Lois Patiño, director de 'Ariel', junto a Irene Escolar, actriz de la película. Foto: EFE/Xoán Rey

Lois Patiño, director de 'Ariel', junto a Irene Escolar, actriz de la película. Foto: EFE/Xoán Rey

Cine

Lois Patiño, cineasta: "Mi objetivo es ser un género en mí mismo, como Almodóvar o Albert Serra"

El aclamado director gallego presenta 'Ariel', su cuarto largometraje y primera ficción, una película metanarrativa y poética basada en la pieza teatral de Shakespeare 'La Tempestad'.

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Si la vanguardia cinematográfica española tuviese nombre, probablemente ese sería el de Lois Patiño. Tras tres documentales como son Costa da Morte, Lúa vermella y Samsara, cada uno más fresco y arriesgado que el anterior, el director vigués ha presentado en el festival Lo que se viene de Tenerife su primera ficción y cuarta película, Ariel.

Una travesía por el celuloide donde acompañamos a una actriz argentina en su aventura metanarrativa a lo largo de una extraña isla teatro. Basado en la La Tempestad de Shakespeare, el filme propone ahondar en cuestiones como los límites de la ficción y la realidad, o la mediación entre lo poético y lo narrativo. Una nueva apuesta de Patiño que debería llegar a las salas el 25 de diciembre de este año, un sesudo regalo de Navidad.

Además, previo a su entrevista con El Cultural, el cineasta del novo cinema galego ha revelado a la prensa el inicio de un nuevo proyecto de gran envergadura. Una película donde Patiño estará acompañado de la productora del toque dorado, María Zamora (Alcarrás, Verano 1993, O Corno). Un filme, que según el director, tendrá un público más amplio y será rodado en el universo animista de Filipinas.

Pregunta. ¿Qué pretende conseguir cuando hace una obra como Ariel? ¿Cómo quiere que el espectador salga de la sala de cine?

Respuesta. Me gusta que mis películas transcurran en un espacio de ambigüedad, como un limbo entre la vida y la muerte, la vigilia y el sueño; en este caso, ficción y realidad. Creo que va en esa línea, en cuestionarnos el mundo en el que vivimos; el personaje de Ariel en La Tempestad, por ejemplo, tiene como objetivo la búsqueda de la libertad. Pero ¿cómo es esa búsqueda de la libertad en nuestra sociedad?

P. Hablando de libertad, ¿con cuánta aborda la obra de Shakespeare?

R. Con total libertad. Por un lado, me interesaba llevarlo desde este lugar serio y canónico, y de ahí trabajar con la descontextualización para despertar cierta comedia y humor. Porque la película no solo dialoga con el teatro de Shakespeare, en mi caso, el que más me ha marcado es el teatro del absurdo. Y por otro, he ido eligiendo las frases, los versos que más poesía y más profundidad me reverberaban.

"Hay un gesto, una voluntad política de llevar el foco de atención hacia culturas más minoritarias"

P. Desde que escribe el guion durante esas tres semanas en las Azores hasta el resultado final de la cinta, ¿cómo se va reescribiendo y cambiando?

R. Con Matías Piñeiro fueron por lo menos cuatro años acumulando ideas, entonces ya teníamos una estructura. Cuando él se marcha, me toca a mí escribirlo de forma muy intensa y concentrada. De ahí, salgo con un guion con el que estoy contento, pero no es nada cerrado. Luego a lo largo del rodaje siempre estoy muy abierto a lo que la realidad me traiga, siempre hay regalos y hay que estar perceptivo para recogerlos, sobre todo en los ensayos. Además, trabajar con actrices tan fantásticas como Irene Escolar y Agustina Muñoz, que ellas mismas son autoras por cómo trabajan.

P. Viniendo del documental, cuando surge la improvisación tanto de actores profesionales como de los naturales ¿cómo toma esas decisiones a medida que van sucediendo?

R. En Ariel, lo mejor para poder estar abierto, poroso a las sorpresas de lo real, es no estar acelerado. Intentar no hacer planes de rodaje donde tengas que ir a tiro fijo, a resolver; sino que puedas respirar, pensar, que todos puedan pensar. Personas como Ion de Sosa, estas actrices, o todo el equipo. Sobre todo, intentar no trabajar con prisas.

P. Esta es su primera película narrativa. ¿Cómo media su visión contemplativa y poética del cine con el relato?

R. He intentado hacerlo oscilar. Ir tejiendo partes más narrativas, los diálogos de los personajes con otras más sensoriales, más poéticas, principalmente con este juego de superposiciones y brillos acuáticos. Trato de que todas mis películas sean un hechizo, proponer una experiencia audiovisual diferente al espectador. En esta es algo no tan radical como en otras, pero sí, intento que se vaya produciendo poco a poco un hechizo a partir de la poesía visual.

"Ese despertar súbito del hechizo de la ficción hacia la consciencia de que estás ante una representación. Ahí es donde el teatro nos lleva siglos de ventaja"

P. Estamos en una isla, Tenerife; la historia también se desarrolla en una isla. ¿Cree que su cine es también insular con respecto a las películas que le rodean?

R. Es complicado. En relación con los cineastas contemporáneos con los que convive la película, yo creo que sí. Cuanto más consigue un autor profundizar en su mirada propia, más singularidad e insularidad logra. Almodóvar, por ejemplo, es un género en sí mismo. Ese sería un buen objetivo, lograr ser un género en ti mismo. Obra a obra, película a película. Albert Serra también lo va consiguiendo.

P. ¿Y el contexto sociopolítico? ¿Cómo interactúa Ariel con el entorno que le rodea?

R. Yo creo que siempre se dialoga. Aunque seas consciente o no, es algo que impregna toda obra, nos afecta como autores, a nuestras inquietudes, conflictos, problemáticas, deseos y miedos. Samsara sí que tiene una lectura más política, principalmente esa voluntad por mostrar algo que no existe en el mundo, una posible convivencia de distintas culturas y creencias.

»En el caso de Ariel, no hay una intención tan marcada. Sí que hay algo en el hecho de llevar a Shakespeare a las Azores y al portugués, sacarlo de un lugar canónico como es el inglés y llevarlo a una lengua más pequeña. Hay un gesto, una voluntad política de llevar el foco de atención hacia culturas más minoritarias.

P. ¿Qué puede aprender el cine del teatro?

R. Muchísimo. Sobre todo, en la relación con el espectador a nivel de ruptura de la cuarta pared. En el cine se juega casi siempre al hechizo de la ficción, desaparecer en el mundo imaginario que te presenta la película. En el teatro contemporáneo vanguardista la presencia consciente del espectador frente a la obra está en el 80 % de las piezas. Creo que es uno de los aspectos donde el cine tiene un mayor potencial de crecimiento. Samsara tenía un poco de esto, al pedirle al espectador que cerrara los ojos durante quince minutos. Ese despertar súbito del hechizo de la ficción hacia la consciencia de que estás ante una representación. Ahí es donde el teatro nos lleva siglos de ventaja.

P. Por último, ¿qué personaje sería usted en esta isla de Shakespeare?

R. Yo sería Ariel. Es el espíritu del aire, una Ariel que hubiera logrado liberarse de estas ataduras de Próspero. En mi cine siempre ha habido esta propuesta de ruptura antropocentrista. Atender al paisaje, a la naturaleza. Pasa en Costa da Morte, en Lúa vermella o en Samsara, donde nos reencarnamos en una cabra. Y aquí, Ariel se transforma en el viento, en el aire, en el fuego, en el agua. Entonces sí, a mi gustaría convertirme en esto.