Escenarios

Ivor Bolton

“Bajaremos al foso del Real con la intención de bordarlo”

21 febrero, 2014 01:00

Ivor Bolton. Foto: Ban Wright.

Ivor Bolton estrena este jueves 'Alceste' de Gluck desde el foso del Real, institución que le acaba de nombrar director musical. El maestro inglés explica a El Cultural sus propósitos: dotar de una sólida personalidad a la orquesta y explotar su especialización en los padres de la ópera (Monteverdi y Händel) para acometer con poso histórico el siglo XIX y XX.

La campechanía de Ivor Bolton (Blackrod, 1958) está concitando aluviones de simpatía en el Teatro Real. Extraño fenómeno en esta plaza tan dada a las banderías. Su nombramiento como director musical del coliseo madrileño se reveló justo cuando preparaba entre sus paredes Alceste de Gluck, obra que le correspondía dirigir esta temporada en Madrid y que se estrena precisamente este jueves 27. A las 14.00 culmina uno de los ensayos matutinos. Es la hora a la que ha citado a El Cultural para charlar sobre las líneas maestras que pretende implantar a partir de la temporada 2015/16, cuando tomará posesión de su nuevo cargo, por un periodo de cinco años. Toca esperar unos minutos: los que tarda en despedirse de los músicos. Manos estrechadas, indicaciones puntuales, palmadas en la espalda, sonrisas de ida y vuelta... Una atmósfera de cordialidad que promete.

"Una de las cosas que más me gusta de esta orquesta es que es joven. Eso le otorga una gran energía, una flexibilidad y apertura mental", explica Bolton disparando palabras a una velocidad vertiginosa. Tiene la intención además de abrir la Sinfónica de Madrid a los mejores intérpretes internacionales a fin de elevar todavía más su nivel. La idea es dotar a la formación madrileña de una sólida confianza en sí misma. "Quiero que cada noche bajemos al foso pensando que lo vamos a bordar. Una seguridad que no debe confundirse con la arrogancia. No es cuestión de que se crean la Filarmónica de Viena pero sí de que tengan una sana dosis de orgullo". Bolton no tiene claro si en cinco años se puede apuntalar una identidad definida y exclusiva para una orquesta. Pero ya advierte que, pase lo que pase tras los cinco años en los que será su máximo responsable, a él le gustaría seguir colaborando con los instrumentistas del Real.

En los modales de Bolton no hay asomo de divismo. A buen seguro, su procedencia de una zona minera de la Inglaterra profunda, cerca de Manchester, tiene mucho que ver en este rasgo de su carácter, que no ha soterrado su formación en la distinguida Universidad de Cambridge. "Mi abuelo fue minero y mi padre conductor de trenes", recuerda. Él no vivió directamente los conflictivos años de la reconversión aplicada por la Dama de Hierro en la industria minera en los 80. Ya andaba entonces enfrascado en su carrera musical, escalando posiciones en el Festival de Glyndebourne (empezó dirigiendo su coro cuando todavía era estudiante y acabó al frente de la Glyndebourne Touring Opera). En su familia el socialismo tiene un arraigado ascendiente. Pero él afirma que "es un tópico infundado pensar que toda la clase obrera odiaba a Thatcher. En absoluto era así".

En esa trayectoria profesional en constante crescendo Mortier tuvo una importancia capital. En 2000, el actual asesor artístico del Real, le dio un espaldarazo fichándole para interpretar en el Festival de Salzburgo Iphigénie en Tauride de Gluck. Poco después se hizo con las riendas de la Orquesta del Mozarteum. Y en 2010 Matabosch contó con sus servicios para montar en el Liceo Die Entführung aus dem Serail de Mozart. Surgió entre ambos una complicidad asentada en prolongadas conversaciones y en el hecho de que Bolton vive en Barcelona desde hace tres años, arrastrado por su mujer, Tess Knighton, experta en el renacimiento musical español. "Hay una confianza natural entre los dos. Solemos coincidir en los gustos sobre cantantes. Lo bueno de Matabosch es su visión global del mundo de la ópera. La domina en todos sus recovecos".

Podría decirse pues que la suma de Matabosch más Mortier daba como resultado inevitable la contratación de Ivor Bolton. Aunque el desembarco del maestro inglés supone modificar el insólito modelo rotatorio que Mortier había fijado en el foso del Real. Ahora se vuelve a la figura de un director musical estable. Eso sí, el desfile de batutas por Madrid no cesará. Bolton tiene previsto afrontar unas tres óperas por temporada. El resto de la programación la completarán directores invitados. No quiere precipitarse enunciando nombres. Sólo si se le tira de la lengua, se le escapa alguno. Como el de Pablo Heras Casado, "enorme". "Algún día me gustaría convencer también a Mark Elder, que ha dirigido muchos años la English National Opera. Me encanta", adelanta.

Algunos han señalado que la especialización de Bolton en el periodo barroco y clásico puede ser una deficiencia en su nuevo compromiso con el Real, tradicionalmente volcado en el siglo XIX y XX. "No tengo ninguna intención de ir contra la historia del teatro. Mi centro de gravedad está en Monteverdi y Händel, sí, pero a partir de esta especialización en los primeros compositores de ópera, algo nada común entre mis colegas, puedo acometer cualquier otra partitura con un valioso poso histórico. He trabajado mucho autores como Chaikovski, Britten, Janácek...". De este último ofreció aquí una loada versión de Jenufa en 2009. Y la próxima temporada comparecerá con Le nozze di Figaro de Mozart (el compositor austriaco es otro de sus puntales, fijado a cociencia tras su incorporación a la Orquesta del Mozarteum). Pero entretanto intenta delinear estos días una nueva aproximación a Alceste de Gluck, enturbiada en su argumento y sus interioridades psicológicas por el regista Krzysztof Warlikowski, que emplea a Lady Di como trasunto de Alceste. Un golpe de efecto que cuenta con su bendición: "La ópera no es un arte estático. Ha de reiventarse constantemente".