Image: José de Nebra luminaria del barroco por Andrés Ruiz Tarazona

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Música

José de Nebra luminaria del barroco por Andrés Ruiz Tarazona

Se cumplen trescientos años del nacimiento del compositor español

9 enero, 2002 01:00

Durante estos días se conmemora el tricentenario del nacimiento de José de Nebra y Blasco (1702-1768), uno de los grandes compositores del barroco español. Como el de Bach o el de Couperin, también el apellido de Nebra perteneció a varias generaciones de organistas y compositores aragoneses. El padre de José, José Antonio Nebra Mezquita, era oriundo de Hoz de la Vieja (Teruel), pero llegó a ser organista de la Colegiata de Santa María de Calatayud. En esta villa zaragozana contrajo matrimonio con Rosa Blasco "doncella natural de la ciudad de Borja" y en ella les nacieron cuatro hijos, tres de los cuales fueron músicos destacados. El más notable fue José, cuyo nacimiento debió ser en los primeros días de enero de 1702. Pasó la primera etapa de su vida en Calatayud, pero en agosto de 1711 su padre ganó la plaza de organista de la catedral de Cuenca y toda la familia se trasladó allí. Es muy probable que el pequeño José continuara recibiendo enseñanzas de su padre en el conquense Colegio de San José, en el que Nebra Mezquita impartía sus clases a los infantes del coro.

Su biógrafa, María Salud álvarez Martínez, piensa que José destacó tan pronto en el pequeño mundo musical de Cuenca que su padre decidió enviarlo a Madrid. En la Villa y Corte lo encontramos ya en 1719 ejerciendo como organista en el convento de las Descalzas Reales, cargo que había ostentado poco más de un siglo antes el genial Tomás Luis de Victoria. Posiblemente amplió estudios con José de Torres, ilustre compositor y teórico con quien coincidió en las Descalzas. En cualquier caso, en 1723 presentó en el Corral del Príncipe -actual Teatro Español- la música para el auto sacramental de Calderón La vida es sueño. También ejerció por estos años como músico de cámara de los duques de Osuna. En el palacio de la Cuesta de la Vega tuvo que entablar relación con quien era entonces el más prestigioso compositor de Madrid, Antonio Literes Carrión (1673-1743), cuyo Acis y Galatea había despertado gran entusiasmo en la Corte.

Desde la muerte de Sebastián Durón (1660-1716) en el exilio de Cambo-les-Baines, los italianos tuvieron el camino franco para imponer su estilo en la música española. Sin embargo Literes mantuvo, hasta cierto punto, la tradición española frente al empuje de los Facco, Mele, Coradini, Conforto, Corselli y un largo etcétera. A la muerte de Literes la música nacional encontró en José de Nebra un continuador de la tradición polifónica hispana, de ahí que Iriarte lo incluyese entre los grandes en su célebre poema La Música (1779). Esto puede apreciarse también en el Invitatorio Regem cui omnia vivant, de 1758, lo cual no impide que otras composiciones muestren a Nebra como el más avezado maestro en la asimiliación de ciertos procedimientos y del espíritu del barroco italiano, que era omnipresente en Europa. Pensemos que todo un Haendel no pudo -por fortuna- librarse de su influencia.

Pese a verse obligado a competir con los italianos citados, o hacer frente a autores de la talla de Hasse (que presentó su Demetrio en loscaños del Peral durante los carnavales de 1738); de Jommelli, cuyo Demetrio se ofreció por aquellos años en el Buen Retiro; de Baldassare Galuppi, que hizo en Madrid el estreno absoluto de su Demofoonte, o con las brillantes óperas de Corselli (Courcelle) y algún que otro Pergolesi (La contadina astuta, por ejemplo) Nebra no cesó de estrenar producciones musicales. Desde su juvenil Amor aumenta el valor, sobre el libreto de José Cañizares, escrito para celebrar la boda entre Fernando VI, entonces Príncipe de Asturias, y María Bárbara de Braganza, melodrama representado en Lisboa en 1728 en el palacio del embajador de España, marqués de los Balbases, hasta Para obsequio a la deidad nunca es culto la crueldad, e Iphigenia en Tracia (1747) son numerosos los autos, comedias, loas, entremeses, sainetes a los que el maestro aragonés puso muy bella música. álvarez Martínez ha censado 68 títulos de obras escénicas de José de Nebra que le proporcionaron extrema fama. En 1726, Juan Francisco de Corominas, primer violín de la Universidad de Salamanca y teórico bien informado, -como lo confirma el conocimiento de autores contemporáneos a él, como Corelli, Albinoni y Vivaldi- sitúa a Nebra entre los mejores músicos españoles en su curioso Aposento Anti-Crítico. La fama del bilbilitano cruzó también el Atlántico hasta el punto de que al compositor limeño José de Orejón y Aparicio (1705-1765) se le denomina "el Nebra peruano".

Hay muchas piezas sacras de Nebra repartidas por los archivos españoles y americanos, lo que explica que Emilio Cotarelo le llamase "el Lope de Vega de la música española". El cardenal Mendoza creó para él el puesto de Vicemaestro de la Capilla Real y Rector del Colegio de Niños Cantores. Entre sus discípulos figuran José Lidón y el Padre Soler. Tras el incendio del viejo Alcázar de los Austrias en la Nochebuena de 1734, Nebra fue uno de los designados para rehacer los fondos musicales de la Capilla Real desaparecidos en aquel desastre. A él le debemos también el melodrama Venus y Adonis (1753) y una hermosa Misa de Requiem para las honras fúnebres de Bárbara de Braganza, dirigida en Cuenca hace unos años por Philippe Herreweghe. La Sociedad Española de Musicología ha realizado un disco con diversas piezas religiosas de Nebra, la Orquesta y Coro de RTVE grabó las Vísperas a la virgen, Laetatus sum (1749) y el Ensemble Baroque de Limoges que dirige Christophe Coin, la preciosa zarzuela Viento es la dicha de amor (1743), con libreto del calderoniano Antonio Zamora. La madurez de Nebra como autor lírico abarca desde 1743 hasta 1750. De esos años proceden sus mejores piezas teatrales, entre ellas la Ifigenia en Tracia ofrecida hace unos años por la Capilla Real de Madrid. Es de esperar que el 2002 procure el descubrimiento de nuevas obras de aquel gran maestro.