
El maestro inglés Daniel Harding. Foto: MUSA
Harding dirige la batuta hacia Granada con dos conciertos de estampas marinas y horror verdiano
Este fin de semana Daniel Harding y la Academia Santa Cecilia de Roma ofrecen en el Festival de Granada dos conciertos con partituras dispares de Debussy, Ravel y Verdi.
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Sin duda uno de los acontecimientos más señalados del actual Festival de Granada es la presencia de la Orquesta y Coro de la Academia Santa Cecilia de Roma al mando de Daniel Harding (Oxford, 1975). Conjunto sinfónico y coral de rancio abolengo, protagonistas desde hace siglos de grandes eventos líricos y meramente sinfónicos. En cartel obras relevantes, señeras, de la historia de la música.
Este sábado, 5 de julio, un concierto francés de carácter impresionista con La mer de Debussy, esa estampa marina de trazo minucioso y colorista, evocadora de paisajes aromáticos, de olas juguetonas, de lejanías. Un gran fresco sinfónico en tres movimientos, de una sutileza extraordinaria, con efectos tímbricos y melódicos maravillosos.
En la segunda parte, una imponente partitura coreográfica, Daphnis et Chloè, con la que Ravel llegaba a la cima de su arte orquestal definido, entre otras cosas, por la limpieza y transparencia de texturas, la nitidez tímbrica, la funcionalidad armónica, la sabiduría instrumental, la belleza de los temas, siempre caracterizados por el lirismo, la sólida delineación y el poder de comunicación.
Toda la escritura de este extenso ballet participa de la atractiva alquimia del arte raveliano poblado, como él mismo apuntaba, de "visiones libérrimas que, sin embargo, gozan de un diseño exacto". La libertad, la fantasía unidas al orden, a la pureza de la forma.
Y en el segundo concierto, domingo 6, un auténtico, temido y de todas formas deseado miura: el Requiem de Verdi, en el que, como resumía Jürgen Dorm, concurren cuatro gestos dramáticos: horror, temor, contrición y súplica. Cuatro sentimientos muy propios de la música religiosa cristiana y que Verdi reúne en esta obra tan italiana, tan operística, carácter que se combina perfectamente con la emoción cordial que nace de la sinceridad de la expresión.
'La mer' de Debussy es un gran fresco sinfónico en tres movimientos de una sutileza extraordinaria
La batuta de Harding puede ser realmente idónea para dirigir, desentrañar y explicar estas tres composiciones, tan dispares. En primer lugar por su capacidad para clarificar texturas, su facilidad para explicar, con un gesto fácil y elegante, enjuto y preciso, cualquier pentagrama. También por su sapiencia, heredada de directores como Simon Rattle, que le dio la alternativa siendo muy joven, y Claudio Abbado, que lo convirtió en su asistente.
Y no hay duda de que en las concepciones del discípulo hay mucho del maestro. Aunque sus prospecciones nos parecieron años ha algo planas, a veces faltas de contenido, descarnadas de texturas, vivas de tempo, caracterizadas por un color agreste y una rítmica bien aplicada.
Y eso a día de hoy puede jugar en su favor. Mirada directa, buscando la naturalidad, la direccionalidad, huyendo de elongaciones innecesarias y de acentuaciones falsamente trascendentes. Líneas de gran transparencia gestual, lo que siempre viene bien a los instrumentistas y solistas vocales a sus órdenes.
Estos serán en la obra verdiana la soprano Federica Lombardi, una lírica satinada y bien plantada; la mezzo Teresa Romano, de lirismo afectuoso y elegante; el tenor Francesco Demuro, un lírico algo descolorido pero eficaz, y el bajo Giorgi Manoshvili, de buen material, aunque algo verde.