Teatro

Llega el I Premio Valle-Inclán

Los finalistas escriben su reivindicación antes de su fallo el próximo lunes

22 marzo, 2007 01:00

Buenos tiempos para el teatro. Buenos tiempos para apoyarlo (desde cualquier instancia), para disfrutarlo, para creernos que somos una potencia teatral, para fidelizar la platea, para reivindicar el inmenso talento de nuestros autores, directores y actores, para perdernos en ese ritual único e irrepetible. Para ir, sin más. Con estas reivindicaciones los doce finalistas del Premio Valle-Inclán de Teatro -organizado por El Cultural, auspiciado por El Mundo y patrocinado por la Fundación Feima- calientan motores para la gala del próximo día 26 en la que se dará a conocer el ganador por un jurado que preside el escritor y académico Francisco Nieva. Sus palabras nos sirven, además, para celebrar el Día Mundial del Teatro, un día después, y para arropar eventos como la Noche de Max Estrella o la Noche de los Teatros. El Premio busca reconocer en estos doce grandes de la escena el acontecimiento teatral del año en Madrid. Y será, como dice Luis María Anson en nuestra Primera Palabra, "reñidísimo". Tal es la altura y la excelencia del listón puesto por los finalistas: Albert Boadella (Controversia del toro y el torero); Ernesto Caballero (Sainetes); Belén Fabra y Juan Echanove (Plataforma); Nuria Espert y José Luis Gómez (Play Strindberg); Celia Freijeiro (El color de agosto); Irina Kouberskaya (El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte); Paloma Pedrero (Beso a beso); Juan Carlos Pérez de la Fuente (El mágico prodigioso); Julieta Serrano (Divinas palabras); y Aitana Sánchez-Gijón (Cruel y tierno). Cerramos este gran homenaje al teatro proponiendo a nuestros lectores un divertido e irónico juego escénico de la mano de Ignacio García May.

Menos inflación
Albert Boadella


La intervención directa de las instituciones estatales, autonómicas y municipales en el teatro Español contemporáneo viene causando unas contrapartidas que superan largamente las ventajas. Los organismos públicos utilizan su patrocinio para la promoción personal, y ello ha supuesto la exhibición de un teatro atenazado por la idea de gustar al político. Además del agravio comparativo que representa para el sector privado, se trata de una escena inflacionada porque no tiene vínculos con el valor real en el aspecto económico ni tampoco en relación a las necesidades de los ciudadanos. Dentro de la minoría que ya supone el público teatral, esta política ha significado reducirla aún más, al orientar la programación hacia una élite de influencia social y mediática para seguir contentando a las instituciones.

Invoco el apoyo del público
José Luis Gómez


Ante todo, quisiera reivindicar que se deje de cuestionar si el teatro está vivo y que entre todos le demos vida, lo animemos. Vivimos rodeados de nuevas vías de comunicación, tecnologías que irónicamente se interponen en el contacto entre personas. En este tiempo pues, el teatro, cuya esencia estriba en la comunicación inmediata, puede ser el punto de encuentro y de transmisión de ideas y emociones. Para que así sea, necesitamos confianza y apoyo incondicional. Al margen de una imprescindible política de subvenciones por parte de la Administración, invoco el apoyo del público. Que los espectadores se apropien del teatro, que exijan calidad, que dialoguen con los escenarios y nos nutran con su entusiasmo, que es el verdadero germen del teatro.

La vida está en el escenario
Julieta Serrano


Que haya muchas iniciativas como ésta. Y que la Administración apoye el teatro. En el escenario se escenifica el alma de la vida. La vida está en el escenario, en comunicación directa con el ser humano, que tiene una necesidad de expresión que nos hace reflexionar sobre todas las cosas. Hay que apoyar al teatro en todo, ayudarlo, comprenderlo y amarlo. Porque el teatro no es sólo imprescindible para los actores. Lo es para todos, para los espectadores a los que les conmueve el espíritu y les llega a lo más profundo del alma lo que están viendo desde un escenario. Yo también soy espectadora, yo también me he aburrido en el teatro, pero cuando he asistido a una buena obra me he sentido como si tocara el cielo, como si hubiera recibido una sacudida impresionante que me hace vivir y entender. Hay que ir al teatro a menudo, no decir "yo ya fui una vez". Al fútbol, que siempre tiene el mismo argumento, aunque cambie la forma de jugarlo, la gente no deja de ir por ese motivo. Hay que ir al teatro continuamente y no dejarlo morir. Hay que apoyarlo y gastar más dinero en el teatro y menos en armas.

Ya está bien de crecimiento cero
Juan Carlos Pérez de la Fuente


A los políticos de cualquier signo: Un mayor compromiso con el teatro, ¿les suena esta sacrosanta palabra? Y que inevitablemente se ha de traducir en una mayor dotación presupuestaria. Ya está bien de crecimiento cero para la cultura. Exenciones fiscales. Porque somos un bien cultural ¿o no? Más objetividad a la hora de otorgar ayudas. El teatro es bueno o malo, independientemente de que quien lo produzca, dirija o interprete y esté más o menos cercano al partido que gobierne. Una mayor presencia en los medios de comunicación de titularidad pública o privada, nacionales o autonómicos: programas de difusión, debates... ¿Y la publicidad? ¿No hay espacio suficiente en nuestras ciudades para que los ayuntamientos apoyen la difusión del teatro, el privado y el público? ¿Y los patrocinios? ¿Hasta cuándo el teatro seguirá siendo el pariente pobre? Al sector: más unidad. Sólo si nos mantenemos unidos por encima o por debajo de intereses particulares, podremos conseguir mejoras que beneficien a todos.

Mayor atención estatal
Nuria Espert


N ecesitamos y merecemos más medios y atención estatal. Me imagino que será coincidir con muchos compañeros en esta encuesta. Así que mi reivindicación la dirigiría a la familia teatral: no permitamos que nuestros proyectos y resultados estén por debajo del talento y capacidad que sin duda poseemos. Estamos en el 2007 y llevamos 32 años de democracia.

Hay que olvidar los complejos
Ernesto Caballero


España ha sido y es una potencia teatral, y esto nos asusta. Por eso mi primer deseo es que terminemos de creérnoslo y abandonemos de una vez esa actitud acomplejada que nos hace estar aludiendo permanentemente a modelos idealizados de nuestros vecinos. Sí, me gustaría que tomásemos conciencia de esta circunstancia antes que nada los profesionales de la escena, generalmente instalados en un feroz individualismo y que en cambio consideráramos nuestra actividad como uno de esos juegos de suma no nula donde el éxito no implica necesariamente la derrota o el fracaso de nadie. Este individualismo tan nuestro se hace particularmente nocivo en los responsables culturales. Esta es a mi juicio la principal rémora de nuestra escena: las políticas culturales (como sucede en el ámbito de la política en general) se llevan a cabo sin ninguna voluntad de complementar lo que otros hacen o plantean; muy por el contrario, aquí cada institución, cada comunidad, cada ayuntamiento, cada barrio (no digamos ya cada partido político)... se afana por distinguirse del resto del universo organizando eventos culturales de una obstinada singularidad casi siempre a la contra del rival. Esta política de desguace nos está haciendo perder muchas oportunidades a pesar de nuestro extraordinario potencial. Mi reivindicación consistiría, pues, en que olvidásemos un poco nuestro exacerbado hecho diferencial en consonancia con una de las funciones primordiales del teatro: escuchar y atender las razones de los demás para asentar las nuestras con mayor consistencia.

Teatro de batalla
Aitana Sánchez Gijón


Reivindico el teatro por la función que tiene para el individuo en una sociedad como la actual, tan necesitada de espacios que le creen preguntas. Creo en y reivindico el teatro que sirve un poco como revulsivo intelectual, emocional, cultural y social. Esto es algo necesario para mí en el teatro y, me parece, que también para el resto de las personas. Pero, por supuesto, también reivindico el teatro al que vas un día que no quieres meterte en profundidades, porque estás hecho polvo, un día en el que sólo quieres entretenerte, sin más. Si es así, pues acude al teatro y ¡viva el entretenimiento! Aunque yo como actriz necesito sentir un compromiso muy fuerte hacia lo que estoy haciendo. Me gusta el teatro de batalla, el teatro en que te la juegas como si salieras al ruedo y te enfrentaras con un Miura. Ese es el teatro que yo reivindico y el que me gustaría que hubiera más en los teatros españoles.

Un recuerdo a Jesucristo
Belén Fabra


Pasan los años y nos seguimos haciendo la misma pregunta; ¿qué necesita nuestro teatro? ¿Será que no hemos encontrado una respuesta satisfactoria? Y de repente me imagino al teatro convertido en ser humano. Me recuerda a Jesucristo, es decir, a la imagen colectiva que hemos creado de Jesucristo, en resumen, un hombre interesante…y aunque se me ocurren muchas posibilidades, me limito a preguntarle qué piensa de nosotros, y me dice que hace tiempo que conocemos la respuesta, y la imagen desaparece dejándome con la duda. Así que me veo obligada a seguir imaginando. Creo que en algunos casos se reiría de nosotros, en otros con nosotros; seguramente muchas veces aplaudiría con fuerza, incluso podría llegar a gritar ¡bravo!…Es probable que se preguntara por qué siempre se ven las mismas caras en el escenario y en el patio de butacas. Tal vez se indignara por el despilfarro de algunos y la precariedad de otros. Así que únicamente me queda suponer, que lo que necesita nuestro teatro es que lo tratemos con respeto, y que lo alimentemos como se merece: con compromiso, verdad, imaginación y juego.

Una vuelta a las tablas
Celia Freijeiro


Suscribo las palabras de Ortega y Gasset que, en su Idea del Teatro, nos habla de la relación intrínseca entre el dramaturgo y el actor: una obra de teatro no está completa si no es representada; y del mismo modo un actor teatral no puede llevar a cabo su labor de transmisión sin esa palabra escrita que ambos comparten. Creo que al teatro español le falta juventud y renovación. Atrás quedan los tiempos del teatro de vanguardia y más atrás nuestra profunda herencia teatral. Es la búsqueda de la esencia la que lleva al actor a las tablas, una y otra vez. Reivindico, o más bien invito, a todos aquellos escritores que mediante la palabra escrita se empeñan en poner un espejo frente a la sociedad, a que vuelvan a casa, al origen. Que volvamos juntos a hacer lo nuestro. Porque al fin y al cabo el teatro es, sobre todo, un placer conjunto.

¿Y los Estudios Uno?
Paloma Pedrero


La inteligencia y la pluralidad de criterios. Dicho esto, no pueden ser los políticos, y sus funcionarios, los que decidan y programen los teatros españoles. No funciona que ciertos programadores vitalicios decidan lo que se representa en "sus" teatros. Se generan cosas muy feas. Entre otras, fronteras. Más autores españoles vivos en los escenarios. Sólo con obras y conflictos del presente volveremos a conectar con el público. A ser espejo de la realidad. Y ya que estamos, reivindico el texto teatral como literatura dramática. Su estudio. El placer de leer teatro. El teatro como asignatura de referencia en la escuela. Nuestros niños y jóvenes aprenderán a crear, a empatizar con los diferentes… Mayor sensibilidad de los medios de comunicación. Desgraciadamente lo que no sale en la televisión no existe. ¿Dónde están los tan celebrados Estudios Uno? ¿Y los dramáticos con textos actuales? ¿Y los espacios de divulgación? No comprendo por qué las autoridades se preocupan tanto por el cine en este sentido y dejan el teatro al margen. Los musicales, claro, no lo necesitan. Pero el teatro de autor, el teatro independiente, el teatro crítico, necesita de la buena voluntad de los seres pensantes y pudientes. Y por pedir, qué gozada, pido que nuestras obras lleguen a Cataluña como las de los catalanes llegan a Madrid. Y termino, que me estoy embalando… Una última convicción: reivindico el que las cosas se pueden cambiar. Mejorar. Es cuestión de hacerlo.

¡No hay top-manta en el teatro! Lo que es, es
Juan Echanove


Lo primero que yo pediría en el Día Mundial del Teatro es que pudiéramos distribuir todo este torrente de afectividad hacia el teatro entre los otros 364 días restantes. Pienso que, en este momento en el que vivimos, todos debemos hacer un esfuerzo para valorar y transmitir al público el hecho de que la creación artística que todos los días se lleva a cabo en todos los teatros de nuestro país, no tiene posibilidad alguna de falsificarse. Dicho en otras palabras .....!No hay top-manta en el teatro! En el teatro lo que es es...y no hay más .Es un acto irrepetible, tanto para bien como para mal. Creo que hay que fidelizar al público, que sepa que cada representación se hace para él. La empatía con el público es absolutamente necesaria y para eso tenemos que luchar por él. ¿Cómo? Esforzándonos al máximo por la calidad. Y no porque crea que falta calidad en nuestro teatro. Lo que planteo es que tenemos que dar el 100 por 100. Debemos seguir con un planteamiento autocrítico que sea la base para ofrecer a los espectadores una mayor calidad. Aunque estemos contentos con los resultados, hemos de exigirnos más. Quizá no siempre salga bien, quizá no se asista a la obra que gusta pero hay que hacer que el público tenga la necesidad y la curiosidad de acudir permanentemente.

Emoción e incertidumbre

El próximo lunes 26 de marzo se conocerá el ganador del I Premio Valle-Inclán de Teatro. Esa noche, un jurado formado por gentes de la escena y el periodismo, presididos por Francisco Nieva, revelarán al galardonado -con una escultura de Víctor Ochoa y 50.000 euros- de entre los 12 finalistas. Los candidatos son ocho actores, dos autores y otros tantos directores, aunque a algunos el público los conozca más por otra función escénica que por la que han sido escogidos para el premio -como en el caso de Boadella, seleccionado como actor por Controversia del toro y el torero- . La ceremonia tendrá lugar en el Teatro Real durante el transcurso de una cena en la que los candidatos compartirán con los invitados la incertidumbre y la emoción de la noche. El procedimiento para decidir el ganador será el del sistema Goncourt. De acuerdo con este sistema, el jurado celebra varias votaciones que eliminan al último de cada una de ellas y hace pública la decisión. Así, hasta llegar a una última elección, en la que sólo participan dos candidatos, de entre los que sale el ganador.