Una escena de 'Um adeus mais-que-perfeito'. Foto: Rui Mateus

Una escena de 'Um adeus mais-que-perfeito'. Foto: Rui Mateus

Teatro

Del Tajo al mundo: el Festival de Almada revalida un año más su trono en la escena lusa

Obras internacionales y producción local confluyen en esta nueva edición de la importante cita teatral portuguesa en la que ha brillado el montaje de Els Joglars 'El rey que fue'.

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El Festival de Almada ya lleva 42 años importando al municipio del sur del estuario del Tajo un surtido de piezas internacionales que lo ha acabado por convertir por méritos propios en uno de los epicentros fundamentales de la escena teatral lusa. Fue en 1984 cuando, después de una década de ebullición cultural tras la caída del régimen del Estado Novo en 1974, el director escénico Joaquim Benite lo fundó con el objetivo de ofrecer "um pouco de tudo".

Benite, personaje ilustre del teatro moderno luso y hombre detrás del estreno de José Saramago en el teatro, fue, años antes, el fundador de la Companhia de teatro de Almada. Fue esta la troupe sobre la que se construyeron los cimientos del festival y es, claro, una de las marcas indispensables en el evento aun a día de hoy.

Porque, más allá de las creaciones extranjeras, también la "elaboración local" cumple un papel fundamental en Almada. Es, de hecho, uno de los sellos sin los que sería imposible comprender esta importante cita escénica que, tras la muerte de Benite en 2012, dirige el también director escénico Rodrigo Francisco. A lo largo de los catorce días que dura el festival, distintas compañías de todo el territorio portugués se diseminan por varios puntos de Almada y sus alrededores, también Lisboa, trayendo sus montajes más recientes.

Son de esta naturaleza la mayoría de obras que se han podido disfrutar este pasado fin de semana en el festival almediense. Precisamente la Companhia de Teatro de Almada traía al Teatro Municipal Joaquim Benite un montaje firmado por la directora Teresa Gafeira. Se trataba de Um adeus mais-que-perfeito, un texto basado en la novela Una desgracia impeorable de Peter Handke, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2019.

La palabra frente al luto

En la obra de Handke, el autor austríaco metía las manos hasta el codo en las entrañas de la muerte de su madre, que se había suicidado semanas antes ingiriendo un cóctel de medicamentos de todo tipo. Para reconciliarse con este episodio, el escritor desmenuza la vida de su progenitora, reconstruye los posibles motivos que la llevaran a aquella conclusión fatal y, finalmente, llega a un ajuste de cuentas con la recordada.

En la adaptación almadiense esa inmersión en la vida de una madre se realiza no a través del discurso de un descendiente, sino de dos. Una dupla fraterna que mediante el diálogo —con el hermano que le acompaña en la pena, pero con ellos mismos también en un encadenamiento de soliloquios algo abusivos— tratan de superar el trauma familiar.

El de Gafeira es un montaje parco en utilería. En escena únicamente nos encontramos a ambos hermanos —vestidos de forma idéntica, con un estilo pulcro cercano a los antiguos atuendos de la rama puritana del cristianismo— y algún detalle nimio de atrezo —alguna foto de la madre sobre un mueble auxiliar, un par de sillas—. Los actores tampoco se explayan en gestos ni ningún tipo de exceso interpretativo.

Por lo dicho, el peso de la obra se reconcentra en el texto. La palabra de Handke es poderosa, y más que suficiente para otorgarle al montaje una indudable altura escénica. Gracias a ella, acompañamos a los dos hermanos en un viaje catártico de comprensión de la madre que los ha abandonado.

Surge un problema, eso sí. En la mayoría de obras que encontramos en la nómina de este festival, una amplia mayoría de ellas ofrecen unos sobretítulos muy habituales (y necesarios) en las citas de esta índole. Ocurre, sobre todo, en las obras extranjeras, pero también en algunas producciones locales. Una apuesta más que lógica teniendo en cuenta el carácter internacional de esta clase de citas, que aspiran a recibir a una grey de otros países en sus salas. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos, y entre ellos se encuentra Um adeus mais-que-perfeito. Una cuestión que, teniendo en cuenta la apuesta all-in por el texto que realiza Gafeira, complica la apreciación del espectáculo como lo merece.

Al mismo problema se enfrenta As aves, la producción traída por la compañía de Oporto Mala Voadora. Jorge Andrade dirige esta adaptación de la comedia homónima de Aristófanes. En ella, dos atenienses salen de su polis en busca de un hombre al que le han crecido alas, convencidos de que les puede llevar a una ciudad utópica habitada por aves. Cuando llegan allí, uno de ellos empieza a ejercer un autoritarismo que recuerda a lo que han dejado atrás.

Una escena de 'As aves'. Foto: Festival de Almada

Una escena de 'As aves'. Foto: Festival de Almada

El montaje de Andrade, por suerte, distribuye su atención en diferentes cestas, por lo que sale mejor parado en el pecado que comparte con Um adeus mais-que-perfeito. Es una obra que, sin renunciar a lo textual, cuenta con una acción en escena que facilita el seguimiento de la trama para los que no comparten el idioma de la representación.

Siguiendo con las producciones portuguesas, la compañía lisboeta Arena Ensemble ha traído a los escenarios del Festival de Almada A colónia, de Marco Martins. Esta vez sí, con sobretítulos en inglés y portugués, nos enfrentamos a la agridulce historia real de los hijos de los represaliados y secuestrados por la PIDE durante la dictadura salazarista.

Es esta una obra que realiza un verdadero despliegue de efectos escénicos de todo tipo. Para contarnos las vivencias de los muchachos que fueron trasladados a una colonia juvenil en la que, después de haber vivido recluidos con sus padres durante años, por primera vez pudieron disfrutar de la vida, Martins compone un elenco que mezcla actores profesionales y amateurs.

De entre estos últimos destaca un grupo de muchachos adolescentes que inauguran la obra contando al público su perspectiva sobre qué es la libertad —un verdadero bombardeo de lugares comunes—. Participarán los jóvenes en varias ocasiones, casi siempre con exabruptos emocionales —gritos, bailes, espasmos— un tanto incómodos y fuera de lugar.

En general, la obra carece de la elegancia para relatar un asunto tan sensible como este con la solvencia que requiere. Se esfuerza por expresar de mil formas los sentimientos que el espectador debería sentir, sin encontrar su lugar en ningún momento. A veces, sencillamente, menos es más.

En el apartado internacional, una de las mayores atracciones de este año ha venido de la mano de la compañía catalana Els Joglars. Han traído de vuelta a la capital del teatro portugués El rey que fue, obra que vio la luz en Zaragoza a finales de 2023.

Una escena de 'El rey que fue'. Foto: Festival de Almada

Una escena de 'El rey que fue'. Foto: Festival de Almada

Albert Boadella alumbra con esta producción una sátira de altísima calidad del rey emérito, al que vemos en un yate en medio del Golfo Pérsico. Ramón Fontseré es quien encarna —con una perfección pasmosa— a Juan Carlos I. Con un humor que hizo las delicias del público portugués, se construye la figura de un rey fundamental para nuestro país que está sufriendo las consecuencias de sus propios errores.

Nos encontramos en la obra con varias escenas en las que el monarca alza la voz reivindicando sus motivaciones, repasando su pasado, tratando de construir algo próximo a una justificación. Pese a todo, el resto de personajes le desmontan el argumento con chanzas de todo tipo, sin ceder a su autocompasión.

En este sentido, es digna de aplauso la figura del "bufón" del rey, quien, se sugiere, es hijo ilegítimo del emérito. Declamando una larga cadena de citas del Rey Learobra shakespeariana que, no es casualidad, tiene como protagonista a un rey que abdica en su hijo y, tiempo después, echa en falta los privilegios que ostentaba— acribilla al monarca con la munición que solo se le permite utilizar al bufón: la verdad. Y la verdad, en El rey que fue, es desternillante.