Un momento de la Marcha Verde

Un momento de la Marcha Verde

Historia

La Marcha Verde, 50 años después: los últimos días de la retirada sin honor del Sáhara Español

El aniversario de la entrega de la antigua provincia española llega justo después de que la ONU, que antes exigía un referéndum, apoye el plan de autonomía de Marruecos.

Más información: Marruecos celebra como una gran victoria el apoyo de la ONU a su plan para el Sáhara, ante el recelo de Ceuta y Melilla

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"Mi general, yo ya no sé quién es el enemigo". La madrugada del 19 de diciembre de 1975, el capitán Jaime Perote, al mando de la última unidad militar española en El Aaiún, capital del todavía Sáhara Español, se había presentado en la residencia del gobernador, el general Gómez de Salazar, para informarle del incidente en el que acababa de intervenir.

Varias semanas atrás, el 6 de noviembre, Marruecos había iniciado la Marcha Verde, la penetración en suelo saharaui de cientos de miles de civiles con la que Hasán II forzó al régimen de Franco a entregarle esa provincia enclavada entre la costa noroeste de África y la desolación del mayor desierto del planeta.

Esto explica la presencia en El Aaiún de militares marroquíes a la espera de que los españoles les traspasaran la soberanía sobre el territorio. Pero los soldados de la monarquía alauita tenían un objetivo más: eliminar a todo militante del Frente Polisario, el movimiento de liberación nacional saharaui que aspiraba a la independencia de la antigua colonia española.

Aquella noche de diciembre de 1975, un estruendo sorprendió al capitán Perote y sus legionarios. Un destacamento marroquí estaba siendo atacado con fuego de mortero por guerrilleros del Polisario. Los españoles se dirigieron al lugar y se toparon con dos Land Rover que huían con las luces apagadas, a los que cortaron el paso.

"¡A sus órdenes, mi capitán!", exclamó uno de los guerrilleros que descendieron de los vehículos interceptados. Perote, según recoge el periodista Tomás Bárbulo en La historia prohibida del Sáhara Español (Península), los conocía bien: habían servido a sus órdenes en la Agrupación de Tropas Nómadas. Sabedor de que si los entregaba a los marroquíes serían fusilados de inmediato, optó por dejarlos escapar, no sin antes facilitarles medicinas, provisiones y gasolina.

En la residencia del general, el capitán Perote recordaba: "Hasta julio [el enemigo] era el Polisario". Después evocó los intercambios de prisioneros con los militantes saharauis, así como la guerra sucia que Hasán II perpetraba para hacerse con la posesión española: "El nuevo enemigo fue entonces Marruecos, que minaba las pistas del desierto, atacaba nuestras unidades y ponía bombas en las ciudades".

"Tras el anuncio de la Marcha Verde", prosiguió el oficial, "se nos dijo que los guerrilleros saharauis volvían a ser nuestros enemigos y que debíamos controlarlos para que los marroquíes pudieran desarrollar su estrategia. Me siento desconcertado y manipulado".

Comprensivo, el general Gómez de Salazar también se confesó con su subordinado informándole de las intrigas en Madrid: "El presidente del Gobierno, Arias Navarro, sostenía que España debía abandonar el Sáhara para conservar la amistad de la mayoría del mundo árabe y no indisponerse con Francia ni con Estados Unidos".

El aún gobernador del Sáhara suponía que los ministros militares del último Ejecutivo de Franco se opondrían a tal entrega. Sin embargo, "rechazaron absolutamente una confrontación bélica con Marruecos. Los ministros civiles no daban crédito a que se lo pusieran tan fácil. ¡Entonces me di cuenta de que yo, gobernador general del Sáhara, era el que menos sabía sobre el futuro del territorio!".

Estos y otros muchos testimonios son citados por Bárbulo en su libro, que, tras varias reediciones, la última en 2021, continúa siendo clave para comprender un conflicto aún hoy latente, con la mayor parte del Sáhara Occidental ocupado por el régimen de Rabat y una pequeña porción en manos del Polisario. Ambos territorios están separados por un muro levantado por Marruecos repleto de minas antipersona.

Sin olvidar a los miles de civiles saharauis refugiados en los campos de Tinduf, en el desierto argelino, tras huir de la represión desatada por los marroquíes invasores de su tierra, que incluyó bombardearlos, como denuncia Bárbulo en su libro, con "toneladas de napalm, fósforo blanco y bombas de fragmentación".

Todo esto es ignorado por la resolución que el Consejo de Seguridad de la ONU votó recientemente, el pasado 31 de octubre, en la que se respaldó el plan del actual monarca marroquí, Mohamed VI, para que el Sáhara sea un territorio autónomo dentro de Marruecos. Un proyecto que contradice los postulados de Naciones Unidas, que hasta entonces planteaba la celebración de un referéndum en el que los saharauis eligieran entre la soberanía marroquí o la independencia.

Aunque la presencia española en el Sáhara data de 1884, fomentada por Cánovas del Castillo, el territorio no empezó a colonizarse de forma notable hasta 1959. Para entonces, ya se habían descubierto importantes yacimientos de fosfatos, e incluso indicios de pozos petrolíferos.

Concentración de marroquís durante la Marcha Verde. Foto: Europa Press / Archivo

Concentración de marroquís durante la Marcha Verde. Foto: Europa Press / Archivo

Pero aquella era ya época de descolonización, y la ONU en 1965 conminó a España a ejercerla, a lo que Franco se negó. En su lugar, el dictador creó en 1967 la Yemáa, una especie de parlamento autonómico que no frenó los apremios de Naciones Unidas.

El fracaso de la política española de integración de los saharauis derivó en la aparición de movimientos independentistas que desembocaría en la creación del Frente Polisario en 1973. Pero, a esas alturas, Marruecos ya tenía puestos sus ojos en el Sáhara y no dejaría de reclamar en foros internacionales que España le traspasara la soberanía.

El Tribunal de La Haya, no obstante, rechazó que el reino de Hasán II tuviera vínculos que justificaran su posesión del Sáhara, por lo que la ONU insistió en que España descolonizara el territorio. Pero Marruecos tenía otra carta: el apoyo de EE. UU. —con su secretario de Estado Henry Kissinger a la cabeza— y el de la Francia de Giscard d'Estaing, muy cercano al monarca alauita.

Mientras, el portazo de la ONU a Marruecos animó al régimen de Franco a hacer un censo del Sáhara con vistas a un referéndum de autodeterminación. Se ocupó de ello en 1974 el comandante Emilio Cuevas, que desarrolló su tarea con profesionalidad.

Pero el ministro de la Presidencia, Antonio Carro, en una visita a El Aaiún, señaló un "defecto" en su labor: "Tal y como usted lo ha planteado, no hay manera de alterar el resultado", recoge Tomás Bárbulo enLa historia prohibida del Sáhara Español.

El gobierno franquista estaba dividido entre los partidarios de permanecer en el Sáhara y los favorables a una salida rápida, lo que implicaba entregarlo a Marruecos. En el Consejo de Ministros celebrado el 17 de octubre de 1975, ganó la segunda opción.

Franco, ya muy enfermo, presidió el Consejo con sus médicos en la habitación contigua. "Cuando el ministro [de Exteriores, Pedro] Cortina comenzó a desgranar su informe sobre la Marcha Verde [que ya había sido anunciada por el régimen marroquí] saltaron las alarmas en los monitores de los doctores y el dictador tuvo que retirarse, aquejado de un fuerte dolor en el pecho".

Así, bajo la presidencia de Arias Navarro, se optó por la entrega de la provincia española a Hasán II. El príncipe Juan Carlos, que asumió el poder interinamente ante la hospitalización del dictador —que moriría en la cama a las pocas semanas—, efectuó una visita relámpago a El Aaiún el 2 de noviembre para informar a los militares allí destacados de la orden de retirada, que culminaría el 28 de febrero de 1976.

El 14 de noviembre de 1975, el gobierno español firmaría los Acuerdos de Madrid con Marruecos y Mauritania, que consumaban su abandono al pueblo saharaui. Un abandono que se confirmaría en 2022, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez, para zanjar la crisis con Marruecos desatada un año antes por el traslado secreto del líder del Polisario, Brahim Gali, a un hospital español para ser tratado de covid-19, decidió apoyar la tesis marroquí de la autonomía saharaui, ignorando el referéndum reclamado entonces por la ONU.

Medio siglo tras la Marcha Verde —Marcha Negra para sus víctimas—, la simpatía de buena parte de la sociedad española al pueblo saharaui se manifiesta en la cantidad de asociaciones de apoyo a los refugiados en los campos de Tinduf. Incluso en una obra que Teatro del Barrio representará esta semana en Madrid, titulada Sáhara, la barca del desierto.

De aquel 1975 queda otro testimonio citado por Tomás Bárbulo en su libro. El capitán Bernardo Vidal avisó a sus amigos saharauis de que el Ejército se disponía a sembrar de alambradas barrios de El Aaiún para controlar las entradas y salidas y así facilitarle la tarea a los marroquíes. Los saharauis le preguntaron por qué España les hacía eso. "No es España; es el gobierno, que os ha traicionado. Pero el pueblo español os quiere", respondió Vidal con un nudo en la garganta.