Image: El espíritu arde en San Agustín

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Escenarios

El espíritu arde en San Agustín

13 junio, 2014 02:00

Ramón Barea como San Agustín en Confesiones Foto: Irene Bau

Una de las obras cumbre de la literatura universal, las Confesiones de San Agustín, sube a los escenarios de la mano de Juan Carlos Pérez de la Fuente y Luis Alberto de Cuenca. Los días 17 y 18 en el Festival Clásicos en Alcalá.

"¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed, me tocaste, y abráseme en tu paz".

Estas palabras del Libro X de las Confesiones de San Agustín (354-430) son sólo un aperitivo de la profundidad y la belleza que contiene la que ha sido calificada como una de las primeras autobiografías de las letras universales además de uno de los textos más redondos y profundos de la espiritualidad.

Juan Carlos Pérez de la Fuente, Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño se han atrevido a llevar el mensaje del santo de Hipona a las tablas, en una compleja adaptación que en la que se han cruzado los pasajes agustinianos de mayor fuerza dramática con fragmentos de El divino africano, de Lope, texto de 1610 en el que el Fénix de los Ingenios dramatiza la vida y la obra del autor también de La ciudad de Dios. "Hemos construido un ‘totum' coherente y comunicativo para el público del siglo XXI. Las Confesiones es una obra densa y prolija de la que hay que extraer lo que puede dar más juego escénico y eso implica seleccionar", explica Luis Alberto de Cuenca a El Cultural mientras se declara un auténtico ‘agustinófilo'. "Hay párrafos de una belleza poética incomparable -añade-. Entre ellos, el que se inicia con ese ‘Tarde de amé...' que da título a nuestro trabajo". Para Luis Alberto de Cuenca la frase "ama y haz lo que quieras" resume a la perfección el mensaje ético y estético de San Agustín, que hace suya la máxima platónica al identificar lo bueno con lo bello. "El público de 2014 conectará fácilmente con el anhelo de salvación que preside el itinerario biográfico del santo obispo, que antes de serlo fue un vividor al límite que prescindía por completo del concepto de trascendencia. Buena falta nos hace ahora ese tipo de consideraciones en medio de la crisis de valores que padecemos hoy".

Otro de los aspectos que ha guiado el proceso de adaptación ha sido el de la accesibilidad al gran público. ¿Puede hacerse digerible un libro así? Para Luis Alberto de Cuenca no hay duda: "Hemos hecho todas las concesiones al entretenimiento que hemos podido. El teatro es, ante todo, entretenimiento. Y si, de paso, el espectador sale de la función cargado de mensajes bellos y provechosos, pues mejor que mejor".

Interpretada por Ramón Barea, estas Confesiones se estrenarán el próximo martes, 17 de junio, dentro de la programación del Festival Clásicos en Alcalá bajo la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente, que culmina así su trabajo de producción iniciado en 2004 junto a Rosario Calleja, director y directora adjunta respectivamente del Centro Dramático Nacional entre 1996 y 2004. La idea de llevarla al escenario surge durante sus habituales ensayos en el Colegio Mayor Elías Ahuja de los Agustinos, en la Universidad Complutense. "Allí entré en contacto con el pensamiento agustiniano -señala Pérez de la Fuente a El Cultural-. Este africano universal, a pesar de los siglos que nos separan, se nos revela como un hombre de ahora mismo, de carne y hueso. Perfectamente reconocible y cercano hasta el punto de que llega a lo impúdico. Sus miserias son muy parecidas a las nuestras".

Pérez de la Fuente reconoce cierto pudor a la hora de enfrentarse a la obra de San Agustín. "Contagia, vaya que si contagia". Y es entonces cuando evoca las palabras de Terencio que el santo de Hipona hace suyas: "Hombre soy, entre hombres vivo, y nada de lo humano me es ajeno."

Pero, ¿qué hay de teatro en una obra autobiográfica, cómo se manifiesta el arte dramático en la vida y la obra del autor? Pérez de la Fuente entiende que la palabra y el espíritu de San Agustín encuentran en el teatro de ceremonia su hábitat natural: "Sintió una gran atracción por el teatro, actuó dentro y fuera de la escena. Hay mucha teatralidad en su palabra. Su obsesión por buscar la verdad hasta sus últimas consecuencias hacen que todo esté lleno de preguntas. El escenario es una pregunta, y en todo interrogante hay conflicto: ahí está el meollo".

Puede decirse que el proyecto nace en un encuentro del director con Ramón Barea mientras interpretaba Puerta del Sol, basado en la tercera parte de los Episodios Nacionales de Galdós. Desde entonces se conjuraron para volver a trabajar juntos en una "ceremonia" en la que participa la Escolanía del Real Monasterio de El Escorial y un saxo que, según sus palabras, "llora, grita, gime, seduce y consuela". Todo en el marco de la Capilla de San Ildefonso de Alcalá de Henares, con el sepulcro del Cardenal Cisneros de fondo. "Es el espacio soñado. Por eso esta vez el sueño se ha hecho realidad", concluye Pérez de la Fuente, que ve absoluta actualidad en esta obra por vivir "en el lugar de la angustia, de la ansiedad, fuera de nosotros, sin conseguir encontrarnos. San Agustín nos para en seco". Nada mejor entonces que sus palabras para exorcizar su memoria: "Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ríos, y la inmensidad del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos".