Fotograma de 'Karmele'.

Fotograma de 'Karmele'.

Cine

'Karmele', una gran epopeya vasca sobre el dilema entre "familia o patria" en la resistencia al franquismo

Asier Altuna dirige una película sobre la odisea del músico Txomín Letamendi y su mujer, basada en la novela de Kirmen Uribe 'La hora de despertarnos juntos'.

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La terrible guerra civil sigue regresando a las pantallas de cine. Karmele, ambiciosa película vasca dirigida por Asier Altuna, nos cuenta la dura posguerra y el exilio.

Inspirándose en la historia real del trompetista y músico Txomín Letamendi (interpretado por Eneko Sagardoy) y su mujer, Karmele Urresti (Jone Laspiur), enfermera y cantante de coro, recogida por el novelista Kirmen Uribe en su obra La hora de despertarnos juntos.

Karmele se plantea como la “gran epopeya vasca” al narrar el exilio de la pareja en París y Caracas hasta su regreso al País Vasco, en plena posguerra y II Guerra Mundial, cuando el trompetista comenzó a colaborar con la CIA contra los nazis (bajo la promesa de que, cuando acabaran con el fascismo en Europa, irían a por Franco).

Cuenta Asier Altuna, director y guionista del filme: “Me quedé muy sorprendido con todas las peripecias que había vivido esta familia. Había un montón de elementos que me parecían muy cinematográficos: desde la música que acompaña a los personajes, el folclore, el jazz —siendo Txomín trompetista profesional— y luego la salsa en su época venezolana, en el segundo exilio. Luego también había una historia de amor por ahí maravillosa”.

En Karmele, Txomín representa la furia y la rabia contra el régimen franquista, al que cree que puede derribar, y Karmele encarna la sensatez, el realismo y el trabajo menos llamativo pero crucial de preservar una cultura y una lengua mientras estaban siendo amenazadas, mediante la educación y la resistencia.

En Francia, ambos trabajan codo a codo con el Gobierno vasco en el exilio, que utilizaba las representaciones de bailes folclóricos y música tradicional como método de propaganda contra el régimen franquista.

Compromiso y familia

A Karmele, el compromiso político le venía de familia. Sus padres, imprescindibles también en la película, fueron, como cuenta Altuna: “Ella, maestra, en una época en que se empezaron a publicar los primeros libros de texto en euskera, sufragio universal para las mujeres... Fue la presidenta de la Asociación de Mujeres de Ondarroa. Luego el padre también era muy potente, fue un luchador hasta el final para recuperar la democracia”.

Cuenta el director que, después de darle muchas vueltas, fue el personaje de Karmele el que le dio la clave para poder armar la película.

“Había muchos personajes interesantes, muchos puntos de vista. Tenía el libro, por un lado, y también el testimonio de los hijos, que nos contaron muchos detalles de su vida, de sus padres y de cómo vivieron todos aquellos dramas. Poco a poco fui encontrando lo que quería contar en la figura de Karmele porque representa a todas esas mujeres que, de manera silenciosa, habían luchado por volver a recuperar la democracia. Y de familia me venía también este tipo de figuras femeninas”.

La lucha política, la liberación de España y del País Vasco —donde la represión fue especialmente brutal— sin duda merecen todo el esfuerzo. Pero ¿qué pasa cuando la actividad política significa clandestinidad, abandono de la familia y, muy probablemente, cárcel e incluso muerte?

Que vienen los americanos

En Venezuela, Txomín es contactado por la CIA, que trabaja con el Gobierno vasco en el exilio.

Los americanos le proponen que vuelva a España para, como cuenta Altuna, “espiar para ellos y realizar acciones de sabotaje a los nazis en el sur de Francia, con la promesa de que les ayudarían a derrotar a Franco. Es una historia que desconocía. Leímos un montón de actas, de informes de la CIA, cartas que le envió Karmele a su enlace con la agencia... que nos sirvieron también para armar los diálogos”.

No es spoiler: como todo el mundo sabe, los yanquis no solo no derribaron a Franco, sino que colaboraron con él hasta su muerte.

Hubo desembarco en Normandía, pero nunca en Algeciras. Y los temores de Karmele por la actividad política de su marido no eran infundados. Letamendi fue encarcelado dos años; a la salida volvió a las andadas y finalmente fue asesinado por el régimen franquista cuando tenía 49 años.

Dice Altuna: “Vemos la diferencia de posiciones entre el hombre de acción, que no ceja, que no ve más allá de ir en contra de la dictadura como sea, y la actitud de ella, que ha creado una familia, que ha cuidado de sus niños más que su marido... Y de repente es muy consciente, creo que, de manera muy inteligente, de que la dictadura es más potente de lo que pensaban y que les han vencido. ¿Cuál sería su reacción, sus dudas o su actitud ante un marido que sale de la cárcel y al mes se va otra vez a Barcelona a luchar contra la dictadura?”.

Karmele ha recibido algunas críticas por plantear el franquismo de manera maniquea, es decir, como una historia de buenos y malos. ¿Es posible hacerlo de otra manera?

“No ha sido mi intención, creo que lo he evitado totalmente, retratar a la dictadura como una caricatura del mal. Lo que hago es centrarme en la historia de la familia, y la dictadura casi ni aparece, está casi en off. La guerra, toda esa represión y todo eso se vive desde la familia para contar la historia desde el punto de vista de ellos y nada más”.

Ante tanto horror y destrucción, queda, claro, la música. Una música que en el exilio francés se convierte en el sabor de la patria perdida, pero también en un instrumento de propaganda sobre los horrores del régimen franquista.

“La música creo que acompaña el viaje desde el principio. Mezclar de repente imágenes de la guerra con sonidos fuertes de bombas, tiros, con un coro... de repente crea contrastes que me encantan como cineasta. Y luego, por otro lado, respecto al folclore euskaldún, ha sido como un regalo porque tampoco conocía mucho ese legado”.