Causó excelente impresión hace meses la grabación de los 24
Caprichos de Paganini por este violinista armenio de origen libanés, actual concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Ahora encontramos su arco enfrentado a algunas de las obras más célebres de Sarasate, que el instrumentista tiene ocasión de tocar en el propio violín del músico navarro. Estos cálidos pentagramas recogen elementos populares de distintas latitudes a través de un lenguaje de gran virtuosismo encaminado a la expresión de sentimientos. Es música a flor de piel, sensual, que requiere para su interpretación exactamente lo que aporta Malikian: una sonoridad untuosa, dulce, llena, un fraseo amplio y bien delineado, un arco ágil, una ejecución primorosa de
glissandi y
pizzicati y unos sutiles y precisos
spicatti. Puede que los armónicos no alcancen siempre el mismo nivel, la limpieza necesaria -así en el famoso
Zapateado-; pero el balanceo acariciador de, por ejemplo, la
Romanza andaluza, es formidable. Igual que el impulso y
rubato prestado a los
Aires bohemios.