
Ángel Stanich durante su concierto este viernes en las Noches del Botánico, Madrid. Foto: Víctor Moreno/Noches del Botánico
Ángel Stanich, el "cantautor serio en cuerpo de 'pachacho'" que nos trajo amor a las Noches del Botánico
Compartiendo cartel con Quique González, el músico repasó su repertorio de música americana filtrada con mordaz costumbrismo y adelantó una canción de su próximo disco.
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No tenemos muy claro que Ángel Stanich se merezca esta crónica. Por su reticencia a conceder entrevistas y por sus pullitas a los periodistas —seguramente tendrá razón—. "Prefiero ser Bob Dylan que Manuel Campo Vidal" —qué buena esa, hay que admitirlo—, canta en Hula Hula.
Pero es que resulta que Stanich (Santander, 1987) es uno de los mejores cantautores españoles de inspiración norteamericana, por no decir uno de los mejores compositores y letristas de España, en general, en este momento.
Todo ello con permiso de Quique González, con quien estuvo muy bien emparejado, por cierto, en el doble cartel de este viernes en las Noches del Botánico.
Los galones hay que respetarlos. Por eso anoche le tocó a Stanich actuar el primero, a las 20:15, cuando todavía el sol apretaba en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Complutense —dejémoslo claro, que nos ha dicho un pajarito que todavía algún despistado se planta en el botánico de Atocha a pesar de que el ciclo lleva nueve ediciones—.
“A ver si se va ya el puto Lorenzo”, dijo el músico cántabro afincado en la capital, puro hueso y atuendo vintage, con la cara enterrada en toda esa lana que le cubre el cráneo y el mentón.
Como padrino de alguien que ya no lo necesita —hace ya once años del debut discográfico de Stanich, Camino ácido—, Quique González acompañó en la primera canción, Chevy 57, a su réplica más joven, hipster y mordaz.
Stanich lo reconocería más tarde: "Conocí a Quique González en la tele, en el programa Lo + Plus. Tocó en directo Te lo dije; yo era un chiquillo y al verlo me agarró por dentro. Dije: ¡Conque esto era! ¡Esto es lo que quiero ser de mayor! Luego salió Javier Coronas y pensé: esto también me mola".
De aquella experiencia, reconoció, surgió "la eterna lucha de ser un cantautor serio en el cuerpo de un pachacho. ¡Y a mucha honra!".
Stanich, que el año pasado tuvo que cancelar algunos conciertos por un cuadro de ansiedad, como él mismo contó en sus redes, estuvo anoche juguetón sobre el escenario. Se le veía a gusto, sacudiendo la cabeza, dejando huecos para que el público cantara las letras y exagerando aún más ese engolamiento de la voz que lo hace único —y que supone una barrera de entrada para algunos— y, sobre todo, ese vibrato que eterniza deliberadamente al final de cada frase.
Este esquivo gurú de las letras satíricas, crípticas, costumbristas y saturadas de referencias —del Tour de Francia al cine de autor, de Ronaldo "el gordo" a Janis Joplin— consigue lo que las películas de animación para niños: acumular capas de significado, con guiños ocultos para los adultos —en este caso, para los más leídos—.
Lo arropó, con buen hacer, su banda habitual: Lete Moreno a la batería, Jave Ryjlen a los teclados y Álex Izquierdo al bajo. Solo faltó su guitarrista y mano derecha Víctor Pescador, que se ha centrado en su carrera en solitario —pero sí estaba entre el público— y ha sido sustituido, con acierto por lo que pudimos comprobar, por Luis García Vega.
Fue un concierto breve, de poco más de una hora. El setlist abarcó su década de trayectoria discográfica en apenas once canciones, desde Carbura! (2015) hasta Os traigo amor, el primer adelanto de lo que será su próximo disco.
Aunque no dará más conciertos este verano —o al menos, no consta ninguno más en la agenda de su web—, aprovechó para convocar al respetable el próximo 6 de noviembre en La Riviera, donde estará "adelantando un poco más de esto que viene".
Ojalá eso que viene sea como ese primer avance, que nos convence por su factura musical y nos enamora por sus referencias a uno de los capítulos icónicos de Los Simpson, aquel en el que el señor Burns se aparecía en el bosque como un visitante de otro planeta.
Así que, por favor, Sr. Stanich, vuélvase a Springfield y dedique el resto del verano a rematar eso que nos ha prometido.