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Escenarios

¿El público? Que pase (y se abone)

Los teatros de ópera luchan en un entorno con una saturada oferta de ocio para renovar su público. La generación Z y los 'millennials' son su objetivo y la única esperanza de supervivencia

30 septiembre, 2019 06:25

A finales del siglo XIX sólo en Madrid había ocho teatros que programaban espectáculos líricos regularmente. Mucha gente iba a ellos sin saber siquiera lo que iba a ver. La querencia hacia esos templos, tan marcada, tenía motivaciones que trascendían lo artístico. El personal iba a ligar, a hacer negocios o, sencillamente, a matar la tarde. Hoy, en cambio, la ópera debe batirse con una oferta cultural (o de entretenimiento) gigantesca. Se devana los sesos para movilizar una sociedad estresada y digitalizada. “Es muy difícil que la gente se enganche a la ópera y las artes escénicas en general pero, cuando alguien lo hace, suele ser muy fiel. Aquí en Valencia no tenemos un público muy numeroso pero sí muy asiduo”, explica a El Cultural Jesús Iglesias Noriega, director artístico del Palau de Les Arts, que la temporada pasada congregó en sus butacas a 91.914 personas (un 83,78% del aforo).

El ‘apantallamiento general’ es particularmente grave entre las nuevas generaciones (la z, los millennials…). Por eso resulta más complicado seducirlas. En el Liceo, por ejemplo, la media de edad es de 62 años, nos revela Valentí Oviedo, que recientemente ha asumido la dirección general del coliseo barcelonés. Está empecinado en conocer a fondo a sus ‘feligreses’ (algo más de 180.000 acudieron la temporada pasada a presenciar funciones operísticas) para resultar más certero en las políticas de atracción de nuevos públicos. Lo cierto es que la radiografía socioeconómica de la platea y los palcos ha cambiado mucho en el Liceo desde sus orígenes. Las familias burguesas (fundadoras, por cierto, del teatro) lo coparon casi monolíticamente hasta su reapertura en 1999, tras el incendio del 94. “A partir de ahí, gracias al decidido apoyo de las instituciones públicas y la creación de los abonos populares, llegaron personas intelectualmente inquietas, con formación universitaria y con un interés por la ópera que iba más allá de las voces bonitas, lo que dio una oportunidad a registas como Álex Ollé, Carlus Padrissa, Calixto Bieito…”, recuerda Oviedo, que cuenta con un presupuesto para esta temporada, la del 20 aniversario de la reinaguración, de 48.274.000 euros.

“Ahora el Liceo es realmente un reflejo de la sociedad abierta y heterogénea de una ciudad como Barcelona”, añade. Pero, como decíamos, el gran reto es ganarse para la causa lírica a los jóvenes. Y parece que están dando con la tecla. El programa Liceo sub 35 está siendo un éxito. Ofrecen a menores de esa edad entradas a 15 euros. Las ponen a la venta con un mes de antelación y lo comunican básicamente por redes sociales. Antes de que comience la función, les explican el argumento para que puedan centrarse en la música y la puesta en escena. En el descanso, pueden tomar refrescos y cervezas sin recibir un sablazo en la cartera. Y al término de la representación, comienza la sesión de un DJ, que prolonga unas horas la velada. “Así la experiencia no se les olvida en cuanto salen”, señala Oviedo.

“La única vía posible para ampliar el público es ofrecer un producto de una calidad extraordinaria”. Matabosch

La evolución no puede ser más ilusionante. Para I puritani las 1.800 entradas se agotaron en 4 horas. Para Tosca, en 12 minutos. Y para Turandot, obra con la que abren la celebración el próximo 5 de octubre, se produjo un colapso de su servidor porque 10.000 usuarios únicos se metieron a la vez en pos del chollo. “Teniendo en cuenta que cada uno puede comprar dos entradas, se puede concluir que 20.000 personas por debajo de los 35 años estaban ansiosos por asistir a la ópera”.

La barraca operística

En el Palau de les Arts, al que asistieron el curso pasado 91.914 personas (83,78% de ocupación), utilizan un reclamo similar. Sólo que, en su ciclo Preestrena fins a 28, bajan la edad a 28 años y el coste de la entrada a 10 euros. “Para mí, el precio suele ser una excusa para no ir al teatro, la danza o la ópera. Al final ese dinero se lo acaba gastando la gente en ir a un concierto, al fútbol o en un iPhone. Así, vendiéndolas tan baratas, no hay excusa posible”, señala Iglesias Noriega, que dispone de 24.421.320 euros para esta temporada.

El Palau también ha salido al encuentro del pueblo valenciano a la manera de La Barraca lorquiana. Con un camión que muta en escenario recorren localidades de la provincia y barrios de la capital representando Bastián y Bastiana, el singspiel de Mozart. “Cada vez más municipios demandan el camión. El número no para de crecer. El año que viene empezaremos a escenificar Il tutore burlato de Martín y Soler”, explica Iglesias, cuya obsesión es que estas iniciativas no sean experiencias puntuales y anecdóticas sino el germen de futuros abonados. “Por eso tenemos que abarcar con estas actividades y promociones desde los bebés hasta universitarios, para que haya una evolución sin cortes”.

Esa continuidad la practica decididamente el Teatro Real de Madrid, cuyo presupuesto para 2019 roza los 60 millones euros (29% procedente de recursos privados frente a un 23% públicos), 32 de los cuales se dedican a la actividad artística (en La Zarzuela esta partida alcanza 6,5 millones y en el Teatro de la Maestranza de Sevilla baja a 2,5 millones). “Tenemos una tarifa plana de entradas a 19 euros para menores de 30 años. Se aplica a todas las funciones y tiene mucho éxito pero incomprensiblemente no es muy conocida”, lamenta Joan Matabosch, director artístico del teatro madrileño. Es una oferta muy ventajosa porque las butacas que suelen adquirirse a esa módica cantidad son las mejores (patio, platea o principal), dado que al ser las más caras, suelen quedarse algunas sin vender.

En el Real están muy satisfechos con la complicidad de sus parroquianos. La temporada pasada rondaron un 95% de ocupación. Además, en unos pocos años han pasado de 12.000 abonados a 21.000, y los ‘amigos’ del Real (personas que aportan entre 20 y 400 euros) están ya cerca de ser 5.000.

Son datos que incitan a la esperanza y que enorgullecen particularmente a Matabosch, quien, sin abandonar los lógicos equilibrismos, ha corrido ciertos riesgos para enriquecer el repertorio. Puede presumir, por ejemplo, de la gran acogida deparada a Britten en estas últimas temporadas. Pero, según declara, no hay truco en este avance. “En un momento en el que las actividades de ocio son innumerables y ni siquiera hace falta salir de casa para disponer de lo que se desee desde el sofá del salón, la única vía posible para ampliar el público es ofrecer un producto de una calidad extraordinaria”.

@albertoojeda77