Image: Rafael Fröhbeck de Burgos

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Música

Rafael Fröhbeck de Burgos

“Dirigiré en el Teatro Real cuando me ofrezcan algo interesante”

16 junio, 2005 02:00

Rafael Fröhbeck de Burgos. Foto: Cotera

El más internacional de nuestros directores, Rafael Fröhbeck de Burgos, afronta un frenético fin de temporada. Finalizado el curso de la Nazionale de la Rai, de la que es titular, y en plenas representaciones de La Bohème en La Scala, dirige el 18 de junio en Dresde La vida breve con su segunda orquesta, la Filarmónica de la capital sajona. Volverá después al Festival de Tanglewood, junto a la Boston Symphony, con la que ha construido una estrecha relación. Por estos motivos ha hablado con El Cultural.

Pocas personalidades podemos encontrar en el actual panorama musical español de la relevancia internacional de Rafael Fröhbeck de Burgos. Nacido en la ciudad que ilustra su apellido hace 71 años, el director emérito de la ONE, donde estuvo durante 16 años (1962-1978), ostenta hoy la titularidad de dos formaciones: la Nacional de la RAI de Turín, colocada ya entre las primeras de Italia, y la Filarmónica de Dresde. El decano de la dirección en nuestro país, muy reacio a opinar de la vida musical española, es invitado habitual de las más importantes formaciones del mundo. Un reclamo que Fröhbeck atribuye "al empeño a lo largo de mi carrera de ser profesional. Las orquestas están contentas porque lo que les gusta es tocar bien y, sobre todo, no perder tiempo. Hoy los conjuntos son caros, los profesores están bien pagados y tienen que rendir".

-Existe la idea de que con usted las cosas funcionan, que obtiene resultados.
-Empecé muy joven como concertino en una orquesta de teatro y ya veía qué cosas hacía el director bien y cuáles mal. He logrado ser eficaz, sé lo que quiero, las obras que dirijo las conozco muy bien antes de llegar al ensayo y creo que he aprendido a saber cómo pedirlo.

-Pero ahora las orquestas ensayan mucho menos. ¿Cómo les traslada su visión en tan poco tiempo?
-Depende de lo buena que sea la orquesta. Por ejemplo, con las americanas, como Boston, Filadelfia o Nueva York, tan solo tengo tres o cuatro ensayos. Y eso durante la temporada porque, en verano, esa cantidad se reduce a dos o incluso uno. Pero es suficiente porque se trata de formaciones extraordinarias donde los profesores antes de empezar a ensayar se saben todas las obras. Al director le toca decir cómo las quiere. Desde hace cinco veranos he vuelto a Tanglewood. Allí Masur, Dohnanyi, Levine y yo hacemos cada uno cinco programas junto a la Boston Symphony. Sólo tenemos dos ensayos y funciona a la perfección. Algo que sólo varía cuando dirijo a la orquesta de estudiantes del Festival, todos excepcionales. Con ellos llego a los siete ensayos porque necesitan ir paso por paso.

-¿Cómo ha evolucionado su manera de dirigir?
-Parto de que sigo haciendo la música como a mí me gusta, intento sacar de las orquestas el máximo partido. Pero es cierto que las cosas evolucionan y allí está el movimiento historicista que ha hecho una gran labor aunque hay que tomar de él sólo lo bueno. De hecho, creo que se volverá a evolucionar. Es decir, hacen cosas con orquestas muy pequeñas, de época, pero no siempre ha sido así. Se intenta imponer la idea de que antes se hacía todo con 30 ó 40 músicos y eso no es verdad, ocurría sólo cuando no había más disponibles. Podían llegar hasta los 200. Sabemos hoy que en Viena y con dirección de Beethoven se hacían conciertos con grandísimas orquestas donde no sólo se doblaba las maderas, sino también los metales y hasta el timbal.

-El repertorio barroco se ha desplazado a conjuntos especializados.
-Eso está bien, lo que no quiere decir que no se pueda tocar con una orquesta tradicional. Obviamente no es igual y hay opción a otras versiones. También en el barroco se cree, sin ir más lejos, que con Haendel todo era pequeñito y olvidan los "conciertos mamuts" que se llevaban a cabo en los festivales haendelianos de Londres donde reunían a más de 600 músicos.

Mejores orquestas
-¿Cree que el mayor nivel técnico actual de los músicos hace que las orquestas sean mejores?
-Indudablemente, hoy en día se toca muchísimo mejor. El que las escuelas de música sean mucho mejores se refleja en el alto nivel técnico que poseen. Estoy en contacto con orquestas de jóvenes y su calidad es muy superior. Aprenden a tocar conciertos, ópera, repertorio contemporáneo, estudian su instrumento con el concertino... Ello les da un bagaje increíble.

-¿Se ha perdido a cambio algo de personalidad sonora?
-Y no sólo la sonora, sino toda la personalidad. Un buen ejemplo son los músicos que vienen de Corea, Japón o China. Aparece gente que toca técnicamente el instrumento con una perfección que simplemente no existía hace un siglo. Y, sin embargo, a los tres minutos de escucharles me aburro. No tienen nada que decir. Tan sólo han aprendido la técnica y eso es lo peor de nuestro época. Pero no sólo ocurre en la música.

--¿Cómo afronta su labor con dos orquestas tan distintas como la de Dresde y la de la RAI de Turín?
-Son dos escuelas distintas con sus propias ventajas, todo pasa por saber qué pedirles a cada una. La cuerda italiana tiene una belleza que es la dulzura de su sonido y un virtuosismo que casa muy bien con Vivaldi, Verdi o Puccini. En cambio, la alemana posee una profundidad, una oscuridad que va muy bien con Brahms.

-A usted le afectó la reestructuración de la vida musical berlinesa.
-Con los cortes de presupuesto me dijeron que querían reducir la Sinfónica de Berlín de la que yo era titular y les dije que conmigo delante no lo harían y me fui. Mi experiencia es que a todos nos están cortando dinero, tanto en Alemania como en la RAI. Una de las primeras cosas que recortan los políticos son las artes. Eso está mal hecho. El momento es difícil, los cortes son importantes. La ópera es un espectáculo caro, imposible de hacer con poco dinero y las entradas nunca cubren los gastos. Si continúan reduciendo, lo primero que se perderá es la calidad y habrá que hacer, además, menos producciones.

-En La vida breve de Dresde, cuenta con solistas españoles, ¿qué le parecen las nuevas generaciones?
-Se ha mejorado mucho, están saliendo muy buenos músicos en España. Entre los directores, Juanjo Mena y Pedro Halffter creo que son los dos que más porvenir tienen. En cuanto a los cantantes, tenemos que ser muy optimistas respecto a las nuevas generaciones. María Rodríguez, Vicente Ombuena y Ofelia Sala, son buenos ejemplos. Pero vuelvo a lo de antes, hace falta que surjan personalidades.

-¿Cómo es su relación con el mundo de la ópera?
-No hago mucha. Hubo una época en que le dediqué bastante tiempo, especialmete cuando estuve de titular en la Deustche Oper de Berlín y al mismo tiempo hacía 40 funciones en la ópera de Zurich. Eso pasó. Estas trece funciones de La Scala me apetecían mucho, llevo treinta años dirigiendo aquí pero siempre en concierto y ahora tenía ganas de ópera. Hay un buen ambiente, pero en el teatro nunca se sabe, espero que nada se tuerza.

-¿Le veremos en el Teatro Real?
-Desde su reapertura, las cosas que allí me han ofrecido no me han interesado. El día que me ofrezcan algo que me interese, lo pensaré e iré con mucho gusto.

Conciertos por internet
-¿Cómo ve la evolución de la música clásica a lo largo del XXI?
-Va a cambiar sobre todo en la difusión. Internet va a ser muy importante, siempre que se logre hacer sonoramente interesante. Va a haber menos orquestas aunque serán mejores y deberán dar más servicio. También veo consolidada la mujer en las orquestas, su presencia es muy importante. Ocupa ya puestos de solista y en grandes formaciones, la igualdad es absoluta. Y no sólo eso, en Estados Unidos, desde el punto de vista social, se reconoce que uno de los mejores empleos para una mujer es ser solista de una orquesta sinfónica. Según informes, después de directora de una empresa de belleza, es el trabajo más considerado, por delante incluso de la política.

-¿Ha cumplido sus expectativas de poder dirigir menos conciertos?
-Empiezo todos los años diciéndome que no voy a pasar de 80 pero luego vienen cosas que no puedo decir que no. Todos los años tengo cuatro o cinco semanas con la Sinfónica de Boston y otras cuatro con la de Pittsburgh, ¿cómo les voy a decir que no?, son dos de las mejores del mundo. Luego están las orquestas del norte, donde tengo que volver todos los años, seis o siete semanas. Pero todos los días le doy las gracias a Dios por poder hacer más de cien conciertos al año. Y disfrutando, porque ahora lo hago más que nunca. Compadezco a los carecen de trabajo, yo tengo uno y lo adoro, me gusta, ¿qué más se puede pedir?