La soprano Marina Monzó, como Tulia, en 'La violación de Lucrecia'. Foto: Javier del Real

La soprano Marina Monzó, como Tulia, en 'La violación de Lucrecia'. Foto: Javier del Real

Música

Rosa Montero moderniza la zarzuela barroca con su versión feminista de 'La violación de Lucrecia'

El Teatro de la Zarzuela sube a su escenario esta obra de José de Nebra de 1744 con la dirección artística de Rafael R. Villalobos

25 marzo, 2023 02:23

En esta temporada, tan cargada de novedades y de descubrimientos líricos, cobra especial significación la presencia en el Teatro de la Zarzuela, a cuya dirección artística acaba de llegar Isamay Benavente, de la obra La violación de Lucrecia, de José de Nebra (a partir de este 25 de marzo). Una exhumación y, a la vez, una remodelación de la titulada Donde hay violencia, no hay culpa, que ilustraba un libreto de Nicolás González Martínez. Un guiño a la tragedia de Shakespeare, The Rape of Lucrece, que no olvidemos que más adelante sirvió también de base a la ópera de Britten del mismo título.

Estamos ante un excelente ejemplo del variado arte compositivo del músico aragonés. En su producción se palpa en buena medida la influencia italiana, que embargaba por aquel entonces la creación teatral hispana. En sus recitados anotamos premoniciones mozartianas y continuos rasgos haendelianos, de una rítmica contagiosa y excitante y, desde luego, magníficas páginas de bravura y espléndidos efectos descriptivos. Era hábil el compositor para combinar sin solución de continuidad el canto llano y la polifonía, algo que trabajó fundamentalmente como vicemaestro de la Capilla Real de Madrid (1751).

La obra, que se estrenó en el ámbito privado del Duque de Medinaceli en 1744, y se repuso en versión concierto hace unos años, podrá ser disfrutada ahora también en escena. El libreto se aleja de la rigidez de las zarzuelas mitológicas. En esta moderna reposición se cuenta con un libérrimo libreto de Rosa Montero, que ha tenido la máxima libertad para explayarse, a sus anchas, con su consumado arte narrativo, en las partes habladas, mientras que las cantadas conservan el texto original de González Martínez de 1744, cuyo contenido da lugar a que el director de escena, Rafael R. Villalobos –tan de moda tras su original y discutida producción de Tosca en el Liceu–, reflexione acerca de muchos temas.

Para Villalobos, ha sido básico conocer la música de Nebra, pero también “entender el espíritu revolucionario que los autores tenían respecto a los derechos de las mujeres y meditar sobre aspectos que van de la violencia machista a la violencia institucional”, poniendo también el ojo en la instrumentalización de la muerte de Lucrecia para quitar del poder a los Tarquinios y colocar en su lugar... a otros hombres. “Es maravillosa –concluye el director–, muy actual, y estoy feliz de que un teatro nacional que vela por el patrimonio lírico español decida subirla al escenario y de que abrace otros acercamientos al hecho lírico”.

[La resurrección de la zarzuela]

En lo musical se cuenta con ese prodigio que es el joven contratenor gallego (que aquí solo dirige) Alberto Giménez Rouco y su magnífico Ensemble Los Elementos. Y con las voces, todas femeninas –como en su estreno– de las sopranos María Hinojosa, saludable y vibrátil, y Marina Monzó, esmaltada y perfumada, y las mezzos líricas Carol García, de donoso fraseo, y Anna Gomá, de penumbroso timbre. Junto a ellas, Manuela Velasco y Borja Luna.