Image: Tebaldi, la voce d’angelo

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Discos

Tebaldi, la voce d’angelo

13 enero, 2005 01:00

Tebaldi en Oviedo, en 1962

Con la muerte el pasado diciembre de Renata Tebaldi, nacida en Pésaro hacía 82 años, desaparece una de las voces más bellas de la generación surgida en los años 50. El Cultural rinde homenaje a esta cantante fundamental del siglo XX y realiza un repaso de su discografía.

Rica de mil luces y colores, fina y reluciente como el cristal, tersa e irisada como la seda era la voz de Renata Tebaldi, sin duda uno de los instrumentos más privilegiados de la historia del canto moderno. Un sonido espectacular, límpido, generoso, cálido, un caudal que todo lo inundaba y se complementaba con un temperamento desbordado, un talento escénico de primera, hijo todavía del verismo. Su poder de comunicación era de una electricidad desarmante. Sabía usar para ello, partiendo de su timbre excelso, los resortes más tradicionales del arte del canto, como el portamento y el ligado.

Era, y lo fue siempre aunque ensanchara con el tiempo, una voz lírica, plenamente lírica, cuyo poder de penetración la facultaba para servir partes de lírico-spinto o spinto. Tebaldi grabó bastante. Con lo que se va recuperando poco a poco tenemos material suficiente para hacernos una idea cabal de lo que fueron su voz y su arte. Nos quedan 22 óperas completas con su voz, algunas dos veces, contando solamente las de estudio, casi todas para el sello Decca. No hay duda de que sus más grandes logros se dieron en el repertorio pucciniano, para el que sus condiciones eran ideales. Junto a Muzio y Callas fue una de las más arrasadoras Toscas. Su temperamento, su belleza, si se quiere un tanto campesina, su sentido para la invectiva, su forma -a veces puede que exagerada- de abrir el sonido en los graves levantaban del asiento. Pocas han dicho de esa manera al Scarpia exangöe: ¡Muori!, ¡Muori!, ¡Muori! Con peligro para sus cuerdas vocales. Además de las dos Toscas oficiales Decca, de 1952 (con Campora y Mascherini) y 1959 (con Del Monaco y London), es espectacular y más recomendable la del Metropolitan de 1956 en Myto, con Tucker y Warren y una dirección soberana de Mitropoulos.

La Mimi de Renata Tebaldi poseía, pese a la enfermedad que consume al personaje, toda la carnalidad propia de una modistilla parisina del XIX. Sus dos Bohèmes, de 1951 (Prandelli) y de 1959 (Bergonzi) son magníficas; como sus Butterfly, de 1951 (Campora) y 1958 (Bergonzi). Todo el drama que atenaza y consume al personaje está en la variedad de colores que maneja. Para La fanciulla del West (1958, Del Monaco) anotamos una cierta falta de resuello, limitación que se fue acusando con los años y que a partir de los sesenta se hizo muy ostensible. Pero Manon Lescaut, con la voz aún fresca, es estupenda y vibrante (1954, Del Monaco). Lo mismo que su Liù de Turandot, a quien iban bien las dulzuras patéticas. Está mucho más en voz en la de 1953 (Del Monaco, Bork) que en la de 1960 -para el sello RCA- (Bjoerling, Nilsson).

Las características de Tebaldi no casaban siempre del todo con la escritura verdiana. No obstante hay que anotar con piedra blanca sus Desdemonas, sobre todo la primera, de 1954 (Del Monaco, Protti), pese a la sosez de la batuta de Erede, y de 1960 (los mismos y Karajan). En la Aida de 1952 es un gozo escuchar su dúo con Amneris-Stignani. La voz en lo alto; aunque su timbre no posea siempre el idóneo metal dramático. Al magistral Don Carlo de Solti de 1965 (Bergonzi, Ghiaurov, Dieskau, Bumbry, Talvela) llegó ya tarde. De todas formas, aún nos deleitamos con algunos detalles de estilo. La traviata, de 1954, es resultona por la carga expresiva de los dos últimos actos; no del primero: nunca dominó la coloratura.

Los episódicos excesos de Giordano daban pie a nuestra soprano para el lucimiento. Muy buenas sus Maddalenas de Andrea Chénier de 1953 -en este caso para el sello Cetra- y de 1957. Escasamente destacable La Gioconda de 1967. Para el personaje de Ponchieli le faltaban amplitud y dominio de la agilidad. Citemos, a vuelapluma, algunas grabaciones en vivo de distintas épocas y diversos sellos: Falstaff (1951), Giovanna d’Arco (1951), La Wally (1953), Otello (1955), la Tosca citada más arriba, La forza del destino (Met, 1958), Adriana Lecouvreur (Franco Corelli; Met, 1963).

En 2002, con motivo de los 80 años de la cantante, el imaginativo sello Fono Enterprise ha editado dos álbumes con material en algún caso nuevo. El primero se llama Renata Tebaldi si raconta, con un libro de 244 páginas, numerosos artículos de especialistas y opiniones de la propia Tebaldi. El segundo contiene cuatro discos y lleva por título Los primeros años de carrera. El artífice de estas publicaciones es Andrea Scarduelli.

Algunos de los registros ya habían sido publicados por otros sellos, Legato Classics y Cetra entre ellos. Anotemos por último, un precioso CD editado por Legato (Standing Room), con fragmentos de Tannhäuser y Lohengrin; en italiano.