Scorsese en el documental 'Mr. Scorsese'. Foto: Apple TV.

Scorsese en el documental 'Mr. Scorsese'. Foto: Apple TV.

Cine

'Mr. Scorsese': un documental imprescindible sobre la leyenda del santo pecador de Hollywood

La docuserie de Rebecca Miller explora las luces y sombras del cineasta, abordando sin filtros sus adicciones y los demonios que han marcado su trayectoria.

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Henry Hill (Ray Liotta) siempre quiso ser un gánster. Según el escritor Gore Vidal, también pudo haberlo sido Martin Scorsese. Si te criabas en un abarrotado piso en Elizabeth Street era una de las dos opciones que tenías. La otra era ser cura.

“Él fue las dos cosas”, afirmó el autor de United States: Ensayos 1952-1992. El santo pecador, como lo define la actriz Isabella Rossellini, quien fuera su pareja durante un tiempo, ya tiene una leyenda a su medida.

Se llamaa Mr. Scorsese y es obra de la directora y escritora Rebecca Miller. Alejado de la hagiografía promocional; justo a la hora de calibrar la influencia del director italoamericano y de fijar su posición dentro de la historia del cine contemporáneo, Mr. Scorsese es, además, una obra cinematográficamente relevante.

A lo largo de cinco episodios, Miller compone un retrato detallista del cineasta partiendo, precisamente, de esas contradicciones que atraviesan la filmografía pero también la personalidad de Scorsese: “La aparente disonancia entre violencia y espiritualidad en sus películas siempre me ha intrigado”, señala la responsable de esta imprescindible docuserie en las declaraciones que acompañan el dossier de prensa.

Un niño asmático perennemente refugiado en su habitación que aprendió a ver el mundo desde la ventana de un tercer piso.

Un chaval débil que solo podía hacer frente al calor refugiándose en los cines y que aprendió a moldear el mundo desde la ficción, montándose películas en tempranos storyboards que dibujaba cuando aún no había cumplido diez años.

El hijo de una familia humilde que creció en un entorno en el que la violencia era algo natural y que encontró en el catolicismo un vehículo a través del cual canalizar sus inquietudes creativas.

El guionista de Uno de los nuestros (1990) y Casino (1995) Nicholas Pileggi lo explica así en el documental: “En el mundo de Marty (Scorsese), la iglesia de San Patricio está enfrente del Club Social Ravenite, el club en el que se reunía la mafia y que se remonta a la época de la Prohibición. ¿Quieres hablar de la conexión entre esos dos mundos? Allí estaba ese niño pequeño observando todo lo que ocurría a su alrededor. ¿Cómo no te va a afectar eso?”.

Scorsese también fue el joven que estudió en una universidad en la que se sentía como si una tarantela sonase en mitad de la quinta de Mahler. Fue el outsider que metió los dos pies en Hollywood para jamás dejar de sentirse como un intruso.

El núcleo del documental lo conforman las charlas que Miller y Scorsese mantuvieron a lo largo de cinco años.

Empezaron a conversar durante la pandemia y lo que iba a ser un largometraje de 90 minutos, con entrevistas realizadas al aire libre y rodadas por un equipo pequeño, se les fue de las manos: “El primer día estaba muy interesado en hablar sobre la estructura familiar: las formas en que funcionaba la familia, la relación con su madre, su padre y su hermano, el papel de la iglesia y luego la influencia que el crimen organizado tuvo en su juventud. Fue una entrevista de cuatro horas, y para cuando terminamos, solo habíamos cubierto su vida hasta los diez años”, explica Rebecca Miller.

Ese encuentro prolongado ha derivado en un acceso sin precedentes no solo a la intimidad confesional del autor de Taxi Driver (1976), que se abre en canal y no rehuye ninguna problemática — como sus graves problemas con las drogas, sus deficiencias como padre o sus ataques de ira durante los rodajes— sino a un almacén que incluye material de archivo inédito en el que se encuentran sus primeras fotos, películas caseras y películas de 16 mm que rodó durante su adolescencia (también están aquellos tempranos storyboards).

Miller explora todos esos contrapuntos y demuestra hasta qué punto el apunte biográfico, la marca de estilo y el poso temático de cada película son indisociables. Su querencia por los high angle shots responde a la posición elevada que ocupaba de niño en la casa de Elizabeth Street.

El personaje de Johnny Boy (Robert De Niro) en Malas calles (1973) se inspira en Salvatore Uricola, hermano de un amigo de su infancia cuya aparición proporciona uno de los grandes plot twists de la docuserie. Se trata, en definitiva, de analizar cuánto de la vida de un artista podemos comprender a través de su obra.

Para completar tan ardua tarea, Miller utiliza el split screen, una de las señas de identidad de Woodstock (Michael Wadleigh, 1970), el documental que a Scorsese no le dejaron firmar, para trazar comparativas intertextuales, rastrear influencias o explorar contradicciones.

Pero además del uso expresivo de la pantalla partida, la hija del dramaturgo Arthur Miller, que pensó en hacer un documental con Scorsese tras terminar el que le dedicó a su padre —Arthur Miller: escritor (2017) —, es capaz de conjugar sin estridencias lo íntimo —esas reuniones con los amigos de la infancia— con los testimonios extraídos del ámbito profesional (que incluyen a Leonardo DiCaprio, Jodie Foster, Margot Robbie, Mick Jagger, Cate Blanchett, Robbie Robertson, Irwin Winkler, Rodrigo Prieto, Sharon Stone o el esposo de la propia Miller, Daniel Day-Lewis) trazando puentes entre ambas esferas con figuras que pertenecen a los mundos, especialmente la de Robert De Niro.

A la manera de El cine según Hitchcock de François Truffaut, Mr. Scorsese repasa la filmografía del autor de El lobo de Wall Street (2013) de manera más o menos cronológica, pero no teme romper su estructura para moverse con fluidez a través de los recuerdos del director.

Rebeca Miller con Scorsese en el rodaje del documental. Foto: Apple TV.

Rebeca Miller con Scorsese en el rodaje del documental. Foto: Apple TV.


Además, para poner en valor su trayectoria, la docuserie nos invita a practicar una trabajo de superposición entre las entrevistas tomadas en la actualidad a directores coetáneos como Steven Spielberg (atención al momento Tiburón, película que le hizo sentir a Scorsese que su cine ya no tenía espacio en Hollywood) o Brian De Palma, pero también a autores de generaciones posteriores como Spike Lee, Ari Aster o los hermanos Safdie, que ponen de manifiesto su incontestable influencia.

Súmenle a ello el material de archivo en el que se incluyen valoraciones de sus primeros trabajos hechas por cineastas como Jean-Luc Godard o Ingmar Bergman y se harán una idea de lo que representa Scorsese dentro de la historia del cine.

Esta miniserie producida para Apple TV +, compañía que auspició Los asesinos de la luna (2023), el hasta ahora último largometraje de Scorsese es, también, un manual de estilo, un compendio de lecciones de cine en el que observamos cómo el autor de La edad de la inocencia (1993) se enfrenta a los guiones —la participación de Paul Schrader es clave—, cómo trabaja con los actores (las cuestiones sobre la improvisación), por qué compone y edita las secuencias de una manera o de otra (véase cómo filma la relación entre los personajes de De Niro y Cybill Sheperd en Taxi Driver) o cómo sufrió en sus carnes la eterna lucha entre la autoría y el compromiso industrial hasta el punto de hacer una película para saberse capaz de cumplir con un calendario y un presupuesto.

De todos modos, es el de su editora de confianza Thelma Schoonmaker el testimonio que mejor explica uno de los motivos sobre los que se sustenta la trascendencia de Martin Scorsese: “Muchas películas te dicen qué debes pensar. Marty (Scorsese) no quiere hacer eso. Quiere que lo sientas”.