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Discos

Ravel. Jeux de miroirs

Un disco hermoso, con mucha Francia y mucha España dentro, llevado a cabo por dos intérpretes iluminados: Javier Perianes y Josep Pons

23 diciembre, 2019 09:54

Es una gran idea, que quizá se haya llevado al disco más de una vez, grabar en paralelo las versiones compuestas por Ravel para piano solo de dos partituras tan celebradas como Alborada del gracioso (cuarta pieza de Miroirs), de 1906, y Le tombeau de Couperin, de 1917, y sus respectivas traslaciones sinfónicas, nacidas ambas en 1919. Un trabajo que ponía de manifiesto una vez más la habilidad y originalidad del músico, de escritura tan esbelta, capaz de recoger en una orquesta espejeante y ágil los ritmos más variados y de ofrecer por lo común esa veta tan netamente hispánica, conectada fundamentalmente con el país vasco-francés.

Un disco hermoso, con mucha Francia y mucha España dentro, llevado a cabo por dos intérpretes iluminados

La comparación es muy útil e ilustrativa y descubre las entretelas de esos soberanos pentagramas. La suite pianística de Le tombeau se ofrece en la integridad de sus siete movimientos mientras que su correspondiente imagen sinfónica reúne, como deseaba el autor, solamente cuatro, las menos propiamente ‘pianísticas’. Al lado de estas obras se incluye una resplandeciente recreación del Concierto en sol, que nos ofrece el arte exquisito e inmaculado, el fraseo alado y evanescente –particularmente, en un muy poético Adagio assai, en donde echamos en falta una mayor presencia del corno inglés– de Perianes, que sabe también, en los movimientos extremos, poner toda la carne en el asador para que el discurso, tan clásico en el fondo, adquiera toda su dimensión jazzística.

Las virtudes de la Orquesta de París –sonora, elástica y afinada– quedan al descubierto bajo la chispeante, precisa y ajustada dirección de Pons, al que hemos escuchado pocas veces tan inspirado. Se ajusta como un guante al pianista y hace gala de fantasía tímbrica y de una acentuación primorosa, reveladas en sus interpretaciones de Alborada y una elocuente y delicada Tombeau. Un disco hermoso, con mucha Francia y mucha España dentro, llevado a cabo por dos intérpretes iluminados por el mejor y más claro de los soles. Versiones que sin duda se colocan muy alto en la discografía comparada.