Olivia Rodrigo durante su gira 'GUTS'. Foto: Cristopher Polk

Olivia Rodrigo durante su gira 'GUTS'. Foto: Cristopher Polk

Música

Olivia Rodrigo y Arde Bogotá lideran un sábado sin contratiempos en el Mad Cool

Olivia Rodrigo y Arde Bogotá no reinventaron nada, pero lograron conectar con miles de asistentes en una jornada que recuperó el ritmo tras un inicio accidentado.

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Después de un inicio marcado por los apagones eléctricos y el descontento generalizado entre asistentes y artistas, el Mad Cool encaraba el sábado con cierta presión. La primera jornada estuvo plagada de incidencias técnicas que interrumpieron los conciertos de Iggy Pop y Gracie Abrams, obligando a retrasar parte del programa. El sábado, en cambio, funcionó como jornada de contención: sin grandes sobresaltos, pero sí con varios nombres que cumplieron con lo prometido. Entre los más seguidos del día, Olivia Rodrigo y Arde Bogotá movieron masas con dos espectáculos que apelaban al mismo lenguaje —el de la emoción directa— aunque desde códigos muy distintos.

Olivia Rodrigo actuó poco antes de medianoche en el escenario principal, y lo hizo con la seguridad escénica de quien ha convertido su discografía en un relato ordenado y sin riesgos. El espectáculo comenzó con We Got the Beat, versión de The Go-Go’s, para enseguida desplegar una selección casi cronológica entre SOUR y GUTS. obsessed, vampire, ballad of a homeschooled girl, bad idea right?, pretty isn’t pretty...

Todo fluyó con precisión de reloj: cada movimiento medido, cada inflexión vocal colocada donde toca. Rodrigo domina su espacio como producto global: sabe cuándo mirar a cámara, cuándo bajar al piano (drivers license, traitor) y cuándo activar el grito colectivo (good 4 u, get him back!).

No hubo sobresaltos, pero tampoco signos de cansancio. Su concierto es una maquinaria afinada que busca la identificación inmediata: la letra que parece escrita para quien la escucha, el gesto exacto que se convertirá en vídeo viral.

Olivia Rodrigo durante un concierto de su gira 'GUTS'. Foto: Cristopher Polk

Olivia Rodrigo durante un concierto de su gira 'GUTS'. Foto: Cristopher Polk

El momento más teatral llegó al final, cuando interpretó get him back! desde una plataforma elevada, micrófono en mano, altavoz en el otro. Fue una escena icónica por forma más que por fondo, que resume bien la lógica de su directo. Todo es reconocible, nada chirría, pero tampoco sorprende. Funciona.

Bogotá en llamas

Arde Bogotá, en cambio, partía desde un terreno más terrenal: el del grupo español que ha ido creciendo a base de bolos, festivales y un discurso emocional que no teme el dramatismo. El suyo fue un concierto largo, de casi hora y media, en el que encadenaron más de veinte temas sin apenas pausa. Desde Veneno hasta Antiaéreo, pasando por Nuestros pecados, Qué vida tan dura, Tijeras, La torre Picasso o Escorpio y Sagitario, el grupo desplegó una épica controlada, sin estridencias, que conectó con un público que los conoce bien.

A lo largo del repertorio sonaron también Exoplaneta, Clávame tus palabras, Copilotos o Flor de la Mancha, ejemplos del sonido reconocible y ya bien asentado de la banda.

El sonido, pulido, reafirma una propuesta que juega más a la constancia que a la evolución. Arde Bogotá suena como se espera que suene, y eso no es necesariamente malo. Conocen a su audiencia, manejan los tiempos, saben dónde está el estribillo que se grita y qué verso se canta como si doliera.

El cierre, con Cariño y una inesperada versión de Let’s Get Loud —sí, la de Jennifer Lopez—, funcionó como un guiño algo autoirónico que rompió con la intensidad sostenida del resto del repertorio. Fue un gesto liberador, no tanto por lo musical como por lo escénico: un “no nos tomamos tan en serio” que alivió el tono de un set que había sido, hasta entonces, un ejercicio de solemnidad.

Arde Bogotá, durante su actuación en el Mad Cool. Foto: Javier Barbancho

Arde Bogotá, durante su actuación en el Mad Cool. Foto: Javier Barbancho

Tras el caos eléctrico del jueves, el sábado sirvió para devolver cierta estabilidad al festival. No hubo apagones, los cambios de escenario fluyeron con puntualidad y el calor, aunque incómodo, no provocó los picos de tensión de días anteriores. Justice ofrecieron su habitual despliegue visual con precisión matemática, manteniendo al público en trance.

Thirty Seconds to Mars tiraron de carisma —o exceso de él—, con un show centrado casi por completo en Jared Leto. Girl in Red conectó con su público con un set directo y cercano. Fue un día sin grandes sorpresas, pero con momentos sólidos que sostuvieron el ritmo del festival.