Joe Crepúsculo. Foto: Alexander Gross

Joe Crepúsculo. Foto: Alexander Gross

Música

Joe Crepúsculo, el cantautor extraño que te invita a bailar llorando: "El karaoke es la mejor manera de pasarlo bien"

El autor de la archiconocida “Mi fábrica de baile” regresa con el disco ‘Museo de las desilusiones’, donde se desdibuja la frontera entre la balada melancólica y el pildorazo electrónico.

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Muchos músicos acaban odiando la canción que les catapultó a la fama. No es el caso de Joe Crepúsculo. “Mi fábrica de baile” (de su disco Baile de Magos, 2013) es sin duda su canción más conocida, con 7,5 millones de reproducciones en Spotify, y no deja de tocarla como colofón de sus conciertos. En 2023 incluso sacó un disco con versiones nuevas de la canción hechas por él mismo y por otros músicos amigos, a destacar la versión rock de Camellos y la versión cumbia de Camilo Lara, alias Instituto Mexicano del Sonido.

“Es la canción a la que le debo poder vivir de la música. Mientras la gente la siga disfrutando, la seguiré tocando”, afirma Crepúsculo (Joël Iriarte Parra en el DNI, nacido en Sant Joan Despí, Barcelona, en 1981) mientras tomamos un café en un recoveco tras el piano del Café Central de Madrid.

No obstante, ahora tiene otra canción que también podría servir para cerrar un concierto suyo o cualquier fiesta. Se titula, precisamente, “Fiesta de disfraces”, a ritmo de tecno y con una letra que nos obliga a saltar en la pista: “¡Hijoputa el que no baile!”. El tema cierra por todo lo alto el nuevo disco que publica este viernes, Museo de las desilusiones (El Volcán Música), una colección de canciones que desdibujan la frontera entre la balada melancólica y el pildorazo electrónico. Canciones, en definitiva, concebidas para “bailar y llorar”, como reza el título de la primera de ellas.

“La idea era hablar en este disco de la parte más oscura de los sentimientos, porque mis canciones tienden a ser luminosas y esperanzadoras”, explica. “Además, las personas experimentamos muchos sentimientos a la vez, somos poliemotivas. Puedes quedar con un amigo y que haya momentos para el llanto, para las bromas, para ilusionarse y desilusionarse. No creo que nadie sea feliz todo el tiempo, si conoces a alguien así probablemente pienses que está mal de la azotea”, continúa explicando con su pelo ensortijado, sus manos llenas de anillos, una amabilidad que contrasta con la teatralidad de su personaje escénico y una mirada penetrante que de vez en cuando se desvía casi tímida.

Dice el escritor Miqui Otero en un texto muy elogioso que lo nuevo de su gran amigo Joe Crepúsculo es “el discarral radiante de su luminoso ecuador”, aunque lo de estar en la mitad de su carrera es algo que a este excéntrico cantautor le da un poco de vértigo: “Significa que aún me queda por hacer la otra mitad”, repara de pronto abriendo mucho los ojos.

Sobre el contenido del disco, añade: “Hay mucha música electrónica pero me da la sensación de que es un disco de baladas, a pesar de que en realidad solo hay dos, o una y media” (a saber: “Hey” y “Kamikaze”, compuesta por su principal socio musical desde hace varios años, Aaron Rux, que ha coproducido el disco).

Pop con distintos trajes

En cualquier caso, Crepus, como le suelen llamar sus seguidores, considera que lo que él hace son “canciones pop con estrofa y estribillo”, independientemente del ropaje estilístico con que las vista, ya sea rumba, tecnopop, country o música mákina como la de los 90 (porque nos confiesa que “iba mucho a Scorpia, a Chasis, a Pont Aeri” y otros templos del bakalao). “Al final hago más música electrónica porque es lo que sé usar y lo que me gusta”, admite, pero en este disco ha introducido por primera vez violines (al cargo de Manu Clavijo) y saxofón (por David Carrasco).

Joe Crepúsculo en su 'home studio', rodeado de sintetizadores. Foto: Alexander Gross

Joe Crepúsculo en su 'home studio', rodeado de sintetizadores. Foto: Alexander Gross

“Es un disco que suena más a mí mismo. Cada vez intento más, como decía el poeta griego Píndaro, llegar a ser lo que soy”, afirma este licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona que hizo todo tipo de trabajos antes de dedicarse por completo a la música: becario durante los veranos en el banco donde trabajaba su padre, encuestador, digitalizador de todo tipo de documentos, operario en una fábrica de plásticos y acomodador en la Fórmula 1.

“Me gusta cómo brillan estas canciones y el formato que tienen, creo que la autenticidad de ser yo mismo está más presente en este disco que en anteriores”, reflexiona un segundo antes de desdecirse quitándose importancia: “Seguramente eso lo digo cada vez que saco un disco, estoy vendiendo la moto todo el rato”.

En cuanto al humor, muy presente en su música, afirma: “Durante mucho tiempo se ha pensado que el sentido del humor y la música no podían ir juntos si querías que te tomaran en serio. Yo no quiero que lo mío se considere música de cachondeo, pero tampoco es una música superseria. Yo apuesto por un camino central en el que haya espacio para el humor y para la seriedad, que en un mismo disco haya canciones como “Kamikaze” y canciones como “Pequeño niño peluquero” y que no parezca que estén muy alejadas entre sí”.

Pasión por el karaoke

El karaoke es un concepto muy presente en este disco (una canción se titula “Karaoke español” y en “Jessica”, dedicada a su pareja, la llama “la reina del karaoke”). “Para mí el karaoke es la mejor manera de estar de fiesta y pasárselo bien, es el punto álgido de la noche”, confiesa sobre un plan que siempre ha tenido un aura tan divertida como kitsch. “Yo cada vez voy menos a discotecas y ya salgo poco por la noche, pero ir al karaoke me encanta, y si no lo montamos en casa. Además, tienen una vertiente sociológica, porque ves lo que le gusta cantar a la gente para divertirse y cómo eso va cambiando con el tiempo.

Joe Crepúsculo. Foto: Alexander Gross

Joe Crepúsculo. Foto: Alexander Gross

La fascinación de Joe Crepúsculo por el karaoke es tal, que en su canal de YouTube ha grabado un vídeo con aire de falso documental en el que explica el origen español de este pasatiempo. Parece una broma (adopta el papel de un personaje llamado Dr. Crepus que habla en un idioma inventado y se dobla a sí mismo), pero es cierto: algo parecido al karaoke nació hace un siglo a pocas calles de donde realizamos la entrevista. En 1923, durante el estreno de su obra La montería en el Teatro de la Zarzuela, que llegó a la capital precedida por un tremendo éxito cosechado en Zaragoza, el compositor Jacinto Guerrero ordenó que se imprimieran carteles con la letra de uno de sus cuplés (“¡Hay que ver!, interpretado por Victoria Pineda) para que el público pudiera cantarla mientras él le daba la vuelta al atril para dirigir sus voces. Crónicas de la época hablan de numerosos bises en una función que se prolongó hasta la madrugada.

Del ‘underground’ barcelonés a la familia de El Volcán

Joe Crepúsculo se fue haciendo un hueco en el underground barcelonés hasta que su segundo disco, Supercrepus, fue considerado mejor disco de 2008 por la revista Rockdelux, y un año después tocó en los tres festivales españoles más importantes del momento: Primavera Sound, Sónar y FIB. Después se fue de Barcelona a Mallorca, y en 2013 decidió establecerse en Madrid, donde vive desde entonces. “En Barcelona viví un momento muy bonito durante la década de los 2000, cuando empezamos con Tarántula [su banda anterior] y vimos cómo los  festivales de allí iban llegando a un público masivo y encima nosotros tocábamos en ellos. Fue una maravilla formar parte de la cultura en aquel momento, pero cuando me vine a Madrid me di cuenta de una cosa: aunque en Barcelona haya mucha prensa musical (Rockdelux, Mondosonoro…), Madrid es la puerta de España en mayor medida que Barcelona. De todas formas, el mundo es tan global que ya da igual en qué ciudad estés. Con Instagram, Tik Tok y Spotify, desde Huesca hay las mismas posibilidades de darse a conocer al mundo que desde cualquier otra parte. Bueno, tengo dudas, porque a medida que pasa el tiempo, cada vez tengo menos claro todo…”.

Desde que llegó a Madrid milita en el sello independiente El Volcán Música, comandado por Javier Liñán. “Ha montado una especie de patio de juego de la música, donde gente muy dispar hemos llegado a sentirnos parte de una familia y a colaborar entre nosotros”. Crepúsculo ha encontrado una especial sintonía con el citado Camilo Lara y con ese torbellino del cante y del baile llamado Tomasito, con quienes ha actuado recientemente en la Feria del Libro de Guadalajara.

Con Tomasito sacó la canción “Todo lo bello es gratis”, que dice que “la música nos hace a todos iguales”. “Cuando pienso en eso me imagino una rave, como esas de fin de año que duran 15 días. La gente deja de ser lo que es para ser algo que baila. Es el ejemplo más extremo, pero en un concierto de mil personas también te olvidas de quién eres, de que trabajas en tal sitio o de que mañana tienes que acompañar al hospital a un familiar. Es como cuando ves una película y te ensimismas, la música también tiene esa función. Todos somos iguales cuando nos dejamos llevar por el éxtasis de la música”.

En “Fiesta de disfraces” insiste en esa misma idea: “La música es una estructura acariciable donde todos empezamos de cero”. Están todos invitados, pero recuerden: “Hijoputa el que no baile”.