Juanjo Mena danza con la muerte en el podio de la Orquesta Nacional. Foto: Jaime Martín

Juanjo Mena danza con la muerte en el podio de la Orquesta Nacional. Foto: Jaime Martín

Música

Juanjo Mena danza con la muerte en el podio de la Orquesta Nacional

El director vitoriano aborda 'Cantos y danzas de la muerte' de Músorgski y estrena 'Khemia' de Inés Badalo.

29 septiembre, 2023 02:12

Enjundiosa sesión la que anuncia la Orquesta Nacional los días 29, 30 y 1 bajo la dirección de Juanjo Mena. Se abre con un estreno absoluto, consecuencia de un encargo a la compositora hispano-lusa Inés Badalo (1989), una de las voces más autorizadas de la moderna creación, receptora de diversos premios y en posesión de un muy amplio catálogo en el que viene mostrando desde años su fantasía y su exquisito dominio de las formas y de las superficies.

Será interesante comprobar que nuevas ideas laten en la obra que se estrena, cuyo título es Khemia, término egipcio antiguo que significa “transmutación de la tierra”. Una base de actuación para que Badalo trabaje el material en busca de su característico proceso de atomización sonora.

Tras el estreno se nos ofrecerán dos obras del repertorio ruso. La primera es el ciclo Cantos y danzas de la muerte, de Músorgski. La redacción del ciclo, para voz y piano, se realizó entre 1875 y 1877. El compositor no pudo, como quería, hacer su transcripción orquestal. Cosa en la que trabajaron tras su muerte otros creadores, como Glazunov y Rimski-Korsakov. El resultado se publicó en 1882.

Shostakóvich, siempre atento asimismo a la producción musorgskiana, decidió realizar su propia orquestación en 1962 y se la dedicó a la soprano Galina Vishnévskaya. Más tarde se hizo una adaptación para bajo y otra para barítono. También cantan estas canciones voces graves de mujer con las correspondientes transcripciones. En esta ocasión y sobre la falsilla de Shostakóvich lo hace el bajo inglés Brindley Sherratt, una voz tonante y bien puesta.

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La Cuarta sinfonía es la mejor de las seis de Chaikovski para el musicólogo Hans Keller. Escrita en Italia a lo largo de 1877, en paralelo a la ópera Eugene Onegin, la obra se presta, por muchas razones, al empleo de una literatura extramusical propiciada por el mismo autor, pero posee, en el fondo y en la forma, una modélica estructura interna, una bien estudiada ordenación de episodios y un tratamiento orquestal de primer rango. Un ejemplo claro lo tenemos en el movimiento inicial, Andante sostenuto-Moderato con anima, edificado sobre un esquema variado de forma sonata y que el músico, en declaración a su discípulo Taneiev, redactó sobre el modelo del correspondiente de la Quinta de Beethoven.

Para dar forma a todo este atractivo conglomerado musical se situará en el podio el vitoriano Juanjo Mena, un maestro que se las sabe todas en los más diversos repertorios, que maneja, bajo criterios de estricta musicalidad. Su gesto y su forma de afrontar los pentagramas le deben no poco a la influencia del genial Sergiu Celibidache, aunque el discípulo mantiene sus propios y personales criterios en persecución de una viveza y una agilidad en la exposición de las superficies que se aleja de los rigurosos presupuestos de su mayor. Siempre con el norte de una configuración tímbrica y de una planificación de la mayor diafanidad. A falta quizá en ocasiones de un más severo y contundente vigor rítmico.