Anabel Alonso, en la piel  de la famosa trotaconventos. Foto: Pedro Gato

Anabel Alonso, en la piel de la famosa trotaconventos. Foto: Pedro Gato

Escenarios

Una Celestina sensual y sexual encarnada por Anabel Alonso recorre España

Eduardo Galán rompe el tópico de la vieja andrajosa. En su adaptación, dirigida por Antonio C. Guijosa, presenta una alcahueta ajada pero atractiva, y con el deseo carnal vivo

18 junio, 2023 02:13

Hace poco más de una década, Eduardo Galán ya se fajó con La Celestina. Puso en suerte del director Mariano de Paco una adaptación con la que Gemma Cuervo, en la piel de la alcahueta, se retiró.

Se estrenó entonces en Clásicos en Alcalá, donde Galán vuelve de nuevo con La Celestina este domingo 18 (luego irá a Cáceres el 24 de junio y a Almagro el 14 y el 15 de julio). “Sentía, como autor, la necesidad de enfrentarme de nuevo a este monumento literario universal desde un nuevo punto de vista, porque en todo este tiempo han cambiado muchas cosas en el mundo y en las artes escénicas”, explica a El Cultural.

Su planteamiento altera la estructura primigenia de la pieza. Todo está orquestado a fin de responder a la pregunta “¿por qué te has ido?”, que Pleberio, padre de Melibea, se hace en el conmovedor planto final, motivado por el suicidio de su hija. El doliente progenitor responsabiliza al amor y a la vieja intrigante. “Lo que hago es comenzar con el planto, y con Celestina apareciendo y respondiéndole. Me interesaba provocar una reflexión acerca del comportamiento de Melibea y de la ceguera de Pleberio”.

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Para Galán, La Celestina es muy actual porque impugna una sociedad envenenada por “la ambición, la codicia y el deseo sexual como placer personal más allá del amor comprometido o romántico; Calisto es un obseso ridículo que solo desea el gozo físico”. Aparte, tiene un eje temático intemporal: “La muerte como única certeza de la vida en una antítesis ideológica descomunal”.

Por otro lado, el autor de Nerón, no deja de sentir fascinación por el lenguaje de Rojas. “Es un templo de aquel castellano virgen de finales del siglo XV, un idioma en el que se funden los cultismos de los señores y los coloquialimos de la Celestina, las prostitutas, los criados… Y en el que se mezclan toda clase de
figuras retóricas: como metáforas, comparaciones, hipérboles, ironías…”.

Destaca asimismo el punto de inflexión historiográfico en el que acontece la trama, cuando la Edad Media va quedando atrás y se produce “el alumbramiento de la belleza de un mundo más luminoso, el del Renacimiento”.

“Melibea –continúa Galán– simboliza el ideal de belleza renacentista al igual que Venus en El nacimiento de Venus, de Botticeli, o el David, de Miguel Ángel". Galán se ha movido en ese templo con mucho respeto, advierte, pero también tomando sus propias decisiones para acoger en él al volátil público contemporáneo. Hay que tener en cuenta que esta obra a caballo entre la novela y el teatro (la calificación no es un asunto filológico pacífico) duraría cinco horas si se presentase conforme a su literalidad original.

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Explica Galán también que su visión de la alcahueta dista mucho de la que ofreció en 2016 José Luis Gómez, que encarnó él mismo a Celestina. “Frente a quienes la ven como una vieja andrajosa, fea y sucia, yo veo una gran mujer, ya mayor, pero que conserva su atractivo (ajada, sí) y su poder de seducción no solo por la palabra sino también por su presencia física”.

Una mirada alternativa la suya que concretan sobre las tablas Anabel Alonso, protagonista de la puesta en escena de un Antonio C. Guijosa volcado en cargar la atmósfera de “pasiones”