Image: Noel Coward, año 100

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Teatro

Noel Coward, año 100

El teatro Fígaro de Madrid estrena “La fiebre del heno”

29 noviembre, 2000 01:00

Comedia en estado puro, ironía con crítica, humor sin resentimiento, pasión con sonrisa. Todo eso y más es el teatro de Noel Coward, una exageración de la vida en la que reír es lo esencial. El Teatro Fígaro de Madrid celebra el centenario del nacimiento del autor británico con La fiebre del heno, un montaje dirigido por ángel García Moreno con todos los ingredientes de su escritura que se estrena el 1 de diciembre.

En un libreto original de principios de siglo encontrado recientemente aparece escrita la palabra "comedia", en mayúsculas, a lapicero y sobre el texto. La letra es la de Coward, y la palabra garabateada, aquello a lo que el autor, actor, director y productor consagró parte de su vida, y prácticamente toda su obra. La fiebre del heno -escrita en 1925- es un texto iluminador en ese sentido, y el montaje que dirige ángel García Moreno subraya ese filón irrisorio, de ingenio tan afilado que resulta cortante. ¿De qué otro modo podría ser la obra de alguien que vio en Wilde a su maestro, que declaró su homosexualidad a pesar del puritanismo de principios de siglo y que fue aceptado por la alta clase británica, la misma que luego él diseccionaba en sus obras para ridiculizarla?

"Su humor traspasa fronteras -dice el director García Moreno-, sigue siendo vigente y actual, más incluso que cuando estaba vivo porque, como todo genio, iba adelantado a su época. ésta es una de sus obras más personales, en las que se concentra lo mejor de su escritura". García Moreno se ha acercado al texto de Coward -su primera gran obra- desde una dirección "sutil" en la que las dobles lecturas se apuntan pero no se explicitan, creando una suerte de divertimento para dar qué pensar. "En la obra al final -dice el director- lo que queda patente es el absurdo del ser humano y de la sociedad en cuando a organización colectiva. él se ríe de ella de forma inteligente y disparatada. Es sutil, irónico, pero no superficial, y eso le hace ser tan universal".

Un matrimonio -la "encantadora familia Bliss"- formado por un escritor de novelas rosas, una actriz y sus hijos, invitan a dos parejas a pasar el fin de semana en su casa de campo. Hasta aquí, no se esconde nada fuera de lo normal. El problema surge cuando los anfitriones confunden realidad con ficción y hacen del juego, de la interpretación, su modo de vida. Ahí termina la normalidad y comienza el divertimento, surrealista y absurdo de Coward. Teatro dentro del teatro.

Difícil equilibrio

¿Dónde mejor para hablar del choque entre realidad e invención, extravagancia y normalidad, que sobre un escenario? De una broma pesada surge un humor ligero que planea sobre instituciones como la familia, la vida bohemia y la alta sociedad, para posarse con la fuerza de la crítica hecha con rotundidad. Para María Luisa Merlo, interpretar a una actriz que está desdoblada en su vida artística, que va haciendo teatro en la vida real ha sido todo un reto interpretativo.

"Me ha resultado muy difícil encontrar un equilibrio dentro de este personaje, que pasa de la realidad a la ficción sin darse cuenta, creyéndose sus propias representaciones y sus juegos. Ese es el delicado equilibrio que hay que conseguir con Coward y que él consiguió en sus obras y en su vida. En mi caso, no me quería pasar, estar sobreactuada, aunque también tenía miedo de quedarme a las puertas". Los actores Pedro Civera, Antonio Vico, Cruz Sánchez, entre otros, completan el reparto.

Alumbrada entre sandwiches y pastas de té -servidas en las reuniones de una vieja actriz neoyorquina que jugaba con sus invitados a crear historias que sirvieran de escaparate a su talento interpretativo- la obra es "comedia en estado puro". Un género que Coward elevó a la máxima potencia del ingenio.

Un Wilde reencarnado

"En ella encontró su fórmula para presentar la realidad de una forma divertida", explica Jaime Azpilicueta, autor de esta versión de La fiebre del heno y conocedor de la obra de Coward. La comedia le sirve para criticar la sociedad de la que, en el fondo, forma parte. "A pesar de la crítica a la moral que le rodeó -dice Azpilicueta- no fue un autor de denuncia, ni de panfletos. él se guió por su propia moral y no hizo de ella su manifiesto. Al reírse de los demás se ríe de sí mismo, pero lo hace con un gran sentido del humor, de forma surrealista".

Coward escribió la comedia con mayúsculas, como él mismo reflejó metafóricamente en el original encontrado por Azpilicueta entre legajos perdidos en un anticuario. El autor inglés estuvo siempre alumbrado en su obra y en su vida por Oscar Wilde, autor al que veneró y del que en cierto modo "es su reencarnación en el nuevo siglo que lo vió nacer. Se reinventa con Wilde, coincide con él en muchas cosas. No sólo se basa en él, sino que escribe lo que Wilde no pudo escribir".

Noel Coward es padre de un humor absurdo que influyó en obras como La cantante calva, de Ionesco, y tanto García Moreno como Azpilicueta coinciden en relacionar el humor de Coward con el de Jardiel Poncela o Miguel Mihura. Cabe preguntarse por qué a pesar de su reconocimiento como autor teatral, "es tan poco representado en nuestro país", como apunta Azpilicueta. "Sólo se han hecho dos montajes en este año conmemorativo. Esto deja a la vista que a la comedia no se le da el valor que tiene en teatro. Todo lo contrario de lo que sucede en el cine. Nadie duda de Wilder. La comedia apenas tiene trascendencia, y eso es un gravísimo error".

Escándalo y censura

Noel Coward es un ejemplo del hombre de teatro integral. Como autor, alumbró casi una veintena de obras, entre las que detacan Una idea joven (1921), El vórtice (1924), La fiebre del heno (1925), Vidas privadas (1930), Desnudo con violín (1956), Waiting in the wings (1960) y Suite in three keys (1966). Temperamental, inteligente y actor instintivo, fue entronado por la alta sociedad británica, la misma que tardó en descubrir su valía como autor.

Sufrió en numerosas ocasiones la censura, quizás porque la coherencia le impedía reflejar una realidad distinta a la que él vivía y que chocaba frontalmente con los valores de la moral victoriana.

Su homosexualidad, que no trató de ocultar a pesar de no hacer de ella bandera, le cerró no pocos círculos. Aún así, su prestigio en la sociedad británica se consolidó. Sin embargo fue en Estados Unidos donde se le descubrió como autor. Allí sus obras no escandalizaban tanto como en Gran Bretaña y autores como O´Neal reconocieron su talento. Actualmente es uno de los dramaturgos de lengua inglesa más representados en el extranjero.