Image: Eduard Fernández: La inmigración de antes era más humana

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Escenarios

Eduard Fernández: "La inmigración de antes era más humana"

9 febrero, 2017 01:00

Eduard Fernández junto a Marina Salas durante un momento de Panorama desde el puente. Foto: Teatre Romea

El actor, nominado en los últimos Premios Goya por su papel en El hombre de las mil caras, protagoniza en los Teatros del Canal Panorama desde el puente, la aclamada obra del dramaturgo estadounidense Arthur Miller que supone una feroz crítica al sueño americano a través del problema de la inmigración.

El tercer Goya se le resiste a Eduard Fernández (Barcelona, 1964), que tras el éxito de El hombre de las mil caras acumula 10 candidaturas a estos premios, además de haber conseguido logros importantes como la Concha de Plata en San Sebastián. Pero más allá del cine, el actor se encuentra volcado con su otro gran amor, el teatro, protagonizando en los Teatros del Canal y bajo la dirección del francés George Lavaudant, Panorama desde el puente, la aclamada obra del dramaturgo estadounidense Arthur Miller que supone una feroz crítica al sueño americano a través del problema de la inmigración. Fernández, se mete en la piel del estibador Eddie Carbone, hijo de inmigrantes italianos, tosco, portuario y machista, que debe lidiar con la insatisfacción de su dura vida a la vez que luchar contra la compleja atracción sentimental que le ata a su sobrina Catherine, que él y su mujer adoptaron de niña al quedar huérfana. De forma paralela, surge una historia de delaciones en la que Carbone se verá implicado y que le llevará a romper la ley del silencio establecida entre los trabajadores.

Pregunta.- Estrenó la obra en el Teatre Romea el pasado febrero, ¿cómo afronta el montaje un año después?
Respuesta.- Muy a gusto. En definitiva esto es el teatro, hacer la función cada día, aunque hay algunos que da pereza, y que cada día sea distinto. La compañía es maravillosa, hemos sostenido muy bien la obra, yendo de no tan bien a mucho mejor. Creo que el montaje está en el mejor momento de madurez y me hace realmente mucha ilusión estar en Madrid, donde hemos tenido una gran acogida. En castellano suena un poco más ruda y más seca, pero creo que es bueno, que le va bien a la obra y al personaje.

P.- Lavaudant dijo de usted que "es un actor plástico, dinámico y proactivo que se implica en el montaje", ¿se reconoce en estas palabras?
R.- Pues sí, la verdad es que lo soy. Me implico mucho porque soy así, no sé hacerlo de otra manera tampoco, ni me apetece. Me implico con lo que hago y pretendo aportar, contar algo de mí, siempre es inevitable, con cualquier personaje. Me he entendido muy bien con George, que es un director que no solo lo permite, sino que pide que el actor proponga, porque el teatro es un toma y daca, un tête à tête entre director y actor, y más siendo el protagonista. Tienes que proponer, estar y opinar, y con George ha sido una maravilla, es de una elegancia bestial y sabe mucho de teatro y de lo que es un actor y actuar.

P.- Panorama desde el puente nació en un contexto en el que la inmigración se convirtió en un fenómeno social y político, ¿qué relaciones ve con la actualidad?
R.- Es un tema de plena vigencia, pero veo las mismas relaciones que pueda ver cualquier espectador. Quiero decir que no hemos adaptado la obra a esta circunstancia actual, sino que ya está en la obra por sí misma. El espectador quizá lo entenderá mejor porque es un tema que toca mucho hoy en día, pero no ha habido ninguna actualización porque creo que no hacía falta. La vigencia es absoluta.

P.- ¿Qué diferencia a la inmigración de los años 50 y la que está ocurriendo en la actualidad?
R.- Las dos son inmigraciones ilegales masivas, pero todo es más elaborado hoy en día, más manipulado. Antes era más rudo, más seco, más humano, más imperfecto. Hoy es más perfecto todo, más triste. George define aquella inmigración como "inmigración del hambre", y afirma que la de hoy comparte este rasgo pero es también política y religiosa. La de hoy no es exactamente la misma que la de entonces, y la obra nos permite comparar ambas.

P.- ¿Cómo viviría Eddie Carbone en el Estados Unidos de Donald Trump?
R.- Vete tú a saber si lo votaría, por ejemplo. No lo sé, no me había planteado que le parecería Trump a Carbone. Carbone es por encima de todo un tipo confundido, pero es muy misógino, muy primario... hay mucho inmigrante que vota a Trump, incluso mexicanos. Es un poco incomprensible, pero es así, así que quizá Carbone votaría por Trump.

P.- Más allá de este trasfondo social está la relación de Carbone con su sobrina, ¿cómo es?
R.- Es una relación bastante compleja. No está cerrada ni nombrada, puede ser de muchos colores. Es algo que desconoce el propio personaje, que no se plantea y no sabe cómo abordar. Le perturba y le lleva hacia lugares que desconoce, así que lo simula, se pinta a sí mismo su obsesión por su sobrina como una sobreprotección, aunque yo creo que debajo hay algo de amor y algo de motivo de vivir. Para él llegar a casa y estar con su sobrina supone la alegría de la vida. Es un personaje complicado que enfrenta al espectador a un constante dilema: enjuiciar una conducta que se sabe censurable, pero que difícilmente puede condenar sin reservas, porque también es entrañable en cierto sentido.



P.- Parece que se está especializando en personajes de doble filo, siempre al límite de lo censurable y que sin embargo no son totalmente reprobables...
R.- Bueno, es que son personajes muy atractivos. Alguien que está al límite de la ética o de la moral siempre es alguien con mucho interés, como es también muy atractivo un perdedor. Mucho más que un héroe. También me gustaría hacer un héroe, pero no sé, yo dentro de lo que me ofrecen, elijo lo que me atrae en la medida en la que me dejan.

P.- Estoy pensando, evidentemente, en su interpretación de Paesa en El hombre de las mil caras, ¿qué ha supuesto el personaje para usted? ¿Ha influido en su modo de ver a Carbone?
R.- Para empezar supuso conocer a Alberto Rodríguez, y trabajar con él y su equipo que es una maravilla. Me gusta trabajar con él porque es muy exigente y nos entendimos muy bien, aunque nos costó un poco al principio. También supuso aprender algo de una parte de la Historia de España y conocer a un personaje impagable como Paesa, que es un tío tremendo que necesitaba la adrenalina del peligro para vivir, entenderlo y hacer una composición realmente curiosa, que es la película. Pero no ha influido para nada en mi modo de ver a Carbone. No tienen absolutamente nada que ver.

P.- La película y usted han ganado muchos premios, pero hace trece años que no gana un Goya, ¿por qué se le resiste el tercero?
R.- Eso habría que preguntárselo a los que votan, no a mí, que no tengo nada que ver. Pero hay que tener claro que esto de los premios no tiene que ver realmente con el oficio de actor, es algo que el sistema hace para vender y hacer promoción, lo que también está bien. Aunque cuando uno ya está metido ahí siempre se lo quiere llevar y duele un poco cuando no ocurre, pero hay que tener claro que únicamente es lo que es.

P.- ¿Cómo es eso de saltar a la comba con cine y teatro?
R.-Es muy bonito. Yo, como soy muy masculino en ese sentido, me gusta hacer una cosa y solo una, pero cuando me coinciden toca fastidiarse. Me gusta mucho hacer teatro, no lo quiero perder de vista porque es una de las bases de mi oficio y se trabaja de otra manera. Prefiero los dos, no podría elegir, creo que el teatro es el lugar más adecuado para expresar mi oficio en toda su dimensión, pero el cine también es maravilloso. Y televisión, a donde llego por fin en octubre, algo que me apetecía un montón.