El hongo nuclear de la bomba que destruyó Nagasaki el 9 de agosto de 1945. Foto tomada por el teniente Charles Levy.

El hongo nuclear de la bomba que destruyó Nagasaki el 9 de agosto de 1945. Foto tomada por el teniente Charles Levy.

Historia

80 años de Hiroshima y Nagasaki: el papel de la URSS y el 'bushido' japonés en la hecatombe nuclear

Los libros 'Historia total de la Segunda Guerra Mundial' y 'Victoria 1945', publicados este año en España, profundizan en la cadena de motivos que culminó en el desastre. 

Más información: Lee aquí 'Una luz como en el fondo del mar', el primer testimonio literario sobre la catástrofe de Hiroshima

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Con Adolf Hitler ya muerto e incinerado y el frente occidental resuelto, la reunión de los líderes aliados en la conferencia de Potsdam en julio de 1945 tuvo dos fines. Por un lado se esbozó la Europa de posguerra, delimitando las nuevas fronteras y zonas de influencia. Por el otro, se emitió un ultimátum al único país del Eje que todavía plantaba cara

"Las fuerzas que convergen en este momento en Japón son inconmensurablemente mayores que las que provocaron, frente a la resistencia de los nazis, la devastación del suelo, de las industrias y de la forma de vida de todo el pueblo de Alemania. La aplicación de toda nuestra potencia militar, sostenida por nuestra determinación, implicará la total destrucción de los ejércitos japoneses y también, de manera inevitable, el completo arrasamiento del territorio japonés", advertían Estados Unidos, China y el Reino Unido en una declaración publicada el 26 de julio que no estaba firmada por Stalin

En el 80 aniversario de la paz que trajo un nuevo paradigma sociopolítico a todo el globo, son muchos los libros que se han publicado abarcando distintos asuntos del conflicto. De entre esta montaña de novedades, Victoria 1945 de James Holland y Al Murray (Ático de los Libros, 2025) e Historia total de la Segunda Guerra Mundial de Olivier Wieviorka (Crítica, 2025) ofrecen profundísimas y complementarias miradas sobre los últimos días de la contienda. En ambos casos, los autores coinciden en poner la lupa en los motivos que llevaron a Estados Unidos a arrojar las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. 

En estos dos trabajos, recientemente publicados en España, se dirige la mirada hacia la antes citada declaración de Potsdam para encontrar las razones detrás de los ataques nucleares. Se trataba de un ultimátum agresivo que prometía "eliminar para siempre la autoridad y la influencia de quienes han engañado y gobernado con incompetencia al pueblo japonés al embarcarlo en la conquista del mundo".

Quedaba en duda a qué autoridades se referían desde Potsdam. Sin precisarlo en ningún momento, el texto invitaba a pensar en el derrocamiento de Hirohito, el emperador japonés que era venerado como un dios. Su deposición era impensable, con lo que un ultimátum que sugiriera algo así obligaba a los dirigentes nipones —cuya seguridad también se veía seriamente amenazada— a rechazarlo. 

Fotografía tomada después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima por el piloto del Enola Gay, Paul Tibbets, el 6 de agosto de 1945.

Fotografía tomada después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima por el piloto del Enola Gay, Paul Tibbets, el 6 de agosto de 1945.

Una traducción complicada

Aun así, los Seis Grandes —un consejo de seis líderes nipones sobre quienes recaía el mando supremo en la guerra en curso— tenían opiniones encontradas sobre cómo responder al ultimátum. Finalmente, decidieron, con cuatro votos a dos, rechazar los términos propuestos. 

A raíz de esto, el 28 de julio, el Primer Ministro Suzuki utilizó la palabra mokusatsu para referirse a la declaración del enemigo frente a los periodistas. Nunca quedó claro qué quería decir el dirigente con esta expresión, que puede significar "muerte silenciosa", pero también "sin comentarios". Quizás quiso ser precavido y ganar tiempo. Sin embargo, con la traducción que la Dōmei Press ofreció al mundo y que se nos facilita en Victoria 1945, apenas quedó lugar para matices: "El gobierno japonés ignorará esta declaración, y estamos decididos a continuar nuestra amarga lucha hasta el final". 

Portada de 'Victoria 1945', de James Holland y Al Murray (Ático de los Libros, 2025).

Portada de 'Victoria 1945', de James Holland y Al Murray (Ático de los Libros, 2025).

Sea como fuere, lo cierto es que una vez que salió esta traducción a la luz, ninguno de los líderes rechazó la postura oficial de Suzuki. Era una respuesta lapidaria al "no toleraremos demora" de la declaración enemiga.

Rusia y el bushido

Japón moriría con las botas puestas. Era, después de todo, el país del bushido, el camino del guerrero en el que la rendición era una vergüenza que manchaba todo un linaje. Para algunos, la lucha hasta el final frente a Estados Unidos y el resto de potencias significaría una muerte honorable colectiva que, si bien borraría al Imperio del Sol Naciente de la faz de Tierra, también la haría pasar a la eternidad de la Historia gracias a su admirable sacrificio y su negativa a plegarse a la voluntad del enemigo. 

Pero había algo más detrás de esta obstinación. Los japoneses esperaban cambiar las tornas en la futura batalla por Kyūshū —una de las grandes islas principales de Japón—. Una victoria de tal magnitud dejaría a Japón en una posición mucho más favorable a la hora de negociar los pormenores del acuerdo de paz, sin vencedores ni vencidos. 

"Si podíamos derrotar al enemigo en Kyūshū o infligirle pérdidas descomunales que lo obligasen a tener en cuenta el recio espíritu combativo del Ejército y el pueblo japonés, sería posible, o eso era lo que esperábamos, poner fin a las hostilidades en unas condiciones relativamente favorables", recordaba el teniente coronel Seizo Arisue, según recoge Wieviorka en Historia total de la segunda guerra mundial.

Portada de 'Historia total de la Segunda Guerra Mundial', de Olivier Wieviorka (Crítica, 2025).

Portada de 'Historia total de la Segunda Guerra Mundial', de Olivier Wieviorka (Crítica, 2025).

"Unos soñaban con conservar una parte de sus conquistas (Corea o Taiwán, sobre todo) y otros esperaban evitar una ocupación cruel, mantener el tono imperial y conseguir que los criminales de guerra fueran juzgados por tribunales nipones", continúa Wieviorka. 

En este aspecto jugaba un importantísimo papel, aunque suene contradictorio, la mediación soviética. Japón y la URSS habían firmado un pacto de no agresión en 1941 que tenía una duración inicial de 5 años. Algunos líderes nipones esperaban que este acuerdo sirviese para que, una vez demostrada la férrea resistencia japonesa en Kyūshū, se lograran unos términos favorables para el país.  

Otros, incluso, como hiciera Negrín en el contexto de la guerra civil española —cuando trató de alargar el conflicto intuyendo el advenimiento de la guerra en Europa—, preveían el conflicto que estaba por venir entre los estadounidenses y los soviéticos. Resistir podía significar conseguir una posición más favorable en el futuro tablero de juego

Pero hacía tiempo que Stalin ya se había decidido a invadir los territorios ocupados por Japón colindantes con la frontera rusa. Ya en Yalta había prometido a sus aliados que participaría en la guerra del Pacífico "tres meses después de acabar con Hitler". La fecha, aunque arbitraria, no andaría desencaminada. 

Prevención y revanchismo

Finalmente, dos bombas de una potencia inimaginable cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto, arrasando las ciudades y segando la vida de entre 150.000 y 220.000 personas. Muchos de los cuerpos no se encontraron jamás porque fueron literalmente volatilizados, de ahí la poca precisión de las cifras. La primera se lanzó para enseñar al enemigo presente y futuro la nueva arma que habían logrado desarrollar. La segunda, para demostrar que tenían capacidad para producir más. 

Desde Estados Unidos se alegaron varios motivos para justificar el empleo de las armas nucleares. Por un lado, resultó como obvia respuesta a la resistencia a ultranza de los japoneses. Así lo argumentó Paul Tibbets, el comandante encargado de pilotar el Enola Gay el 6 de agosto: "Sí, vamos a matar a mucha gente, pero vamos a salvar muchas más al no tener que invadir Japón". 

Por otra parte, los estadounidenses tampoco podían olvidar lo sucedido en Pearl Harbor (1941) y en crímenes de guerra como el de la Marcha de la Muerte de Bataan (1942). Todavía existía un revanchismo rampante en la sociedad norteamericana de aquel entonces. "Cuando te enfrentas a una bestia, tienes que tratarla como una bestia", declaró el mismo Presidente Truman. 

El emperador Hirohito anunció el 15 de agosto la rendición a sus súbditos, que lo escuchaban por primera vez a través de la radio: "Aun cuando todo el mundo ha dado lo mejor de sí, pese a los valerosos combates librados por nuestras fuerzas de tierra y navales, a la diligencia y la asiduidad de nuestros funcionarios públicos y a la abnegación de nuestros cien millones de súbditos, la guerra no ha evolucionado necesariamente a favor de Japón, mientras que las tendencias generales predominantes en el mundo se han vuelto todas contra sus intereses".

Y continuaba: "Además, el enemigo ha empleado una nueva bomba de una crueldad extrema cuya capacidad de destrucción es incalculable y que puede acabar con numerosas vidas inocentes. Si seguimos combatiendo, podemos esperar no ya el hundimiento de la nación japonesa, sino la extinción total de la civilización humana. En esta situación, ¿cómo salvar a nuestros numerosos súbditos? ¿Cómo redimirnos ante los espíritus de nuestros ancestros imperiales? Esta es la razón por la que hemos dado orden de aceptar las condiciones de la Declaración Conjunta de las Potencias". 

Pero, según Wieviorka, las armas nucleares estadounidenses no explican por sí solas la rendición japonesa. Horas antes de que la segunda bomba cayera sobre Nagasaki, Stalin había movido ficha. Viendo que la guerra tenía los días contados, la URSS se apresuró a reclamar por la fuerza varias regiones colindantes con su frontera. Tras la declaración de guerra formal a la nación nipona el 8 de agosto, un despliegue masivo de medio millón de soldados soviéticos armados hasta los dientes gracias a la Ley de Préstamo y Arrendo estadounidense entró por varios puntos de territorios ocupados por los japoneses. 

El propio Hirohito lo había advertido el 9 de agosto, días antes de la rendición formal: "La Unión Soviética nos ha declarado la guerra y ha comenzado hoy mismo las hostilidades. Por ello se hace necesario estudiar y decidir el fin del conflicto". Los japoneses se agarraron al clavo ardiendo ruso hasta el final. Con la esperanza puesta en ellos, decidieron mantener las hostilidades. No podían imaginar la calamidad a la que se enfrentarían días después. ¿Cómo hacerlo?