Image: Ángel Luis-Pujante: Shakespeare es la feliz conjunción de poesía y pensamiento

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Escenarios

Ángel Luis-Pujante: "Shakespeare es la feliz conjunción de poesía y pensamiento"

El traductor acaba de rematar el Teatro completo del bardo con la publicación del tomo Dramas históricos

17 abril, 2015 02:00

Ángel-Luis Pujante. Foto: Fundación Juan March.

Pocas personas en España conocen tan a fondo los arcanos textuales de Shakespeare como Ángel-Luis Pujante (Murcia, 1944), que lleva más de tres décadas enfrascado en la traducción de su obra a nuestra lengua. Intuición, fidelidad y rigor son sus herramientas para tan delicada y compleja labor. Ahora acaba de rematar Teatro completo con el lanzamiento del tomo dedicado a sus Dramas históricos (Espasa).

-Algunos vieron en estos dramas históricos un dramaturgo al servicio de la causa de los Tudor. ¿Qué argumentos opondría a esa visión, seguramente algo miope?
-Esa visión responde a un ideario conservador y nacionalista que se extiende a dramas historicos sobre reinados anteriores a los Tudor. La crítica actual ha demostrado que las corrientes culturales y sociales de la época de Shakespeare eran bastante más diversas de lo que sugiere esa visión, y sus propias obras nos permiten una lectura más escéptica. Si Shakespeare estaba tan al servicio de la causa Tudor, ¿cómo es que omite la presencia del que sería su primer rey, Enrique VII, a lo largo de casi todo el Ricardo III y lo saca tan brevemente al final como un personaje plano que declama parlamentos que suenan a sermones memorizados? Y si vamos a Ricardo II, el único testimonio de la representación de la obra en tiempos de Shakespeare es el encargo de que se repusiera en la víspera de la rebelión de Essex contra la reina Isabel I Tudor para incitar al pueblo a unirse a la sublevación.

-Lo que sí parece cierto es que con Ricardo III se ensañó. Trazó un perfil de este personaje más oscurantista y abyecto de lo que la historiografía acredita. ¿Puede concluirse que en determinados momentos Shakespeare sí cargó las tintas en función de intereses políticos?
-El Ricardo III shakespeariano está basado en la única versión de que podía disponerse entonces, que era la del vencedor; es decir, toda una leyenda negra. Se llegaba a decir que Ricardo estuvo dos años en el vientre de su madre y que nació con dientes. Shakespeare no llegó tan lejos, pero lo que hizo con él lo hizo sobre todo como dramaturgo al servicio de su público más que por intereses políticos. Me refiero a presentarlo como "monstruo", cojo, chepudo, contrahecho y repulsivo, apoyándose en la creencia de la época de que el monstruo exterior era un reflejo del interior. Esta imagen del personaje ya aparece esbozada en la tercera parte de Enrique VI, pero es en Ricardo III donde Shakespeare la desarrolla, tratándolo como un psicópata que quiere vengarse en los demás de las deformidades con las que le ha maldecido la naturaleza. Sin embargo, en él crea a un malvado fascinante, con un magnetismo diabólico que siempre ha atraído a actores y publico.

-Por cierto, ¿por qué cree que Ricardo III es la pieza dentro de sus dramas históricos más representada? ¿Por qué cala tanto?
-No estoy tan seguro de que sea la más representada. Quiza en España o en otros países, pero no en Inglaterra. Y si cala, creo que es por las razones que he dado al final de mi anterior respuesta.

-¿En términos dramatúrgicos qué importancia le concede?
-Ricardo III sigue siendo una obra de juventud, aunque muy lograda. Muchas veces se la compara desfavorablemente con Macbeth, que también se ocupa de un tirano sanguinario, pero la comparación acaba siendo injusta, porque Macbeth sí que es una de las cumbres de Shakespeare -para algunos la más alta-, mientras que Ricardo III es bastante melodramática, pese a sus méritos. Pero bastaría compararla con Ricardo II, una obra más rica y poética, y no menos política, y no digamos con Enrique IV, que para mí representa la madurez de los dramas históricos.

-Estos dramas son, en cualquier caso, el tramo de la obra teatral de Shakespeare menos popular. ¿Cree que deberían ser reivindicados con más entusiasmo?
-Su fuerte contenido nacional les puede pasar factura fuera de Inglaterra si no se atiende a sus aspectos más universales y a sus contenidos políticos más generales. Ya en sus primeros dramas -la trilogía de Enrique VI- queda muy clara la denuncia de las banderías de una nobleza que dice actuar por el bien del país, cuando se ve que lo hace en beneficio propio, abusando de cuantos privilegios disponen.

Terele Pávez y Juan Diego en el Teatro Español representando Ricardo III. Foto: Sergio Parra.

-Cita a Maquiavelo como uno de los autores que inocularon cierto escepticismo hacia la política en Shakespeare. ¿Hasta qué punto orientó este autor su perspectiva ideológica?
-Maquiavelo flotaba en el ambiente isabelino. No es preciso que influyera tanto en Shakespeare como para orientar su perspectiva ideológica personal. Bastaba con que el dramaturgo supiera aplicar a sus dramas la visión de la política de los hechos que proponía el florentino, ajena a cualquier explicación providencialista.

-También menciona el humanismo. ¿De esta corriente, qué pensadores le marcaron más?
-Aparte del humanismo tradicional que absorbió en la escuela, habría que señalar especialmente el de Montaigne, a quien Shakespeare leyó y con cuyo escepticismo parecía congeniar.

-En 1599 remata Enrique V y hasta 1613 no vuelve al género del drama histórico, con Enrique VIII. ¿A qué se debe ese intervalo tan extenso?
-Con el primero, Shakespeare cerraba el ciclo con el que había empezado, y es en esos años cuando se dedica especialmente a las que serían sus tragedias de madurez: de 1599 es su Julio César, a la que siguen Hamlet, Otelo, El rey Lear y Macbeth, nada menos. Después de ellas tampoco escribe más tragedias -ni comedias- y al final de su vida artística se centra en sus tragicomedias romancescas. De esa época es Enrique VIII, obra de colaboración con John Fletcher, que además es muy distinta de los dramas históricos anteriores: una especie de drama político de cámara sin guerras por la corona y con final feliz.

-¿Cuáles son a su juicio los 'pecados' de traducción más recurrentes (y fastidiosos) que se cometen al trasvasar a Shakespeare al español?
-Si se aspira a que la traducción se lea como obra teatral, el mayor pecado sería la verbosidad, el exceso de palabras con respecto al original. También la ausencia de oralidad.

-Una de las principales virtudes de Shakespeare es su musicalidad. ¿En qué medida es posible mantenerla?
-Si atendemos a la musicalidad que crea la andadura rítmica del verso blanco shakespeariano, lo más próximo en español sería el ritmo del endecasílabo castellano. Sin embargo, al ser este un molde fijo, plantea la dificultad de que la traducción de un verso blanco no se puede verter siempre exactamente en él, sino que suele necesitar un verso de más sílabas. Por eso bastantes traductores contemporáneos optamos por el verso libre, ya que permite reproducir el sentido y el estilo del original manteniendo una andadura rítmica que puede ser bastante regular.

-¿Qué otros escollos afronta el traductor del bardo de Avon?
-Lo primero es entender bien el original, cosa nada fácil, ya que la lengua de Shakespeare, aparte de su antigüedad, es muy creativa. Se ha dicho que a Shakespeare hay que traducirlo al inglés actual, y ya hay traducciones más o menos parafraseadas al inglés contemporáneo. Es en la fase de la comprensión cuando empiezan las diferencias entre las distintas traducciones de un mismo original.

-¿Hasta qué punto el First Folio es la fuente madre e imprescindible?
-El First Folio es la fuente obligada para las obras de las que no existe otro texto, pero también para las otras, como han demostrado las ediciones inglesas más recientes. Yo he tenido casi siempre una preferencia especial por el First Folio, como demostré en mi edición española de Hamlet.

-Y en cuanto a su escenificación, ¿qué es lo que más le chirría, lo que no soporta?
-Que algunos directores de escena se empeñen en utilizar el texto de Shakespeare como pretexto para sus supuestas genialidades. Dicho con otras palabras: que en vez de aspirar a una realización de Shakespeare, nos ofrezcan otra cosa, hasta el punto de que uno pueda salir al final -si no ha salido antes- preguntándose "¿qué queda aquí de Shakespeare?" Y si son escenificaciones españolas, que, en vez de traducciones -que funcionan- algunos escriban o se valgan de adaptaciones o versiones, que suelen ser refritos de traducciones existentes escritos en un español simplificado y de andar por casa.

-¿Camina Shakespeare hacia la inmortalidad?
-Yo no sé si llegará a tanto, aunque seguro que la Industria Shakespeare hará todo lo posible para eternizarlo. Lo que a mí siempre me ha asombrado de él es la conjunción de su excelencia poética y dramática con su altura intelectual. Otros tienen lo primero, pero ni piensan ni te hacen pensar, y viceversa. Yo creo que es gracias a esa feliz conjunción como Shakespeare nos atrapa, proponiéndonos preguntas cuyas respuestas las debemos dar nosotros, ahora y en los años por venir.