Dustin Hoffman (izquierda) y Robert Redford (derecha) en 'Todos los hombres del presidente'.

Dustin Hoffman (izquierda) y Robert Redford (derecha) en 'Todos los hombres del presidente'.

Cine

Robert Redford en el 'caso Watergate': cómo impulsó la película que mostró el lado más noble del periodismo

El actor se convirtió en el gran promotor del proyecto al ver el potencial detrás de su historia. Más tarde, la película empujaría a miles de jóvenes a estudiar el oficio para emular a sus héroes. 

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De no ser por el empeño personal de Robert Redford, Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) nunca hubiera llegado a realizarse. Su interés por la política y sus ideas democráticas quedaron de manifiesto a lo largo de toda su carrera.

Comenzó a interesarse por el escándalo Watergate el mismo año 1972, cuando se produjo el asalto a las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el emblemático edificio de Washington.

El actor rodaba entonces una película política, El candidato (Michael Ritchie), la historia de un abogado idealista que se presenta a las elecciones presidenciales, sin ninguna posibilidad de éxito, con la única pretensión de exponer sus ideas críticas con el establishment.

Mientras esperaba el inicio del rodaje de otra película política, Tal como éramos (Syney Pollack, 2023), a finales del mismo año 72, leyó todo lo que Woodward y Bernstein habían publicado en The Washington Post.

Y, antes de que acabara el año, ya había manifestado a Woodward su interés por llevar al cine la aún incipiente investigación. No sólo eso, sino que además animó a los periodistas a que escribieran un libro en el que se basaría su proyecto.

El director del periódico, Ben Bradlee (Jason Robards en la película) se mostró reticente a apoyar sus planes. Probablemente, prefería que sus periodistas no se distrajeran de su investigación, aún en mantillas.

Al final, a regañadientes, dio su consentimiento, asumiendo que la película iba a acabar haciéndose y que, al fin y al cabo, sería una buena publicidad. Incluso se prestó a colaborar, claro que con la intención de intentar imponer sus puntos de vista.

Una escena de 'Todos los hombres del presidente'.

Una escena de 'Todos los hombres del presidente'.

Antes incluso de que Simon & Schuster publicara el libro en 1974, Redford compró los derechos para el cine por cinco millones de dólares. Sin perder tiempo, contrató a William Goldman, el autor de La princesa prometida, para escribir el guion.

Según Goldman, por parte de Woodward todo fueron facilidades. Sin embargo Bernstein se mostró mucho más reticente. Y es que Bernstein tenía otros intereses personales que pronto saldrían a la luz. En agosto de ese mismo año, Goldman entregó el primer borrador y Warner Bros accedió inmediatamente a financiar la película.

Sin embargo, ese primer borrador no gustó ni a Redford, ni a Woodward ni a Bernstein. El actor pidió opinión a los periodistas para mejorarlo.

Y aquí apareció el interés personal de Bernstein, quien le entregó un nuevo guion escrito a medias con su entonces novia, la escritora Nora Ephron. Redford lo calificó de "ingenuo y fuera de lugar", ya que en él aparecía Bernstein como un galán irresistible.

La contratación como director de Alan J. Pakula (Último testigo, 1974) sirvió para desatascar el proyecto. Redford y él mantuvieron una reunión durante todo un día para limar algunos aspectos del guión. Goldman aceptó los cambios y acabaría ganando el Oscar.

Pakula se puso a trabajar de forma frenética en la redacción del Post, tomando nota de cada detalle, de cómo era el trabajo cotidiano, manteniendo largas conversaciones con reporteros y editores.

Prueba del papel decisivo de Redford en la producción de la película fue su implicación personal también en el casting. Estaba claro que él sería Woodward, pero había más dudas sobre el actor que interpretaría a Bernstein.

Primero tenía en la cabeza a Al Pacino, pero en cuanto se planteó la posibilidad de Dustin Hoffman, ya no le cupo la menor duda de que era el más adecuado para encarnar al desarrapado reportero.

Igualmente, fue Redford quien optó por Jason Robards para el papel del director del Post. Tuvo que vencer las reticencias del propio Bradlee, quien decía identificarse más con George C. Scott, y de Alan J. Pakula, quien no tenía claro que Robards tuviera la "autoridad" y la "elegancia" del carismático director.

El actor ahora fallecido también tuvo que lidiar con su coprotagonista a la hora de establecer el orden en los créditos.

Al final, como buenos cinéfilos, decidieron adoptar la misma fórmula que habían acordado James Stewart y John Wayne en El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962). Redford iría por delante de Hoffman en los carteles y en los tráilers, mientras Hoffman ocuparía el primer lugar y Redford el segundo en la propia película.

Al igual que antes lo había hecho Alan J. Pakula, Hoffman y Redford se sumergieron en el ambiente de The Washington Post durante meses, asistieron a ruedas de prensa, y acompañaron a los reporteros por calles y despachos de Washington DC.

Un fotograma de 'Todos los hombres del presidente'.

Un fotograma de 'Todos los hombres del presidente'.

El Post denegó el permiso para rodar en la propia redacción, lo que obligó a tomar medidas y a fotografiar cada objeto para reproducir con exactitud la inmensa sala de redacción, con caso 200 mesas, en los estudios de Hollywood.

Había una auténtica obsesión por reproducirlo todo tal como era, que la película desprendiera el mismo aroma de precisión que las investigaciones de los periodistas. Y esa fue una de las claves de su éxito, lo que la hacen tan auténtica.

Todos los hombres del presidente se estrenó en Washington el 4 de abril de 1976 y en Madrid el 21 de octubre. Fue un tremendo éxito de público y crítica.

Sólo habían pasado cuatro años desde el asalto a las oficinas demócratas del edificio Watergate y dos de la dimisión de Richard Nixon. La historia no podía ser más actual. Como si Robert Redford hubiera querido hacer cine con las herramientas de la prensa.

La película despertó un gran número de vocaciones y provocó una avalancha de estudiantes en las escuelas de periodismo. Los jóvenes habían encontrado en Woodward y Bernstein sus referencias, sus héroes, sus ídolos.

El periodismo ha vivido pocas épocas tan gloriosas como aquella a la que dieron lugar el caso Watergate y Todos los hombres del presidente.

El propio Redford siempre tendría en la cabeza la importancia del periodismo para las sociedades democráticas. Una cita suya a propósito del estreno de Quiz Show (1993) lo dejaba bien sentado. "He querido contar una historia, pero sin editorializar. Y eso es de hecho lo que me impulsa a dirigir películas. La idea de que, a gran escala, puedan informar. Y no digo educar".