Integrantes de la compañía ´La Fura dels Baus´ durante la puesta en escena de la obra 'Carmen' en el Puente del Rey de Madrid incluido en los Veranos de la Villa. Foto: EFE / Juanjo Martín.

Integrantes de la compañía ´La Fura dels Baus´ durante la puesta en escena de la obra 'Carmen' en el Puente del Rey de Madrid incluido en los Veranos de la Villa. Foto: EFE / Juanjo Martín.

Danza

Carmen surcó los cielos de Madrid: 150 años de un mito reinventado por La Fura dels Baus

Los Veranos de la Villa abren su programación rindiendo tributo a la inmortal ópera de Bizet con su sello característico de riesgo, modernidad y fusión escénica.

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El cielo de Madrid se llenó de viento, música y mito. La noche del 7 de julio, en la explanada del Puente del Rey, el Festival Veranos de la Villa inauguró su edición de 2025 con un espectáculo desafiante: Carmen 150 años, una producción de La Fura dels Baus que rindió tributo a la inmortal ópera de Bizet con su sello característico de riesgo, modernidad y fusión escénica.

Al aire libre y con entrada gratuita, el evento atrajo a miles de espectadores que, desafiando también las rachas de viento que azotaron la ciudad, fueron testigos de una velada en la que la música, la danza y la ópera se conjugaron en una reinterpretación contemporánea de la Carmen más libre y universal. Como si el espíritu de aquella mujer indomable que Bizet estrenó en 1875 hubiera decidido celebrar su siglo y medio elevándose —literalmente— por encima del suelo de la capital española.

Resulta imposible no comenzar hablando del viento, un invitado inesperado que convirtió el espectáculo en una auténtica prueba de temple para todos los artistas. Las estructuras metálicas que tanto caracterizan el estilo visual de La Fura vibraban con cada ráfaga, y los músicos, cantantes y bailarines tuvieron que ajustar, improvisar, resistir. Pero el arte, cuando es verdadero, se sobrepone incluso a los elementos. Y esa noche se sobrepuso.

El resultado fue un espectáculo que parecía alimentarse de la dificultad, creciendo en intensidad a medida que la brisa se convertía en ráfaga y el escenario se volvía un campo de batalla entre el diseño escénico, el cuerpo humano y la música.

La propuesta de La Fura dels Baus no se limitó a la celebración de un aniversario redondo. Carmen 150 años fue una relectura libre y expandida, donde el alma de la tabacalera se desdoblaba en múltiples cuerpos: la Carmen que canta, la que danza, la que desafía, la que arde, la que vuela.

Integrantes de la compañía ´La Fura dels Baus´ en el Puente del Rey de Madrid. Foto: EFE / Juanjo Martín.

Integrantes de la compañía ´La Fura dels Baus´ en el Puente del Rey de Madrid. Foto: EFE / Juanjo Martín.

En el centro de esta multiplicidad brilló Maite Alberola, soprano valenciana que encarnó a la Carmen vocal con potencia sonora y elegancia expresiva. Su interpretación estuvo a la altura del repertorio y alcanzó una dimensión simbólica cuando fue elevada, suspendida en el aire y finalmente convertida en figura mitológica sobrevolando Madrid. Esa imagen —Carmen flotando en los cielos madrileños, desafiante incluso a los vientos— será difícil de olvidar.

Pero si hubo un momento que condensó la emoción del espectáculo en carne viva, ese fue la aparición de Sergio Bernal, el bailarín que ya es una referencia internacional y que se ha convertido en emblema de una danza española moderna, viril y delicada. Bernal fue el torero, o quizá el deseo mismo, o tal vez la violencia que intenta retener lo que no se deja atrapar.

Su cuerpo, firme como una promesa de tormenta, dibujó líneas de fuego sobre el escenario, desafiando las ráfagas con giros precisos y saltos decididos. Su intervención no fue larga, pero sí decisiva. En una propuesta donde los lenguajes escénicos se entrelazaban constantemente, la danza de Bernal supo condensar lo narrativo y lo simbólico en una forma pura, limpia y conmovedora.

La dirección escénica de Carlus Padrissa, miembro histórico de La Fura dels Baus, llevó la acción a todas partes: al suelo, al aire, a las pantallas. Plataformas móviles, acróbatas suspendidos, una orquesta expuesta a la intemperie: todo formó parte de un entramado visual y sonoro que aspiraba a lo total, a lo envolvente. El homenaje a Carmen no fue una postal, sino un ritual. Y como todo ritual fúrico, tuvo su caos, su riesgo y su belleza.

Integrantes de la compañía ´La Fura dels Baus´ acompañados por la banda Sinfónica Municipal de Madrid durante la puesta en escena de la obra 'Carmen'. Foto: EFE / Juanjo Martín.

Integrantes de la compañía ´La Fura dels Baus´ acompañados por la banda Sinfónica Municipal de Madrid durante la puesta en escena de la obra 'Carmen'. Foto: EFE / Juanjo Martín.

El uso de pantallas gigantes permitió al público seguir de cerca los detalles vocales e interpretativos, mientras que el diseño de luces y la escenografía se encargaron de crear atmósferas que iban del dramatismo más oscuro al lirismo más poético.

El espectáculo contó con la presencia de Marta Rivera de la Cruz, concejala de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, cuyo respaldo al festival quedó patente en una inauguración que no escatimó en ambición. La dirección artística de esta edición recae en manos del gran Joaquín de Luz, bailarín de trayectoria internacional que ha sabido imprimir al cartel un equilibrio entre tradición y vanguardia, entre arte popular y exigencia estética. Si Carmen 150 años marca la pauta, lo que viene promete seguir brillando.

La Carmen de La Fura no se cantó en un teatro ni se representó en un auditorio: se encarnó en el aire libre de una ciudad que aún cree en el poder transformador de la cultura. Que un espectáculo de esta magnitud se ofrezca sin coste, al alcance de cualquier ciudadano, es en sí mismo un gesto político: el arte como derecho, como fiesta compartida, como abrazo colectivo.

Madrid vivió una noche intensa, de esas que se inscriben en la memoria colectiva no sólo por la excelencia artística, sino por el modo en que el arte fue capaz de domar al viento y elevar un mito hacia las estrellas. Los Veranos de la Villa han comenzado. Y lo han hecho con un grito de libertad que, como Carmen, no puede ser silenciado.