Image: Kraus es mi modelo

Image: "Kraus es mi modelo"

Música

"Kraus es mi modelo"

La soprano Edita Gruveroba vuelve al Liceo

24 enero, 2001 01:00

Edita Gruberova

Los fastos verdianos han oscurecido otras efemérides como el bicentenario de Bellini. El Liceo de Barcelona lo celebrará a partir del domingo con unos Puritani que contarán con una protagonista de excepción: Edita Gruberova, que confiesa a EL CULTURAL cómo a veces, cuando escucha vocalizar a algunos colegas, "me pongo enferma".

Para Gruberova hay una única base para Wagner, Bellini, Verdi o Strauss. El fundamento del canto está en la respiración. "Todo viene del control del aire, que se realiza con el diafragma", señala. "Es preciso saber qué cantidad es necesaria para preparar cada frase. Somos como pilotos de un avión que necesitan saber cuánto combustible es imprescindible para la travesía. Después hay que buscar las resonancias, localizando el espacio adecuado para cada nota".

-El diafragma es el músculo que todos citan y no todos saben usar.

-El trabajo con el diafragma permite que no se fuercen nunca las cuerdas vocales. Yo tuve que rehacer mi técnica cuando me di cuenta con veintitantos años que tenía problemas en los sobreagudos de la Reina de la Noche. Fue Ruthilde Boesch en Viena, con la que todavía consulto muchas cosas, la que me ayudó. Es ahora cuando he comprendido en qué consiste la técnica. Por eso estoy dispuesta, algún día, a explicarla. De momento, con clases magistrales. Después, ya se verá.

-Hay cantantes que hacen buena carrera con técnica deficiente.

-Conozco nombres muy famosos que no tienen la menor idea de todo esto y se basan exclusivamente en sus dones naturales. Pero eso se aguanta hasta cierto momento. Cuando llegas a los 40, necesitas echar mano de la técnica porque las condiciones innatas se deterioran. En mi opinión, el momento más peligroso para un artista es entre los 30 y los 40 años.
-La edad, en su opinión, no tiene que ser un inconveniente.

-Al contrario. Yo ahora me siento mucho más relajada al cantar que nunca. Sé que las notas altas están ahí. Aunque mi voz cambia, conozco hasta dónde puede llegar. Hay que adaptar el repertorio a la evolución de la voz siendo conscientes de nuestras limitaciones. Para ello, el secreto es muy simple: estudiar todos los días. También analizo otras voces, miro nuevo repertorio, trabajo las escalas con el mismo cuidado que cuando empezaba. Busco cada sonido para saber dónde está. Hay que ser disciplinada porque cantar es mucho más que abrir la boca. René Kollo se asombraba de que practicara todos los días, pero yo le decía: ¿se imagina alguien a un atleta o un bailarín que no trabaje a diario? Nosotros somos atletas de la voz.

Aviso para navegantes

-Se llevará las manos a la cabeza oyendo a algunos colegas.

-A veces los escucho vocalizar y me pongo enferma: ¿cómo no se dan cuenta de sus errores? Claro, muchas veces no puedes decir nada porque es un tema muy delicado. Pero me gustaría mucho comentarles esto o aquello. En algunos casos son conscientes de sus limitaciones, pero no se atreven a reordenar todo su trabajo. Porque llegados a ciertos momentos puede resultar un esfuerzo enorme.

-¿Cuál ha sido su modelo?

-Sin duda, Alfredo Kraus. Todas las veces que canté con él me enseñó algo. Al final de su vida, mantenía la voz incólume. No sólo los sobreagudos, también las notas centrales, que es donde se suele notar la decadencia.

-¿Y entre los artistas actuales?

-Rockwell Blake. Aunque tiene una voz muy limitada, hace lo que quiere con ella. Muchas veces me pregunto qué podría hacer un Pavarotti, con un registro natural tan increíble y con una buena técnica.

-Su visión de los directores de orquesta es bastante crítica.

-Algunos son auténticos criminales. Levantan murallas sonoras que requieren un esfuerzo a mi juicio estúpido. El director debe ayudar siempre a los cantantes, que se la juegan ante el público. El problema viene cuando es el cantante quien debe ayudar al director. Una batuta que no sepa de técnica vocal no debería bajar al foso.

-Usted ha señalado la utilidad de escucharse en las grabaciones.

-Sin duda. Yo hice en Covent Garden unos Capuletos de los que no quedé muy satisfecha. Al escuchar la grabación me di cuenta de la razón. La he vuelto a estudiar y a grabar. Comprendí que había momentos en los que empujaba la voz y no era necesario. Me parece muy útil y se lo recomiendo a todos.

Grabar a la carta

-¿Por qué creó su propia compañía discográfica, Nightingale?

-Había muchas obras que a las demás compañías no les interesaban, y decidí ver la viabilidad de un proyecto así. Ha funcionado muy bien. Procuramos grabarlas en directo, lo que tiene dos ventajas: abarata los costes y da una sensación de inmediatez.

-¿Dónde están sus límites?

-En mi repertorio, el papel más difícil que he abordado es Anna Bolena. ¡Yo le llamo mi Brönnhilde particular! Es muy largo, el dúo con Seymour es dificilísimo, pero compensa porque la música alcanza momentos fantásticos. Me han propuesto hacer Norma, pero siempre se dice, con razón, que es el papel ideal para matar voces. De momento, aspiro a seguir con mi repertorio y a lo mejor lo amplío con otros títulos menos conocidos. Uno de mis caballos de batalla ha sido Linda di Chamounix, con la que siempre he tenido un gran éxito, a pesar de que no sea un título popular.