Image: Francisco Nieva o el artista total

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Teatro

Francisco Nieva o el artista total

18 noviembre, 2016 01:00

Francisco Nieva. Foto: Chema Conesa

Otra vez un maestro y amigo que nos deja. Este año está siendo muy duro con el pensamiento teatral español. Nos dejó Monleón y ahora Nieva. Sin duda fueron en mi adolescencia teatral mis dos y únicos maestros. Por azares de la vida, a comienzos de los 70 yo era un alumno de la RESAD y al único profesor que respeté de verdad fue a Paco. Luego Monleón nos juntó en el Consejo de Redacción de Primer Acto y ya, desde entonces, nuestra complicidad fue total.

Paco no hacía mucho que había vuelto de Europa. Era un verdadero ilustrado y, para aquella época gris del tardofranquismo, un iluminado. Su presencia, sus análisis, sus lecciones, sus escenografías nos arrojaban luz. Luego empezó a estrenar sus textos, que yo ya había leído, y que fueron toda una sorpresa, una irrupción de aire fresco en las carteleras madrileñas. El rayo colgado, La señora Tártara, Delirio de amor hostil y un poco más tarde aquel Corazón de harpía que tuve el honor de coproducir con el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y su compañía para el escenario de la desaparecida Sala Olimpia.

A Nieva le tengo que estar agradecido por muchas cosas, pero sobre todo por la confianza que puso en mí cuando dirigí Nosferatu y ya en el 2015 cuando, estoy seguro, plantea a la dirección del CDN que monte una obra suya en las tablas del María Guerrero. Ahí fue nuestro reencuentro. Ahí, junto a su entrañable compañero José Pedreira, discutíamos sobre títulos posibles. Él me mandó varios textos pero yo tenía una obsesión desde hacía mucho tiempo: montar Salvator Rosa o el artista, que me parecía un texto de una brillantez y actualidad inusitada. Y aceptó mi propuesta y yo fui feliz cuando además pude contar con un reparto cómplice con el que en parte ya había trabajado en Nosferatu y en parte habían estado en otras puestas del mismo Nieva. Un elenco maravilloso de actores, una escenografía de Trotti totalmente ‘nieviana', una coreografía de Mónica Runde, la iluminación de Cornejo y los trajes espectaculares de Rosa Andujar. ¡Qué placer recordar aquellos días de ensayo!

Fue un vanguardista escénico, un romántico, un anarquista, un neoclásico, un hombre del renacimiento y, sobre todo, una persona con sentido del humor y humanidad"

Recuerdo también las puestas de otros grandes textos de Paco, Pelo de tormenta en 1977 montado por Pérez de la Fuente o La carroza de plomo candente de la mano de José Luis Alonso, uno de sus grandes defensores. Todas estas reseñas que escribimos con la noticia del fallecimiento aún más reciente suelen ser más pasionales que analíticas. Porque, además, hablar de la figura de Nieva es hacerlo del artista total. Su sensibilidad para la expresión plástica y de la palabra le llevó a transitar por todos los caminos del Arte. Aún recuerdo la fascinación que me produjo en el 75 callejear con él por los vericuetos de los canales venecianos para llegar al Palacio Fortuny. Cuando me explicaba sus inventos, el diseño de sus trajes y su vocación por todo lo artístico se me confundían las figuras de los dos artistas. Y, al salir, en una cafetería me descubrió el exquisito dulce italiano llamado ‘Zuppa inglese'.

En los palcos del María Guerrero, cuando nos visitaba para ver algún ensayo de Salvator, me quedaba con él y le preguntaba cosas sobre sus tiempos parisinos que él recordaba con una memoria prodigiosa. Me hablaba de Ionesco, de Brecht, de Genet o de los grandes pintores de aquella postguerra en París. De todos bebió, de esa vanguardia culta y europea tan diferente de la banalidad actual.

Pero también hablábamos de los clásicos que él tanto amaba. De su espíritu cervantino y de aquella puesta suya, tan sugerente, de Los baños de Argel. Sin duda el "enseñar deleitando" o ese concepto de cultura popular, nada populista, que reivindicaba en las entrevistas que hacía para el estreno de Salvator.

Creo que fue un vanguardista escénico (en el concepto histórico), un romántico en su concepción del mundo, un anarquista en su visión política, un neoclásico en su modo de juntar estilos, un hombre del renacimiento en su bagaje cultural y, sobre todo, una gran persona llena de sentido del humor y humanidad.

Tuvo muchos premios a lo largo de su vida, se le reconoció como Académico, se publicaron sus obras, tuvo múltiples exegetas, pero tengo la impresión de que, aún con todo, el entramado sociopolítico del teatro español no ha acabado de valorar la excepcionalidad su gran obra. Como lo hablé con él, estoy seguro de que Paco habría cambiado muchos de esos grandes Premios, como el Premio Nacional de Teatro, el Premio Príncipe de Asturias o el Valle-Inclán, por haber realizado su sueño de haber mantenido en el tiempo su propia compañía FRANCISCO NIEVA. No fue posible. Aún queda un debate abierto en las estructuras del teatro español en democracia en torno a por qué las instituciones públicas a largo de ya de bastantes años y de sucesivos gobiernos de distinto signo no han sido capaces de abordar otros modelos, como sí existen en Francia o en Inglaterra, de teatros y compañías semipúblicos que hubieran creado otra vitalidad en la escena española contemporánea.

Aún estamos a tiempo de reflexionar sobre el legado artístico y conceptual de Nieva. No nos quedemos en homenajes efímeros. Leamos su lección de compromiso con el Arte como un auténtico regalo a la construcción de un pensamiento teatral español progresista y renovador.