
María Fernández y Daniel Ramos en un momento de 'Romance sonámbulo'. Foto: Eduardo López
El mundo onírico de Lorca se baila: Antonio Najarro y Alberto Conejero estrenan 'Romance sonámbulo'
A partir de los versos más misteriosos del poeta del 27, el director y coreógrafo y el dramaturgo presentan su espectáculo danza en el Teatro Español.
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Lorca, que te quiero Lorca... Desde Los Ángeles, donde acabade coreografiar la ópera Ainadamar de Osvaldo Golijov, basada en la vida del poeta y dramaturgo granadino, Antonio Najarro (Madrid, 1975) aterriza en Madrid para presentar Romance sonámbulo, un nuevo espectáculo que, a partir de los versos de Lorca, explora en las raíces de la danza española.
Le acompaña, en la dramaturgia, otro viejo conocedor del poeta, Alberto Conejero (Vilches, 1978) –La piedra oscura, El sueño de la vida...– con el que ya había coincidido en Electra, cuando Najarro dirigía el Ballet Nacional de España. Inspirado en los misteriosos versos de Diván del Tamarit, cuenta el propio Conejero que fue “durante el proceso de la dramaturgia cuando, de pronto, algunos de los poemas empezaron a imantar a otros hasta que al final se convirtió en una suerte de antología de los versos nocturnos, lunares y misteriososde Lorca”.
En medio de aquel embrujo, Romance sonámbulo se acabó convirtiendo en el cuarto de sus cinco cuadros. Y ahora, “es el eje principal del espectáculo –explica Najarro–. Pero, ciertamente, la dramaturgia repasa una selección de poemas lorquianos a los que aportamos una interpretación y una estética muy diferentes a lo visto anteriormente en espectáculos de danza española basados en ellos”.
Lejos de estas otras propuestas, continúa, “más costumbristas y terrenales –descriptivas de Granada–, nosotros le hemos dado una vuelta y hemos presentado su lado más onírico y de fantasía, de ensueño y misterio, relacionado con la noche y la luna, las cuevas del Albaicín...”.
Así es esta propuesta que ambos estrenan el 11 de abril en el Teatro Español, donde coincidirá además con un Diván del Tamarit muy distinto, dirigido y versionado por Abel Ferris, y que podrán verse hasta el día 20. Desde el Lorca niño al más maduro, pasando por su adolescencia, este espectáculo, advierte Conejero, no es un ballet argumental.
“Más bien, he tratado de generar una heterogeneidad que permitiera a Antonio y a sus bailarines desplegar toda la potencia y el talento que tienen. El propio Lorca es, lógicamente, el hilo conductor y él es el que atraviesa junto a estos versos toda la obra. Pero no hay, digamos, una pretensión biográfica o narrativa de contar su vida, sino que asistimos al proceso de creación de esos poemas”.
Al completo servicio de la danza, en Romance sonámbulo nos encontraremos todos los poemarios del autor del Romancero gitano. “Desde Libro de poemas hasta Sonetos del amor oscuro, están todos –prosigue–. No es un recital al uso, ilustrado con danza. Algunos versos se han convertido en el sustrato para el espectáculo, están detrás, pero los más lorquianos los van a reconocer”.
El misterio y la sensualidad de la noche, el embrujo y la belleza de la palabra envuelven esta propuesta donde, según señala Najarro, “nos adentramos en el mundo más onírico de Lorca, donde la luna tiene una gran cabida estética e interpretativa, aparecen también personajes imaginarios...”.
Con proyecciones de Emilio Valenzuela inspiradas en los dibujos del poeta que recrean las calles de Granada, la Alhambra, los jardines nocturnos o las cuevas del Albaicín, “sus trazos son muy cuidados y sus transiciones nos llevan de un mundo a otro mientras cambiamos de poema, con unos colores característicos en perfecta conjunción con el vestuario”, diseñado por Yaiza Pinillos y donde los personajes “que son los sueños y pensamientos de Federico llevan unas mallas serigrafiadas impresas con su simbología”.
“Aportamos una interpretación y una estética a los poemas de Lorca muy diferentes a lo visto anteriormente en danza”. Antonio Najarro
La música de José Luis Montón, interpretada en directo por Thomas Potiron al violín, Juan Carlos Aracil a la flauta, Josué Barrés a la percusión, el propio José Luis Montón a la guitarra y María Mezcle al cante, completa esta ambiciosa propuesta que recorre todos los estilos de la danza española.
“Los poemas de Lorca son tan especiales y revisitados en música, teatro, danza y otras artes escénicas porque abren la puerta a una interpretación personal”, explica su director. Gracias al amplio espectro que abarca cada poema, “he tenido una facilidad absoluta para darle un toque más de danza contemporánea, de escuela bolera, de danza estilizada, por supuesto de flamenco, y también de folclore español, a través de fandangos de Granada, de unas zambras que hacen referencia a las cuevas del Albaicín... Incluso de ballet clásico español”.

Un momento de 'Romance sonámbulo'. Foto: Eduardo López
En cuanto a Montón, reconoce que le ha ayudado mucho a colorear cada uno de los cuadros. “En algunos números hay referencias a compositores ilustres como Debussy, como en el de Lorca niño, donde utilizo la danza neoclásica y el ballet clásico; por supuesto, también referencias flamencas pero cercanas a sonidos clásicos”.
Un espectro sonoro variado del que el director destaca la “magnífica” composición de los jinetes heridos. “Aquí hay gran protagonismo de las percusiones y hemos usado unas chácaras, unos instrumentos parecidos a las castañuelas, pero diferentes en su forma y en la manera de tocar. Proceden de la isla de La Gomera y suenan exactamente como los cascos de los caballos al galopar. Este número tan potente hace referencia a una farruca, donde los cuatro bailarines solistas que interpretan a los jinetes heridos tocan estas chácaras y se convierten a la vez en caballos y en jinetes”.
Interpretado por 13 bailarines, liderados por Daniel Ramos en el papel de Lorca, la mezcla de culturas a la que alude expresamente el Diván del Tamarit tiene su reivindicación en Romance sonámbulo.
“Es un poemario que está atravesado por lo heterogéneo –señala Conejero–, en el que convergen desde las jarchas mozárabes hasta nuestra lírica popular, y eso se va a ver en el montaje, tanto en la danza como en la partitura, donde vamos a comprender cómo estamos formados por la mezcla. Somos el resultado de muchos encuentros, a veces más felices, otras más complicados o incluso hostiles. Pretender la pureza en pleno siglo XXI es una aprehensión absolutamente equivocada y abocada al fracaso”.