Rigoberta Bandini durante un concierto. Foto: Joaquin Corchero / Europa Press

Rigoberta Bandini durante un concierto. Foto: Joaquin Corchero / Europa Press

Música

Rigoberta Bandini viaja a los años 60 en una máquina del tiempo llamada Movistar Arena

La cantante ha ofrecido un espectáculo cubierto de un barniz 'vintage' para presentar su nuevo álbum, 'Jesucrista Superstar'.

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Los 30 es una edad que a algunos músicos no les sienta nada bien. Muchos, como el conocido "club de los 27" , no llegan para contarlo. Para otros es, o bien un momento de introspección y revisión artística, o bien el inicio del declive. Ya no son unos niños, al fin y al cabo, ya no pueden convencer a base de rabia y desparpajo juvenil, tienen que encontrar algo más. Algunos, sencillamente, no dan con la tecla.

Para Paula Ribó (Barcelona, 1990), más conocida por el nombre de Rigoberta Bandini, su alter ego artístico, sucede todo lo contrario. Fue a los 30 cuando, a golpe de éxitos en forma de singles como Perra, In Spain We Call it Soledad o Too Many Drugs, comenzó a ganar una notoriedad que se consolidó más tarde, primero con su paso por el Benidorm Fest de 2022, y luego con su álbum debut, La emperatriz, lanzado ese mismo año.

En la noche de este miércoles 16 de julio, con 35 años, Rigoberta Bandini ha pisado el Movistar Arena para presentar su segundo disco, Jesucrista Superstar, que compuso con 33, edad de Cristo. Aparecía en escena a las 20:44 con JAJAJA, un tema que marca el tono de su nuevo álbum: más sosegado que el primero, todavía con esa inocencia que la caracteriza, con ritmos bailables que recuerdan a otra época.

De hecho, todo en la puesta de escena acompaña a esa sensación de estar viajando en el tiempo a esos años sesenta en el que los referentes de la cultura pop españoles eran tan alegres como naif.

La misma Rigoberta, con una peluca rubia con ondas cortas, una gabardina amarilla que le llegaba hasta la cadera y que pronto sería sustituido por un vestido de lentejuelas, unas botas rojas y un entusiasmo histriónico, mirando al público con una sonrisa congelada, se convertía en toda una chica yeyé para la ocasión, mezcla entre Massiel y Raffaela Carrá.

De esta guisa fue el primer tercio del concierto, entre un homenaje y una caricatura de aquella época que era feliz solamente por obligaciones de guion. C.X.T., Simpática pero problemática, VuelaaAAaa y Enamorados, todas pertenecientes a Jesucrista Superstar, se sucedieron en esta primera parte, que culminaba con Brindis!!!.

En este último tema, también incluido en el segundo álbum de la catalana, la artista realizaba una performance que potenciaba el efecto "sesentero" del conjunto. Una suerte de "diva" emperifollada aparecía en escena para tratar a la cantante como una concursante de un programa musical. Una mezcla entre la televisión de variedades del siglo pasado y, claro, una muy velada mención irónica al Benidorm Fest por el que pasó.

In Spain We Call it Soledad acabó con todo este barniz vintage de una tacada. Por primera vez en la noche, a las 21:03 de la noche, el Movistar Arena comenzaba a agitarse con el que probablemente sea el tema que encumbró a la artista antes de su paso por Benidorm. El público, que hasta ese momento se había mostrado entregado pero dubitativo con unas canciones con las que todavía no estaba del todo familiarizado, ahora saltaba y se desgañitaba.

A este tema le siguió un ínterin en el que Esteban Navarro –compositor, teclista y productor, aparte de esposo de la cantante– terminaba de romper con la estética inocentona anterior con una dosis de bakalao. Un cambio de rumbo que daría paso a temas anteriores de la cantante, los sencillos Miami Beach y A ver qué pasa.

Retorno al pasado

Pero Rigoberta Bandini todavía no había roto con su nuevo álbum. Una andanada de sus temas más recientes –los tiene para dar y tomar: 22 canciones frente a las 12 del primer disco– volvió a caer sobre el público: Aprenderás, Si muriera mañana, La pulga en el sofá, Pamela Anderson, Amore, amore, amore y Soy mayor. Entre medias también sonaba El amor, tema de Massiel que Ribó ya interpretó en la última edición de los Goya y que terminaba de apuntalar su viaje al pasado yeyé.

Ya habiéndose desprendido de la peluca rubia de mujer artificial y con su pelo al natural, Rigoberta Bandini encaraba el último tercio de su concierto con Julio Iglesias, de su anterior álbum. Con ello daba inicio a un batiburrillo de temas de diferentes etapas entre los que se encontraban todos los himnos que restaban.

El primero de ellos fue Perra, con el que el suelo del Movistar Arena volvió a temblar. Un rap interpretado por Memé –la inseparable prima de la cantante que, como siempre, participaba como corista y bailarina–, fue la nota discordante. Lamentablemente cerró un tema que, por lo demás, emociona siempre que suena.

A Perra le siguió Los milagros nunca ocurren al salir de un after, también de su último LP. Un tema que, según confesó la cantante a los fans que abarrotaban el Movistar Arena, compuso para cuando se sintiera "un bichito muy pequeñito, como todos nos hemos sentido alguna vez, lo contrario a una perra". La tristeza le duró poco. Too Many Drugs y Ay mamá devolvían el buen rollo al ambiente y disipaban la momentánea amargura de la balada. El Movistar Arena volvía a convulsionar en el momento en que cantante y bailarinas mostraban el pecho en el cénit de este segundo tema.

El cierre vino firmado por Centro de gravedad permanente, un homenaje al conocido tema de Franco Batiatto. Con él, Rigoberta Bandini dejaba tras de sí ese rastro vintage con el que se había presentado. Inocencia, ingenuidad y una nostalgia no desprovista de humor para concluir un tierno viaje en el tiempo.