasunto de la vida de su autor, que siempre se sintió descontento con su suerte. Gracias a sus cuentos, Andersen fue uno de los autores más famosos de su tiempo, pero no tuvo éxito como autor dramático, y chillaba como un niño cuando volvía a fracasar otra de sus piezas; y sus novelas adultas, con las que pretendía alcanzar la inmortalidad, nunca fueron apreciadas por nadie.

El hijo de pobres viajó sin descanso por todo el continente europeo, alojándose en hoteles de lujo, y fue festejado y mimado como un héroe nacional en los castillos daneses, pero sólo conoció la ausencia de una dicha humana. Sus viajes eran una huida de su soledad. A pesar de su fama se sentía como un paria, y las fiestas espectaculares que se hacían en su nombre no hacían sino revelarle su terrible abandono.

El patito feo sólo se convirtió en cisne en el cuento; en la realidad, Andersen siguió siendo "la figura alargada, desaliñada, encorvada como la de un lémur, con una cara excepcionalmente fea" que evoca Hebbel en uno de sus escritos. Pero ¿cómo era posible que el hombre que había escrito algunas de las historias más hermosas que se han concebido en la Tierra fuera excluido de la felicidad que él mismo daría tantas veces a sus lectores?

No es tan extraño, sobre todo, cuando leyendo sus cuentos nos damos cuenta de que la mayoría de sus personajes tampoco fueron felices. ¿Tal vez por eso son inolvidables, por todo lo que sufrieron? La mayor parte de las historias que merecen la pena nos conmueven precisamente por su tristeza.

Pero también aquí hay diferencias, ya que hay obras que son tristes a su pesar, porque lo que cuentan lo es y no quieren renunciar a reflejarlo; y hay obras que lo son por vocación, ya que parecen haber surgido para enfrentarse a ese enigma, el de la tristeza. W. Faulkner, en una de sus novelas, hizo decir a uno de sus personajes: "Entre la nada y la pena elijo la pena". Y eso hacen todos los grandes personajes de Andersen, elegir la pena. En realidad se entregan a ella como si fuera la más dulce y extraña de las aventuras, una aventura que sin embargo tiene que ver con la muerte.

El gran tema de la obra de Andersen es la exclusión. Se repite obsesivamente en sus cuentos, dando lugar a toda una saga de personajes tan sufrientes y frágiles como llenos de un irresistible encanto. Esto último es sumamente importante. Estos personajes dan una pena enorme, pero a la vez nos conmueven porque son dueños de algo único, algo que en la mayoría de los casos ellos son los primeros en desconocer.

Pertenecen a lo que podríamos llamar, recordando el famoso cuento de la princesa que no puede dormir, a la 'Hermandad del Guisante'. En este cuento, uno de los más incomprendidos de Andersen, una muchacha desarrapada llega por la noche a un palacio afirmando ser una princesa. Como no saben si está diciendo la verdad, deciden esconder bajo los colchones de su cama un pequeño guisante.

A la mañana siguiente la muchacha se levanta con el cuerpo molido y unas grandes ojeras que demuestran que apenas ha podido dormir en toda la noche, por lo que nadie duda de que se trata de una princesa de verdad. El príncipe heredero pide su mano, y todos celebraban alborozados que el destino la haya conducido hasta allí en una noche de tormenta.

Y ha sido el guisante el que les ha permitido descubrir su verdadera naturaleza. El guisante nos hace ver. Es, pues una señal, la prueba de su excelencia, de su pertenencia a otro mundo. Pero la princesa no aparece dueña de poderes cautivadores, viene sucia, manchada por el barro y la lluvia, y a causa del dichoso guisante no puede pegar ojo en toda la noche. Es decir, es su desvelo el que demuestra que es una princesa de verdad.

A los personajes de Andersen les pasan con frecuencia estas cosas. 'La Sirenita' es una desvelada, pero también lo es el 'Patito Feo', o el 'Soldadito de Plomo'. Ninguno de ellos puede descansar, todos quieren ser otra cosa, todos sienten nostalgia de su verdadero ser.

Ana María Matute tituló Ala de cisne su hermoso prólogo a los cuentos de Andersen, como queriendo dar a entender que el personaje del pequeño de los príncipes de este cuento, Los cisnes salvajes, es el vivo retrato del escritor danés. Y es cierto que el ala de cisne supone una terrible deformidad, pero no lo es menos que es el signo de su pertenencia a esa hermandad de eternos desvelados que es la 'Hermandad del Guisante'. En realidad, todos los personajes de Andersen viven bajo la influencia de ese guisante, de ese ala de cisne, que les hace diferentes y extraños, casi siempre para su propia desgracia.

Perrault habla de amor y pedagogía, los hermanos Grimm de la siempre esquiva y compleja felicidad; Andersen de las enfermedades de la imaginación. Tendemos a ignorar su mensaje, que en el fondo no es otro que este mundo no es un buen lugar para vivir. Llevó a la perfección el mundo de los cuentos, también los hizo imposibles, como lo demuestran cuentos como La niña de los fósforos, Las zapatillas rojas o Historia de una madre.

Probablemente nadie debería escribir cuentos después de él, aunque sin duda todos los que desatienden esta sensata conclusión recibirían su aprobación, pues ¿qué otra cosa podemos hacer si los niños siguen naciendo?

En el bello apólogo de El caracol y la rosa, el caracol representa lo cerrado, mientras que el rosal representa la imposibilidad de guardarse. No puede permanecer enteramente dentro de sí y, al contrario que el caracol, se proyecta en las rosas. "Las hojas se caen y se las lleva el viento, pero a una de las rosas la he visto en el misal de la señora, otra fue colocada en el pecho de una preciosa jovencita y una más recibió el beso de unos labios infantiles exultantes de felicidad. ¡Esos son mis recuerdos, mi vida!".

La sirenita, todos los personajes de los cuentos, pertenecen al mundo de las rosas. Tampoco ellos pueden guardarse, tampoco ellos pueden vivir dentro de sí. La imaginación es la fuerza que les lleva fuera, que les hace diseminarse y entrar en contacto con todo cuanto existe.

Y es aquí donde quería llegar. Porque la imaginación no es esa fuerza que nos permite sustituir las cosas, sino acercarnos a ellas. También eso estaba guardado en el guisante. Como veis, no era poco lo que el guisante, como el caracol, escondía dentro de sí, y la princesita tenía sobradas razones para no poder dormir. No, no era ninguna remilgada, habría probado los frutos del jardín de la irrealidad y conocía su fuerza. Pero ella, como la Sirenita, quería tener un alma inmortal, y ese alma sólo el amor puede dárnosla.


El cisne salvaje
1805, 2 de abril. Nace en Odense, Dinamarca, Hans Christian Andersen. Su padre era zapatero y su madre, mujer de la limpieza.
1816. Muere su padre y su madre se casa de nuevo. Andersen se ve obligado a trabajar como aprendiz de sastre. Trabaja también en una fábrica de tabaco.
1819. Se traslada a Copenhage para probar fortuna como cantante, bailarín o actor. Cuando comienza a tener éxito, debe abandonar porque le cambia la voz.
1822. Gracias a un empresario teatral llamado Jonas Collins consigue una beca y vuelve a sus estudios.
1827. Se da a conocer con el poema "El niño moribundo".
1828. Obtiene el título de bachiller.
1829. El Teatro Real de Dinamarca produce con éxito un drama musical de Andersen, pero en general sus piezas teatrales fracasan en escena. Sigue escribiendo dramas y novelas y viaja por toda Europa (Alemania, Francia, Italia, Grecia, Inglaterra, Turquía, Suecia y España). Conoce a Victor Hugo, Heine, Balzac, Alejandro Dumas y Dickens.
1835-1872. Publica con extraordinario éxito 168 cuentos.
1875, 2 de agosto. Muere en Rolighed.

Bibliografía
Cuentos completos. Cátedra, 2005. 1.232 páginas, 36 euros.
Cuentos. Ilustrados por Nikolaus Heidelbach. Galaxia Gutenberg, 2005. 372 páginas, 32 euros.
Estuche Hans Christian Andersen. Alianza. 21 euros.
Los mejores cuentos de Hans Christian Andersen (cuentos para contar). Timun Mas. Barcelona, 2005. 224 páginas, 27 euros.
Cuentos. Edelvives, 2004. 256 págs, 23 e.
Los mejores cuentos de Hans Christian Andersen. Ed. B, 2004. 69 páginas, 13'50 euros.
Viaje por España. Alianza, 2004. 357 páginas, 16 euros.