Música

El esperado regreso de Gruberova

Lucia di Lammermoor en el Liceo

9 noviembre, 2006 01:00

Gruberova canta en el Liceo. Foto: Wilfried Hüsl

El sábado 11 de noviembre sube al escenario del Liceo Lucia di Lammermoor, una las obras maestras de Gaetano Donizetti, operista avezado. Su talento dramático era capaz de sortear a veces la necedad de los libretos, de enaltecer el canto y de otorgar veracidad a las situaciones. Características que encontramos quizá en su más alta medida en Lucia di Lammermoor, una partitura magistral por su equilibrio neobelcantista, su misteriosa pátina de un romanticismo extremo, su pintura al aguafuerte de unos ambientes de unos personajes torturados.

En pocas óperas de Donizetti hallamos tantos momentos memorables. Desde la fiera aria para barítono "Cruda, funesta smania" hasta el angélico canto del tenor "Tu, che a Dio spiegasti l’ali", pasando por la cavatina "Regnava nel silenzio", la cabaletta "Quando rapito in estasi", ambas de Lucia, como la célebre escena de la locura, un número fuerte para cualquier soprano con agallas; o por el maravilloso dúo Lucia-Edgardo "Verranno a te". Son números en la mente de cualquier aficionado que van a estar en las gargantas de un plantel de voces que podríamos calificar de apropiado. El personaje de la joven se lo reparten tres sopranos: Patrizia Ciofi, lírico-ligera de ajustados medios y excelente arte de canto; Edita Gruberova, que lo repite en el teatro ahora en la sesentena, y que habrá de demostrar que para ella -más allá de determinados excesos- no hay todavía problemas para alcanzar el sobreagudo y practicar todo tipo de florituras; Mariola Cantarero, la más joven, de timbre penetrante de lírico-ligera, que esperemos revele que los atisbos de fatiga eran espejismos.

Hay también tres Edgardos: el siempre sólido, de magnífica línea de canto, José Bros, que supera con clase las limitaciones de una voz con escasa carne; Giuseppe Filianoti, de bello y esmaltado timbre, aunque inseguro e irregular, y Tito Beltrán, fácil en el agudo, pero con excesivo vibrato. Tenemos asimismo tres Enricos: Anthony Michaels Moore, eficaz pero sin el estilo elevado que pide este canto, Stefano Antonucci, buen cómico que aquí habrá de transmutarse, y ángel ódena, cumplidor donde los haya, de canto algo plano. Los Raimondos son dos, el competente Giacomo Prestia y el joven de Rimini Mirco Palazzi. Vicente Ombuena y Jordi Casanova se alternan en Arturo. Quizá no sean ni Josep Caballé y Antonello Alemandi dos maestros que posean en el grado adecuado las dotes que permiten ofrecer el arrebatado pero al tiempo delicado fraseo y colorido de la obra, que se muestra en una escenografía de Robert Carsen de la ópera de Zurich.