cosi

cosi

Ópera

'Così fan tutte', Mozart matemático

El Teatro de la Maestranza de Sevilla estrena este domingo la ópera del genio salzburgués, la tercera de su icónica trilogía dapontiana. El regista Rafael R. Villalobos, valor al alza, se ocupa de la escena.

30 octubre, 2020 18:41

El Teatro de La Maestranza de Sevilla se pone sus mejores ropajes para recibir a una de las grandes obras maestras de la historia de la ópera, Così fan tutte, la tercera de la trilogía que Mozart edificó, entre 1786 y 1790, sobre libretos del abate Da Ponte. Obra de demostración, de tesis y, por tanto, puede decirse que determinista. Los seis personajes que cantan sus cuitas no tienen, evidentemente, la libertad que en las dos óperas dapontianas anteriores, Le nozze di Figaro y Don Giovanni, y viven en una acción que aparece trazada como un poema matemático.

En principio es una historia sobre la inconsciencia femenina; pero una inconsciencia que nace del engaño al que son sometidas las hermanas Fiordiligi y Dorabella, lo que encierra a priori un mensaje fuertemente machista. Y lo que da lugar a que Mozart realice una prospección por el alma y los sentimientos humanos y nos presente a esas criaturas prácticamente al descubierto. La verdad y la mentira se solapan, se confunden entonces. Y todo por la espita que abre una “curiosidad impertinente”, en palabras de Jacobo Cortines.

La ironía mozartiana no es distanciada como la de Rossini; se implica en la acción por muy absurda que sea; hay, pese a todo, amor por los protagonistas de la historia. Nos encontramos, por supuesto, con el típico trazado de obra bufa, aquí en dos actos. El final es rápido y explicativo. Aparece dividida en números cantados separados por recitativos secos y acompañados. Se enlazan, en una sucesión maravillosa y sabiamente contrastada, arias, dúos, tríos, cuartetos, quintetos y sextetos. Por primera vez Mozart emplea menos números a solo que de grupo, en una relación de dos a tres: 12 arias frente a 18 conjuntos y un coro. El que haya menos personajes contribuye a que la concisión y la profundidad en el tratamiento sean mayores.

La ironía mozartina no es como la de Rossini. Se implica en la acción por absurda que sea y siente amor por los personajes

Uno de los aspectos más interesantes es la fricción, con resultados musicales y dramáticos, entre el texto –bufo en origen– y la música – tantas veces seria–. Una dialéctica existencial que posee una evidente complejidad. Una ambigüedad con la que juega el compositor apoyado en las sugerencias del libreto y con la que, por supuesto, va mucho más lejos. Hasta el punto de dar en ocasiones la vuelta a las situaciones dramáticas y de proporcionar con ello un equívoco más a los que de por sí se plantean en la historia.

No es nada fácil dar forma, intención, claridad, fluidez y naturalidad a una obra de tanta enjundia. Para ello se cuenta con el joven maestro mexicano Iván López-Reynoso (Guanajuato, 1990), un músico muy completo, que tomó lecciones de Gonzalo Romeu y que tuvo como maestros más tarde a Alberto Zedda y a Jan Latham-Koenig. Ha revelado, pese a su juventud, personalidad en distintos campos y repertorios. En su haber tiene ya algunos títulos mozartianos. Buena oportunidad para que nos ofrezca sus credenciales de maestro emprendedor, de fácil gesto, de voluta cadenciosa. Con él colaborará en la nada fácil escena el recientemente premiado con un YAMaward Rafael R. Villalobos, que en el Maestranza hizo hace un par de temporadas El dictador de Krenek. Es hombre de recursos e inventiva.

Se cuenta con un reparto de jóvenes valores, con el ya cincuentón barítono Roberto de Candia en el papel de don Alfonso, el viejo filósofo (el medio siglo era en tiempos de Mozart una edad casi provecta). Lo recordamos no hace mucho en el Falstaff madrileño de Laurente Pelly. Voz lírica, arte funcional, actor discreto; algo falto de sutileza. A su lado el Ferrando del tenor lírico-ligero donostiarra Xavier Anduaga, que en pocos años se ha situado en lugar de privilegio tras su premio Operalia: voz fácil de buena pasta, extensa, fraseo en vías de adquirir personalidad. Junto a ellos, cerrando la presencia masculina, el barítono polaco Simon Mechlinski, de tinte oscuro, emisión torrencial, buen agudo, relativamente afinado y aún por pulir.

Partitura endemoniada

Las féminas constituyen un muy interesante triplete. La soprano Vanessa Goiketxea posee un instrumento muy en punta, de rara penetración, de calidades líricas reforzadas, en trance de poder salvar una particella endemoniada como es la de Fiordiligi en la que ha de sortear un auténtico miura como es el aria de bravura Come scoglio. Dorabella será la mezzo lírica Maite Beaumont, templada y musical, de timbre más sensual, elástica y siempre cumplidora, y Despina, la vivaz, ágil, espumosa lírico-ligera, en pro- ceso de otorgar algo más de carne a su muy hermosa sonoridad, Natalia Labourdette, que recordamos ganó hace tres años el primer premio de Voces Andaluzas.