Música

Los mejores roles de Pavarotti

13 septiembre, 2007 02:00

Nemorino, Rodolfo, Calaf, Manrico, Cavaradossi, Chénier, Duque de Mantua, Riccardo y Tonio son sólo algunos de los papeles que dieron a Luciano Pavarotti (1935-2007) el pasaporte para la leyenda. Considerado junto a Alfredo Kraus uno de los grandes belcantistas de su tiempo, conquistó con su arrolladora personalidad los principales escenarios del mundo. El Cultural rinde homenaje al último de los grandes tenores italianos analizando los roles con los que construyó su carrera artística, recordando los principales momentos con los que llegó a la fama y seleccionando sus diez mejores grabaciones.

Pavarotti estará ligado para siempre a papeles como Nemorino, Riccardo en Un ballo in maschera o Rodolfo en La Bohème. Este último lo ha paseado por medio mundo, casi siempre con Mirella Freni. Ambos serían los elegidos para protagonizar las actuaciones del centenario de la obra pucciniana en el mismo lugar de su estreno, el Teatro Regio de Turín, en 1996. Otra de sus parejas más habituales fue la soprano australiana Joan Sutherland. Con ella y su marido, Richard Bonynge, participó, desde mediados de los 60 y hasta finales de los 70, en numerosas recuperaciones de títulos del repertorio romántico, como I Puritani, La Sonnambula o Beatrice di Tenda de Bellini, Lucia di Lammermoor o La Favorita de Donizetti (con Fiorenza Cossotto, en una de las más completas versiones discográficas de la obra), hasta el punto de llegar a ser considerado, junto a Alfredo Kraus, el principal tenor belcantista de su tiempo. Sin embargo, la evolución seguida por Luciano Pavarotti fue encaminada hacia cometidos más dramáticos, algo de lo que ya había dado muestras en su Calaf de Turandot, que había incorporado por vez primera en la ópera de San Francisco en 1977, con Montserrat Caballé en su impresionante debut en el papel titular y bajo las galvánicas órdenes de Riccardo Chailly. En 1981, comenzó su brillante flirteo con el Radamés de Aida en San Francisco, al mando del recordado maestro García Navarro (papel que repetiría poco después en la Deutsche Oper de Berlín con Daniel Barenboim).

Cerrando el ciclo verdiano, llegaría después un interesante Otello, que abordó en concierto en Chicago y Nueva York con Sir Georg Solti, resaltando el lado más lírico del moro veneciano, como también ha hecho en el Manrico de Il Trovatore o en el héroe titular de Ernani. Menos afortunado resultó su Don Carlo en La Scala de Milán con Muti, en 1992. Otros personajes en los que ha destacado son Andrea Chénier, Mario Cavaradossi en Tosca o el papel titular del Idomeneo mozartiano, quizá discutible estilísticamente pero de una incuestionable fuerza dramática. Curiosamente, ha cultivado muy poco el repertorio francés, a excepción del Des Grieux de Manon de Massenet (cantado, además, en italiano), aun cuando habría caracteres muy adecuados a su naturaleza canora, como Fausto o el Nadir de Los pescadores de perlas.

Se ha hablado en diversas ocasiones de las limitaciones de Pavarotti como actor. Pero, cuando los personajes se adecuaban a sus características físicas, resultaba francamente convincente. Podemos apreciarlo en su deliciosa plasmación del rústico Nemorino en L'elisir d'amore, recogida en el Met, o en el poderoso Idomeneo mozartiano que diseñó para él, en Nueva York y Salzburgo, Jean-Pierre Ponnelle.

Calígula renacentista. El director de escena francés lo convirtió en una especie de Calígula renacentista en su fantástica filmación del Rigoletto verdiano hecha en escenarios naturales en Parma y Mantua. Existen, afortunadamente, otros testimonios visuales, como el Ballo in maschera en la lujosa producción de Piero Faggioni, o Pagliacci con Franco Zeffirelli, todo ello en el Met, o la Aida de Luca Ronconi y Lorin Maazel en La Scala de Milán. En nuestro país, se pudo escuchar con cierta regularidad a Pavarotti en los primeros años de su carrera, al protagonizar unas memorables funciones de La Bohème en el Teatro de la Zarzuela en 1970 junto a Mirella Freni, así como en sus actuaciones en el Liceo de Barcelona (entre ellas, una Lucia di Lammermoor con la holandesa Cristina Deutekom y una Bohème junto a su gran amiga Montserrat Caballé), en la ABAO bilbaína o en el Teatro Campoamor de Oviedo. Después sólo ha regresado para participar en recitales y conciertos multitudinarios.

Pavarotti nació en Módena el 12 de octubre de 1935. Era hijo de un panadero y tenor aficionado, Fernando Pavarotti, y de Adele Venturi, que trabajaba en una fábrica de cigarros. Como el tabaco vuelve agria la leche, la madre tuvo que recurrir a los servicios de una nodriza, que, curiosamente, fue la misma que amamantó a su ilustre paisana Mirella Freni. Hacia los nueve años comenzó a cantar con su padre en el coro de una pequeña iglesia local y tomó clases de vocalización, pero se sentía más inclinado por el deporte, y especialmente por el fútbol.

Tradición lírica. Después de ejercer durante dos años en una escuela primaria como profesor, finalmente prevaleció su interés por la música, estudiando con los prestigiosos maestros Arrigo Pola en Módena y Ettore Campogalliani en Mantua, dos representantes de la mejor tradición lírica, que inculcaron en su alumno los principios del canto italiano, como el respeto por la belleza vocal y el cuidado en el legato y en la calidad del fraseo.

Debutó el 29 de abril de 1961 como Rodolfo en La Bohème de Puccini en Reggio Emilia, a lo que siguió su presentación en los principales teatros italianos, incluida La Scal, así como en el Covent Garden de Londres, la ópera de Amsterdam o el Festival de Glyndebourne, donde causó una gran impresión por su papel de Idamante en Idomeneo de Mozart. Su interpretación del papel de Tonio en La fille du régiment de Donizetti en el Metropolitan de Nueva York, con sus famosos nueve "do" de pecho, le hizo merecedor de una portada de la revista Time en 1968. Fue precisamente en el Met, donde el tenor italiano alcanzaría el "status" de una auténtica estrella, y también donde cantaría su última función de ópera, en marzo de 2004, Tosca de Puccini.

Hombre de una personalidad arrolladora, en los últimos años su figura ha estado ligada a escándalos y citas comerciales. Pero, al margen de todo este aparato mediático, Pavarotti era un hombre sencillo, que hablaba en privado con humildad y sorprendentemente bien de sus colegas, y en el fondo no estaba tan lejos de ese Nemorino que tan admirablemente dibujó Donizetti en su Elisir d'amore y que el tenor modenés ha marcado ya para la eternidad.

Las grabaciones que crearon el mito

lBellini: I Puritani (Arturo). Bonynge. Decca: Pavarotti sale plenamente airoso de uno de los mayores retos del repertorio.

lDonizetti: Lucia di Lammermoor (Eduardo). Bonynge. Decca: Otra prueba de su arte belcantista, junto a Joan Sutherland.

lDonizetti: L'elisir d'amore (Nemorino). Levine. DG: Su personaje más entrañable, rodeado por el equipo de lujo del Met.

lGiordano: Andrea Chénier (Andrea Chénier). Chailly. Decca. Cuando el verismo no es sinónimo de cantar fuerte.

lPuccini: La Bohème (Rodolfo). Karajan. Decca. Un arrebato poeta junto a su Mimí por antonomasia (Mirella Freni).

lPuccini: Tundarot (Calaf). Mehta. Decca. El más deslumbrante Calaf, junto a una pareja de excepción (Sutherland-Caballe).

lRossini: Guglielmo Tell (Arnoldo). Chailly. Decca. La demostración del excelente tenor rossiniano que podía haber sido.

lStrauss: El caballero de la rosa (Cantante italiano). Solti. Decca. Un "cameo" de lujo, que llena de sol los salones vieneses.

lVerdi: Rigoletto (Duque de Mantua). Chailly. Decca. Pavarotti siempre se sintió a sus anchas en la piel del libertino Duque.

lVerdi: Un ballo in maschera (Riccardo). Solti. Decca. Una de sus máximas creaciones, en uno de los mejores registros verdianos.