Image: Cinco poemas inéditos. Versos perdidos del poeta en la calle

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Letras

Cinco poemas inéditos. Versos perdidos del poeta en la calle

12 diciembre, 2002 01:00

Alberti, por Grau Santos

"Mi tío Vicente" se publicó en 1931 en La Gaceta Literaria de Madrid y fue reproducido por G. W. Connell en la Hispanic Review, XXXIII, 1965. Estaba destinado a Vida de mi sangre, libro que Alberti nunca terminó. "Son de mar hacia Cuba" tendría que haber formado parte de 13 bandas y 48 estrellas después de aparecer en la revista cubana "Orto". Lo recupera Ángel Augier en Rafael Alberti en Cuba (2000). "Guerra en los vergeles de España" se publicó en "Mundo Obrero" el 27 de abril de 1938. "Monja lega..." fue citado por Santiago Ontañón en "El Mono Azul" en febrero de 1939. "Un camarada..." fue descubierto en Moscú por Ángel Luis Encinas, en 1999 y publicado en la revista "Natural". Encinas lo fecha a fines de 1933.

Así explica a El Cultural el hispanista francés Robert Marrats la procedencia los poemas que reproducidos a continuación.

Guerra en los vergeles de España

Por los vergeles de España,
muerte y sangre.
Se han puesto rojos los azahares.
A raíz de la mar, a raíz de los huertos,
de los mediterráneos jardines de Levante,
las gentes de la costa tranquila ven abrirse
las primeras trincheras junto a los naranjales.
Se han puesto rojos los azahares,
(pero se volverán laureles
frescos y verdes).

Grandes y hermosas son las tierras de la Patria,
millonarias de olivas, hondas de minerales,
anchas de pan, extensas de viñas y ganados;
de varones y hombres, largas, interminables.

Se han puesto rojos los azahares,
(pero se volverán laureles
frescos y verdes).
Necesarias serán nuestras más bellas vidas,
que los ríos tumbados en sus lechos se paren,
que en el campo en sus entrañas removido no crezca,
que el sol se descamine y se despeñe el aire.
Se han puesto rojos los azahares,
(pero se volverán laureles
frescos y verdes).

Eso y más, si es preciso, hasta que paralicen
de asombro los que aúllan por que España se acabe.

Esto y aún más veríamos... Pero lo que veremos
será en verdes laureles abrir los azahares.
Se han puesto rojos los azahares
(pero se volverán laureles
frescos y verdes).


Un camarada grita en la calle

(Tres camaradas se van deteniendo por las esquinas, por las plazas, a la salida de mítines, de las fábricas, de los grandes lugares de trabajo).

Camarada 2 (gritando con el tono de los sacamuelas):
¡Alto, señoras, señores,
caballeros, caballeras,
criadas, trabajadores,
curas, mendigos, soldados,
oprimidos y opresores!
Todos quietos. ¡Atención!
Si averiguáis lo que tengo
en esta mano escondido,
quedaréis agradecidos
a este pobre peatón.
Responda, señora, diga.
Un premio se le dará,
que seguro le traerá
trastornos en la barriga.
Camarada 1:
¡Un anillo!
Camarada 3:
¡Una cartera!
Camarada 1:
¡Una acción del Banco!
Camarada 2:
¡Cero!
A ver, responde tú, obrero:
ten más clara la mollera.
¿Qué es lo que tengo en la mano?
Camarada 3:
¡Un ministro socialista!
Camarada 1:
¡Será Largo Caballero!
Camarada 3:
¡Será Lerroux y sus rentistas!
Camarada 1:
¡Gil Robles y los fascistas!
Camarada 2:
¡Cero, cero, cero, cero!
¿No lo averiguáis? Oid.
9000 encarcelados.
9000 oscuras rejas.
Aquí tengo Casas Viejas
con campesinos quemados.
Tengo Castilblanco, Arnedo
y un millón de hombres parados.
También tengo aquí un redil
lleno de parlamentarios,
que sólo a los proletarios,
dio hambre y guardia civil.
Y en fin tengo aquí una mesa
puesta sólo a los burgueses.
Plato: sangre y treinta meses
de República burguesa.
Ahora, si queréis saber
lo que tengo en la otra mano,
poned de nuevo atención.
¿Lo sabéis?
Camarada 1: ¡A ver!
Camarada 3: ¡A ver!
Camarada 2:
Aquí está la solución.
¡Trabajadores, mujeres,
obreros de la ciudad,
del campo y de los talleres,
todos y todas, votad!
Los pequeños empleados
pobres, de las oficinas,
los que vivís explotados,
todos, todas, ayudad!
Camarada 1:
Soy obrero sin partido.
Camarada 3:
No voto: soy anarquista.
Camarada 2:
¡Anarquista, socialista,
sin partido, siempre unidos,
ahora más que nunca unidos,
todos y todas, votad!
Al no votar, ayudáis
a que los guardias civiles
carguen pronto los fusiles
contra los que trabajáis.
Hay que votar.
Camarada 3: A votar.
Camarada 1:
A votar. ¿Pero por quién?
Camarada 3:
A votar. ¿Por qué partido?
Camarada 2:
¡Por el único partido,
el de la Revolución:
el Partido Comunista,
que hará que el capitalista, con el cura,
sea vencido;
aquel que a la burguesía
arrancará la amnistía,
aquel que dará la tierra
al que labra noche y día;
las fábricas al obrero
y las minas al minero;
el que va contra la guerra,
contra el fascismo asesino,
el que implantará el Gobierno
de Obreros y Campesinos!
¡El Partido COMUNISTA!
Camaradas 1, 2, 3:
¡No lo olvidéis!
Camarada 2: ¡Atención!
El Partido COMUNISTA,
el de la Revolución.


Monja lega...

Monja lega, azucarada,
necio suspiro de alcoba,
hojaldre desqualdrajado
para berrido y borrado
con el filo de mi escoba.

Suenas de miedo, rechinas
al torno, hermano tornera,
gritando las medicinas
que levanten a letrinas
la España antipastelera.

Porque no creas, no croes,
lega de charco podrido,
que aunque ya sé lo que roes,
los sis tuyos serán noes
en este pueblo aguerrido.


Son de mar hacia Cuba

Éste es el mismo son,
aquel son;
aquél mismo que venía desde lejos,
que caía demasiado lejos por entre los barrotes
con arañas,
telas fijas de arañas partidas por cristales,
aquel son que caía,
que sobre mí caía,
cuando fijo,
a deshora,
también con espanto,
haciéndome el dormido,
llamando al sueño que venía turbio,
cargado de problemas de álgebra no resueltos,
confusos,
retrasados,
al fin de la semana.
El mismo son,
el mismo, de alguien que mueve arena,
que acarrea tristemente grandes cubos de agua que
se van derramando,
comenzando otra vez,
(aquel son)
otra vez,
(aquel son)
otra vez,
sin acabarse nunca.
El mismo son,
ahora que no duermo,
pero que tiemblo también fijo bajando
lentamente,
subiendo lentamente,
acosado por él,
perseguido de cerca,
por este mismo son que da contra
mí desde los cinco años. [...]
Con el amanecer me dejará este son en esa isla,
rodeado por él como yo ahora,
dándose día y noche contra fuertes de piedra,
lomos de piedras que os estrujan,
amigos,
suelos de piedras que se abren,
amigos,
y os tiran uno a uno,
contra este mismo son,
este trágico son que no acabará nunca,
y os tiran uno a uno,
uno a uno,
(¡qué frío!)
amigos,
mis únicos amigos.

(A bordo del “Siboney”. Abril de 1935)



Mi tío Vicente me visita

Eras él, eras tú quien a las doce y ocho de esta noche del 31 de octubre dejando al aire el molde de tu cuerpo encajado en el año ya hundido de tu muerte, eres tú quien respondes a un grito seco de mi sangre y oigo cómo te acercas.
Un pueblo (de 1.100 habitantes)-– ¿Quién despierta mis gallos y mis perros en esa misma hora en que la hija del afilador iba a cerrar los ojos para acostarse en duermevela con un hombre de harina? (La molinera enciende una cerilla, quemándose las uñas ¡Caaaarajo! Cae junto a un botón arrancado y perdido de su chaqueta. después, ya no se duerme.)
Oigo cómo te acercas, atravesando días y sucesos no vividos por ti, no conocidos ni de oídas, no llegados jamás en esos retrasados telegramas que recibís los muertos, los que...
Un río (a 80º bajo cero).– ¿Qué pies más fríos que mis aguas hacen oscilar y volver hacia arriba mis lentos peces asfixiados? ¿Quién me anuncia el desahucio de las barcas, el olvido de los calores?
Un alcaraván (con un tiro en el culo, ahogándose).– ¡Cruz, cruz! Pasada la arboleda.
La bruma.– ¡Don Tomás! Y va muerto.
Te acercas, ya estás próximo, y te cambian el nombre; no pueden conocerte. Hay brumas posteriores al instante en que tu cabeza dividida, obedeciendo al mundo parado en tu cabeza, comenzó a crecer sola, ajena ya a tu espíritu, en la enredada oscuridad de los raigones terrestres, junto al precipicio de las minas.
La lluvia de la calle (en los cristales de mi alcoba). –Estoy mojando a alguien que no veo, además de la leña robada hoy en el bosque y abandonada por el hacha en el rincón de un patio.
La bujía de mi mesa (agrandando su luz).– Alguien me comunica su fluido. Su cercanía aumenta mi desvelo. Me apago.
Mi reloj (de esfera luminosa):– Las doce y ocho
Aquí estás. Buenas noches.

¿Por qué en los lavaderos sin nieve el zar de Rusia,
los reyes de Suecia, Noruega y Dinamarca?
Solas se abren las cajas.
Los papeles timbrados,
las letras evadidas
que firman ya en la nada,
la goma se ausenta de los sobres,
la saliva de lenguas ya enterradas:
viejos, malos negocios comidos por las ratas.
Lentas se hunden las cajas.


Y la casa,
se hunde también la casa tuya donde un viento con sabor a vinagre y bibliotecas ya llovidas, filtrado por el suelo y por los muros de tu alcoba, te apagaba siempre la vela, nunca supiste tú que al doblar la página segunda del Nuevo Testamento, la que inocentemente dice:

“En el Portal de Belén
hay un nido de ratones,
y al Patriarca San José
Le han roído los cojones”.


¡Los calzones, por Dios! ¡Los calzones! Te vas a condenar.

Y un pedo triste te sueña,
largo, por los corredores,
tu pedo culto de entonces.
Sabe inglés, ruso, alemán,
chino, latín, y conoce
los viejos pedos fantasmas
que estudian por los rincones.


¡Ji, ji, ji, qué agradable! En el cielo, en cambio, no nos dejan. Lo tienen prohibido. Se sufre. pero el Señor es justo, sobrino.
La familia, deshecha.
Quién no es hoy un pequeño propietario de escombros?
El respeto a los vivos y a los muertos,
más allá de la punta del zapato
como una piedra inútil.
Dan ganas de reir tapándose los ojos.

RAFAEL ALBERTI