El Cultural

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Ópera

'La valquiria', 'summum' de la 'Tetralogía' wagneriana en el Real

El teatro madrileño estrena este miércoles el montaje de Robert Carsen dirigido en el foso por Heras-Casado

11 febrero, 2020 18:18

Llega al Real la primera jornada de El Anillo wagneriano, inaugurado con el Prólogo que es El oro del Rin el pasado año: La valquiria, segunda ópera del ciclo más famoso de la historia del género, probablemente la partitura más lograda de las cuatro desde los puntos de vista literario y musical, la que resume de la mejor manera las tesis del autor sobre la obra de arte total, la que denota un mayor salto cualitativo en la búsqueda y consecución de un lenguaje que ya se apuntaba en sus óperas anteriores, especialmente, claro, en la que sirve de pórtico. Estamos ante un prodigio de concisión –lo que no significa brevedad-, equilibrio, compacta construcción, admirable dosificación y manejo de tensiones y climas, con un modélico uso del leitmotiv o motivo conductor y su hábil regulación dramática. El concepto tiempo empieza a entenderse desde aquí de otra manera.

La ópera ha sido definida por Samana como “un largo combate dialogado del dios Wotan consigo mismo; de Wotan y de sus dobles exteriorizados y escénicamente presentes.” Una lucha que Wotan, que no es otro que el propio Wagner, mantiene también, apunta Donington, con el principio del eterno femenino, representado aquí por Fricka y Brünnhilde. Al oyente se le muestra, con un arte refinado y sutil, en el primer acto de la obra a través de las búsquedas, dudas, encuentros, reconocimientos, confesiones y amor entre Siegmund y Sieglinde, los dos hermanos gemelos de un padre, Wälse (Lobo=Wotan), que ha previsto lleguen a unirse (el incesto era usual en ciertas culturas) para engendrar un hijo (Siegfried), que será el que intente recuperar en las jornadas siguientes el Oro (el Anillo) que guarda Fafner (gigante que se ha transmutado en dragón) con objeto de devolverlo al Rin y acabar con la maldición del nibelungo (Alberich, a quien se lo han quitado, como él se lo arrebató a las tres ondinas). Para eso Siegmund tendrá que ofrecer su vida, que perderá a manos del siniestro Hunding, raptor y esposo de su hermana.

Estos son más o menos la trama y algunos de sus significados que tratarán de ser explicados a lo largo de las nueve funciones previstas y que se sirven de la ya añeja producción de la Ópera de Colonia firmada por el ínclito y tantas veces admirado en el Teatro madrileño Robert Carsen, que quizá, si emprendiera de nuevo la aventura de ilustrar la Tetralogía, lo haría, es un suponer, desde otras perspectivas más enriquecedoras y no a partir de una observación de la historia desde un ángulo materialista en el que la dimensión mítica pasa a mejor vida. Todo sucede en un ambiente ascético, donde sobreviven malamente los dioses, aunque no del todo privados de ciertos lujos. Se muestra un mundo desolado y actual minado por al afán de lucro de unos pocos.

Pablo Heras-Casado bajará de nuevo al foso para tratar de profundizar y dar aliento, continuando su ya meritoria labor en el Oro, de una partitura mucho más extensa y algo más compleja. Tendrá a su servicio un reparto en el que hay un poco de todo. Interesante la presencia del bajo René Pape como Hunding (aunque ya no en su mejor forma), la penetración tímbrica de la soprano lírica Adrianne Pieczonka como Sieglinde y la bruñida juventud de la nórdica Ingela Brimberg, aún tierna pero con notables posibilidades de futuro, en la parte de Brünnhilde. De menor relieve nos parece la soprano del primer reparto para este papel, la alemana Ricarda Merbeth, de instrumento de relativo brillo y sonoridad bastante oscilante.

Tenemos dos Siegmund, el más fornido y resolutivo Stuart Skelton y el más feble y corto de pegada Christopher Ventris, siempre falto de heroísmo, aunque es buen músico. Wotan está encomendado a dos voces importantes, aunque de lustre más bien discreto: Thomas Konieczny, más irregular de emisión, y James Rutherford, más oscuro y templado. Posee una voz de buen caudal el segundo Hunding, que es Ain Anger, y es una incógnita la segunda Sieglinde, Elisabet Strid (que hizo su debut wagneriano precisamente en esta parte). Fricka es la sólida Daniela Sindram. Buena noticia es que entre las ocho valkirias aparezcan dos mezzos líricas españolas, Sandra Ferrández (Waltraute) y Marifé Nogales (Grimgerde).