Julia Roberts, en 'Caza de brujas'

Julia Roberts, en 'Caza de brujas'

Cine

'Caza de brujas': Julia Roberts protagoniza una radiografía implacable del mundo académico

Luca Guadagnino se aproxima a la idea de un “cine total”, exhibiendo un prodigioso dominio del tempo narrativo, manejando a placer el suspense, y ahondando en la somatización de malestares psicológicos.

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Luca Guadagnino (Palermo, 1971) –responsable de títulos de culto como Yo soy el amor (2009) y Call Me by Your Name (2017)– ha descrito su nueva película, la intrigante y controvertida Caza de brujas, como un thriller moral.

La adscripción a este género genuinamente americano da una primera pista sobre el interés del director italiano por penetrar de forma insidiosa en el imaginario yanqui. Una inmersión indiscreta que se inaugura, para sorpresa del buen cinéfilo, con unos títulos de crédito, blancos sobre negro, que recrean los de las películas de Woody Allen.

Guadagnino ha explicado que el guiño al cineasta de Manhattan (1979) debería entenderse como un homenaje a títulos como Otra mujer (1988) y Delitos y faltas (1989), en los que Allen hincó el diente al claroscuro moral de sus personajes. Sin embargo, resulta evidente que la alusión visual y también narrativa al cine de Allen –Guadagnino destila ironía al mostrar el parloteo intelectualoide de sus criaturas– alberga el germen de la provocación.

No en vano, Caza de brujas, escrita por la joven guionista estadounidense Nora Garrett, propone un retrato poco complaciente del modo en que la sociedad americana está lidiando con la cultura de la cancelación (que ha afectado a Allen de lleno), el MeToo, el consentimiento sexual, la lucha de las minorías raciales y las demandas del colectivo LGTBIQ+.

Para atrapar al espectador, Guadagnino y Garrett asientan Caza de brujas, una obra de ficción especulativa, sobre un turbador enigma: ¿qué ocurrió entre el profesor de filosofía Hank Gibson (Andrew Garfield, temperamental) y una alumna aventajada, de buena familia y de origen afroamericano llamada Maggie Price (Ayo Edebiri, camaleónica)? ¿Fue un altercado consentido o una agresión sexual? ¿Y qué rol debe jugar en este conflicto la profesora Alma Olsson (Julia Roberts, todoterreno), que es la principal confidente del supuesto agresor y la mentora de la denunciante?

A partir de esta encrucijada imposible, Caza de brujas ofrece una radiografía implacable del mundo académico –representado por la Universidad de Yale–, que aparece escindido entre un profesorado aferrado a una meritocracia de recompensas vitalicias y una comunidad estudiantil dispuesta a sacudir los cimientos de un modelo retrógrado.

Situándose en el corazón de esta olla a presión sociopolítica, Guadagnino parece querer evocar la respuesta de Hollywood a otras eras de convulsión ideológica. Así, Caza de brujas puede leerse como una relectura estrictamente contemporánea de los melodramas femeninos de posguerra de Douglas Sirk, o de los thrillers con los que Alan J. Pakula diseccionó la paranoia de los años 70.

Andrew Gardfield y Julia Roberts, en 'Caza de brujas'

Andrew Gardfield y Julia Roberts, en 'Caza de brujas'

En cierto sentido, Caza de brujas ratifica la progresiva inmersión de Guadagnino en el universo del cine estadounidense. Si con el drama vampírico Hasta los huesos (2022) el italiano conquistó los paisajes del Medio Oeste, y con la magnífica Rivales (2024) sublimó la sensualidad de la comedia dramática sobre la guerra de sexos, Caza de brujas formaliza el asalto de Guadagnino a la cara más abstracta del cine de Hollywood, representada por el legado de Alfred Hitchcock.

De hecho, en los mejores pasajes del filme, el director de Cegados por el sol (2015) se aproxima a la idea de un “cine total”, exhibiendo un prodigioso dominio del tempo narrativo –la película se abre con el inflexible tictac de un metrónomo–, manejando a placer el suspense, y ahondando en la somatización de malestares psicológicos –los vómitos y dolores de barriga del personaje de Julia Roberts traen a la memoria los mareos y desmayos de la Tippy Hedren de Marnie, la ladrona (1964)–.

La literalidad de los guiños a Allen y Hitchcock podrían hacer pensar en la plena asunción, por parte de Guadagnino, del pragmatismo del cine americano. Sin embargo, desde su arranque, Caza de brujas hace del alarde estilístico su razón de ser: los diálogos parecen combates de ingenio, la cámara se regodea en angulaciones aparatosas y la iluminación de los interiores perfila un mundo en tinieblas. A la postre, cuando el personaje de Roberts aparece encuadrada junto a un afiche de La flor de mi secreto (1995) de Pedro Almodóvar, queda claro que Guadagnino se sabe un autor europeo jugando de forma manierista con las herencias de Hollywood.

Impulsada por la vigorosa dirección de Guadagnino, Caza de brujas encuentra sus límites en un guion que vampiriza el zeitgeist con una sed omnívora –no hay tema candente y espinoso que Garrett se deje en el tintero– y que acaba traicionando su apuesta inicial por la incertidumbre. De hecho, la película comienza afincándose en una ambigüedad tensa, lo suficientemente opaca como para horadar los muros de la corrección política.

Ayo Edebiri, en 'Caza de brujas'

Ayo Edebiri, en 'Caza de brujas'

Sin embargo, a medida que el relato va revelando sus secretos, los personajes van ocupando unos roles más claros y previsibles en el aciago panorama social que perfila el filme. Este viaje del misterio a la evidencia merma la labor conjunta de Guadagnino y Garrett, quienes confunden su deseo de no inclinarse por ninguno de los personajes con la necesidad de fustigarlos a todos por sus flaquezas y contradicciones. He aquí el sino de una película que sabe capturar el desconcierto y malestar del presente sin tomar partido por nadie y sin mostrar luz alguna al final del túnel.

Caza de brujas

Dirección: Luca Guadagnino.

Guion: Nora Garrett.

Intérpretes: Julia Roberts, Ayo Edebiri, Andrew Garfield, Michael Stuhlbarg, Chloë Sevigny.

Año: 2025.

Estreno: 17 de octubre