Robe Iniesta, en concierto. Foto: Ricardo Rubio/EFE

Robe Iniesta, en concierto. Foto: Ricardo Rubio/EFE

Escenarios

El único consejo de Robe a los jóvenes: "Aprended lo que os salga de los cojones"

Las canciones de Extremoduro fueron un referente de libertad y rebeldía para varias generaciones, para apostar por la poesía antes que por la nómina.

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Alberto Ojeda
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"Ahora prefiero ser un indio a un importante abogado". Es una de las frases emblemáticas de la canción Ama, ama, ama y ensancha el alma, que armó Robe Iniesta a partir del poema de Manolo Chinato. Apareció en 1992, en el disco Deltoya. Es epítome de la filosofía vital del líder de Extremoduro, que nos ha dejado hoy para consternación de su multitudinaria parroquia.

Confieso que para mí esa afirmación tuvo su impacto. Sobre todo cuando a finales de la carrera de Derecho ya tenía claro que iba contra mí mismo. El Derecho no era mi destino. Lo era el periodismo. Poco después, ya atrapado con la tesis sobre OPAs en el departamento de Derecho Mercantil de la universidad, la frase seguía mordiéndome la conciencia, haciendo su labor de zapa. La voz de Robe, enarbolándola, contribuyó sin duda a que diera el giro de timón hacia la terra incognita del oficio de escribir.

Es el valor de la poesía y de la música. Cuando te toca, es capaz de propiciar catarsis que lo cambian todo. Desencadenar reinvenciones a contracorriente. Y de procurar en última instancia atisbos mínimos de felicidad. En mi generación Extremoduro fue un referente de eso: de libertad y rebeldía. Un canto a hacer tu camino a partir de intuiciones y vibraciones internas, al margen de los dictados del entorno. Eso hay que agradecérselo a un grupo como Extremo. Nos quitó presión. Nos permitió imaginar futuros alternativos.

Ser un indio no estaba mal. Quizá era mucho mejor que ser "un importante abogado". Ya dependía de cada uno. Tú elegías... O indio o abogado. O incluso las dos cosas.

El escritor Lorenzo Silva, que fue un importante abogado y que colgó la toga para centrarse en su verdadera vocación, la escritura literaria, fue uno de sus fans más conspicuos. Recuerdo cuando ganó el Premio Planeta, por La marca del meridiano, en 2012. Después de dar un edificante discurso en favor de la concordia en la cara de Artur Mas, en los tiempos en que el Procés nos tensaba a todos, fue a la sala de prensa para atender a los medios. Allí vino a decir, no sé ya a cuento de qué, que todavía teníamos pendiente situar a Robe en el lugar que le correspondía. Es decir, mucho más arriba de donde estaba. Mara Torres, que fue la finalista ese año y estaba a su lado, se adhirió a la moción de Silva con entusiasmo.

Silva lo había entrevistado para la revista Rolling Stone. Puso a Robe en un brete, porque su canto libertario siempre estuvo asociado también al consumo de drogas, como la contracultura jipi, que construyeron un paraíso lisérgico del que muchos no encontraron el camino de vuelta. Se quedaron colgados en el trip: el reverso oscuro de esa libertad que predicaba Robe, que también incitaba en sus letras a los excesos de las rayas sobre la carcasa de un cedé.

Le preguntó Silva si le preocupaba que sus hijos, de 14 o 15 años, se drogasen. Iniesta le contestó: "Ahora que son adolescentes, pues sí me preocuparía, pero, cuando sean mayores, ellos sabrán lo que hacen […]. Las cosas en sí no son ni buenas ni malas, no es malo tener moto ni es malo meterse droga. Todo depende de cómo lo hagas". Una respuesta de apabullante sensatez.

El argumento lo remataba Robe volviendo a las vocaciones. "Que aprendan a hacer lo que les salga de los cojones, que sepan que se puede salir adelante haciendo eso, que se puede ser libre y se puede vivir haciendo y diciendo lo que uno quiere, que no hay por qué someterse y resignarse a lo que te toca".

Qué mejor manera para no despeñarse en este mundo difícil. Para no quedarse colgado en el trip de la vida.