'Ariel', de Lois Patiño

'Ariel', de Lois Patiño

Cine

'Ariel': Lois Patiño presenta una mascarada de Shakespeare dirigida por un apuntador kamikaze

La película del cineasta gallego se construye como instigadora (y resultado) de una mirada teatral en genérico: una acción intensísima a la par que distanciada.

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Quizás tocada por la claridad del Shakespeare tardío, al final de Ariel la actriz Agustina Muñoz, o el personaje que interpreta, proclama a cámara la urgencia fundamental de vivir, de vivir por encima de los escollos del existencialismo. Así, como Jim Carrey sobre el paisaje pintado del fondo de un plató, ella desbloquea lo que hasta entonces había sido un milhojas apegado a sus propios interrogantes. Y fin.

Es la isla de Faial, un mundo de Barbie atrapado en el tiempo donde grupos de actores naturales recitan en bucle obras de Shakespeare dirigidos por Irene Escolar –¿la actriz?–, quien asimismo lleva tiempo varada y amnésica. Entre la desazón, la inquietud y el absurdo tras el pozo de la locura, allí Agustina tratará de encontrar la salida de un escenario tapiado entre cuartas paredes, todas ligeramente familiares.

No hay salida cuando tus dos actrices son de formación teatral, y sobre todo con Muñoz siendo la musa recurrente de Matías Piñeiro, el mayor disc jockey del bardo inglés y cocreador hasta el último momento de la película junto con Lois Patiño (Vigo, 1983) –también la protagonista de Cuando las nubes esconden la sombra, con la que hace programa doble perfecto–.

Por debajo, la película desorienta el compás de la shakespeariana, es decir, el bagaje que de forma directa o por ósmosis cultural acarreamos. Disperso solo en apariencia, el guion diluye las reglas de su microuniverso isleño para emborronar las fronteras y la procedencia de las ficciones que guarda (“¿de quién será esta cita?”); todo, en un rompecabezas que se reconstruye siempre a medias, y si acaso con una ceja arqueada.

Pero ni el elenco natural disimula la gracia con la que viste las corazas de sus personajes (el rodaje fue jocoso, resulta evidente), aunque estos vivan embarrados en estampas existencialistas más y más cercanas a Samuel Beckett, desde cuyo país ya empiezan a llegar nudas vidas.

A la vez, Patiño eligió bien a Agustina Muñoz como la portadora última del misterio que rodea el filme: una actriz con una mirada más obvia, o de gestualidad más explicativa, hubiera hecho caer el conjunto hacia el lado paródico o trágico de la balanza. En Ariel, la protagonista avanza en su huida, simple –pero no llanamente– contrariada. Irene Escolar, en cambio, se adapta sin problemas a la inocencia adormecida de la otra-Ariel.

Que la languidez de este puchero metamoderno lleve a un cierto desapego emocional no sorprende. En definitiva, vibra en consonancia con el afán recurrente de Patiño por los dispositivos montados como postales extrañadas, entre fundidos gustosos y bisagras sorprendentes, ya sean los versos de Antonio Machado a la nipona de El sembrador de estrellas, o las dos vidas trascendidas de Samsara. También resulta familiar el “granito” analógico con el que se rebozan, bellas y verdecinas, las vistas marinas de la fotografía de Ion de Sosa. ¿Es autorreferencialidad estética o sólo continuismo?

Si como a las películas de Piñeiro aquí llegaron buscando un diálogo abierto desde el cine con las ideas de Shakespeare, en la postal de Patiño no lo encontrarán. Ariel se construye, en cambio, como instigadora (y resultado) de una mirada teatral en genérico: una mascarada compleja aunque netamente superficial, una acción intensísima a la par que distanciada. En fin, una obra dirigida por un apuntador kamikaze, una sombra –una ficción– donde la cámara poco tiene que enseñar, y mucho queda todavía por ver.

Ariel

Dirección y guion: Lois Patiño.

Intérpretes: Irene Escolar, Agustina Muñoz, Hugo Torres, José Díaz, Marta Pazos.

Año: 2025.

Estreno: 25 de diciembre