Juan Diego Botto, en el edificio Telefónica de Madrid. Foto: Sara Fernández

Juan Diego Botto, en el edificio Telefónica de Madrid. Foto: Sara Fernández

Series

Juan Diego Botto: "Hoy hay grandes villanos en el mundo. Es más difícil encontrar a los buenos"

El actor y director estrena este jueves en Movistar Plus+ 'El centro', una serie que realiza un retrato realista de un grupo de espías del CNI, pero que no deja de lado el entretenimiento.

Más información: El documental definitivo sobre Martin Scorsese y otras series de octubre que no te puedes perder

Publicada

“Me encuentro en un buen momento”, asegura Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975), que celebraba el pasado 29 de agosto su 50 cumpleaños.

“Tengo la suerte de haber vivido de mi oficio desde Historias del Kronen (Montxo Armendáriz, 1995). Y ahora puedo escoger ciertos trabajos como actor o contar mis propias historias. Cuando eres más joven tienes la sensación de que hay mucho que demostrar. Ahora siento que me mueve más el placer del trabajo en sí. Puede salir mejor o peor, pero me permito tomar riesgos y disfrutar del proceso y no pienso tanto en la expectativa del resultado”.

El actor atiende a El Cultural desde el piso 13 del edificio de Telefónica de la Gran Vía madrileña, desde donde se contempla una de las mejores vistas de la ciudad. El escenario, por su espectacularidad, bien podría haber servido de localización para su último trabajo, El centro, serie de seis capítulos creada por David Moreno y dirigida por David Ulloa que llega a la plataforma de Movistar Plus+ el 9 de octubre.

El centro es un thriller de espionaje que explora los retos personales y profesionales a los que se enfrentan un grupo de oficiales del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en un mundo convulso que nos recuerda a los tiempos de la Guerra Fría.

Sin dejar de lado el entretenimiento, pero con la ambición de realizar un retrato realista, vemos como los agentes inician una carrera a contrarreloj para descubrir a un traidor entre sus filas, mientras intentan desmantelar una conspiración liderada por el agente ruso Volkov.

Juan Diego Botto interpreta a Michelín, un espía de carne y hueso: vulnerable, metódico y con problemas para conciliar su vida laboral y familiar. Se encuentra al mando de un grupo de agentes entre los que encontramos a actores de la talla de David Lorente, Israel Elejalde o Elisabeth Casanovanas. Hablamos con Botto sobre el reto de mirar a los servicios secretos sin mitologías y las resonancias políticas de una serie que interpela al presente.

Pregunta. El género de espías ha estado normalmente vinculado al glamour y a los héroes hipermusculados que reparten mamporros, pero El centro no tiene nada que ver con esto. ¿Cuál era el objetivo a la hora de retratar este mundo?

Respuesta. A mí me atrajo la propuesta que estaba en el guion y la visión que tenía David Ulloa. Por un lado, se trataba de alejar al espía de los esquemas anglosajones en los que estamos acostumbrados a verlos, como en las películas de James Bond. En realidad, los agentes del CNI son funcionarios que recopilan y manejan información y después se la pasan a quien corresponda, ya sea al gobierno, a defensa o a la policía, pero no operan directamente con ella.

»Y queríamos hablar de lo que ocurre aquí. Estos espías se comen unos churros en la trastienda de una lavandería. Son personas a las que te podrías encontrar en el metro y jamás pensarías que son espías. No están con traje y pajarita tomando martinis en un casino. Me parece muy interesante darle una verosimilitud, un realismo, un naturalismo a una trama en la que, por otro lado, sí que aparecen temas de seguridad nacional importantes. Pero hay también algo rutinario y convencional. Ese contraste creo que tiene interés porque no se ha visto mucho.

Juan Diego Botto. Foto: Sara Fernández

Juan Diego Botto. Foto: Sara Fernández

P. ¿Tuvieron acceso al CNI para preparar el trabajo?

R. Sí, tuvimos mucha suerte en ese sentido porque pudimos ver las instalaciones y conversar con algunos agentes. Nos contaron características concretas de su trabajo y nos relataron cuestiones relativas a los filtros que hay para entrar en el CNI y algunas otras restricciones que tienen. A mí me resultó muy útil conocer las limitaciones que tienen a la hora de contar a las personas de su entorno más cercano su realidad laboral.

»Cuando inician una relación nueva, no le pueden contar que trabajan en el CNI. Tampoco se lo pueden decir a sus hijos hasta que no tienen una edad determinada o a amistades de largo tiempo si creen que no van a saber guardar el secreto. De alguna manera, esto me ayudó a crear un personaje enormemente hermético, que está acostumbrado a ocultar información incluso a su entorno más cercano.

P. ¿Hay alguna anécdota del contacto con los agentes del CNI?

R. Lo más curioso es lo normales que parecían, o que querían parecer. Luego, era evidente que lo sabían absolutamente todo de nosotros. Aunque mi vida personal es hasta cierto punto muy pública, me dijeron que si Olga, mi mujer, que es periodista, quería hablar con ellos en algún momento para resolver alguna duda no había problema. Creo que era una forma de marcar la relación. No me dijeron nada, pero estoy seguro de que sabían cuestiones como a qué colegio va mi hija. Habían hecho un estudio de campo de cada uno de los actores con los que tuvieron contacto.

P. ¿Qué ha tratado de aportar a su personaje, Michelín?

R. Michelín estaba ya muy definido desde el principio, el guion estaba muy escrito. Son tramas enormemente complejas, por lo que era muy difícil mover una pieza sin que se pusiera en riesgo todo lo demás. En lo que sí ha habido una aportación personal ha sido a la hora de definir la personalidad de Michelín.

»Me apetecía dar vida a un hombre poco expresivo, casi cansado de todo cuando arranca la serie. Seguramente, está pensando en lo duro que es el trabajo, en el alto precio que ha pagado por estar ahí y en los años que le quedan para jubilarse. La relación con su mujer también se ha enfriado por su trabajo. Pero lo que ocurre en el primer capítulo provoca una implicación personal de Michelín que le hace tirar para adelante y, de alguna manera, obsesionarse.

P. Michelín es un enamorado de la alta cocina, de ahí su apodo.

R. Sí, esto traté también de potenciarlo. Por ejemplo, hay una escena de una conversación de Michelín con la directora, a la que interpreta Clara Segura, en la que estamos con un tupper en el campo de rugby que inicialmente no era así. Pero pensé que estaría bien verlos comiendo y hablando del plato que mi personaje había preparado. Y después están los detalles del toc de Michelín: cómo coloca todo el tiempo las cosas, cómo dobla la gamuza con la que limpia las gafas… Son pequeños aportes que a mí me ayudan a imaginar a un tipo de ser humano, a un tipo de personalidad.

Juan Diego Botto. Foto: Sara Fernández

Juan Diego Botto. Foto: Sara Fernández

P. ¿Cómo ha vivido un rodaje con un grupo de actores tan amplio y con tantas localizaciones?

R. El rodaje, como siempre pasa, ha estado muy definido por la personalidad del director, David Ulloa. Él tenía muy claro todos y cada uno de los capítulos. No ha habido un momento en el que no tuviera una respuesta para alguna duda sobre un personaje o que no supiera qué necesitaba cada secuencia. Y esto es muy difícil con una trama tan compleja que no se ha rodado de manera lineal.

»Había compañeros que trabajaban una jornada y no los volvíamos a ver hasta quince días más tarde. Y David siempre tenía claro donde estábamos. Eso era fundamental para todos, porque nos daba mucha tranquilidad. Nunca perdió los nervios, tenía siempre el control. Lo más complejo fue precisamente ese puzle, rodar una secuencia del primer capítulo y pasar a hacer una del cinco. ¿Cuál es la información que ya tenía mi personaje? ¿De dónde venimos? Bueno, si no tienes ese mapa muy claro, es muy complicado.

P. ¿Una serie como El centro puede arrojar luz a los problemas actuales de España?

R. No sé si es esa la pretensión. El centro no deja de ser una ficción y no deja de ser entretenimiento. Es verdad que es una serie que tiene un anclaje en la realidad, con unos referentes geopolíticos verosímiles. Pero al final se trata de conocer a nuestros servicios de inteligencia, que no tienen que ver nada con los de Inglaterra o Estados Unidos, que son a los que estamos acostumbrados por la ficción.

»Ocurre lo mismo con los juicios, que de repente cuando te toca ir o ver uno en España te parece irreal, porque estamos acostumbrados a las películas de Hollywood. Y un poco lo mismo con las series de hospitales. Está bien que enseñemos cómo son nuestros servicios de inteligencia, con sus aciertos y errores.

P. La época dorada del género de espías fue la Guerra Fría. ¿Cree que aquello terminó o este tiempo sigue siendo una prolongación de lo que se vivió durante aquellas décadas?

R. Durante la Guerra Fría lo que parecía claro, al menos desde Occidente, es que había unos que eran buenos y otros que eran malos. La singularidad del momento actual es que lo difícil es encontrar a los buenos. Eso sí, tenemos grandes villanos. De hecho, Trump como malo es demasiado esquemático. Putin parece un actor más contenido que Trump.

Juan Diego Botto. Foto: Sara Fernández

Juan Diego Botto. Foto: Sara Fernández

P. La espía de la CIA dice en un momento de la serie que con el presupuesto que tiene el CNI es impresionante los resultados que consiguen…

R. Sí, a mí esa frase siempre me llamó la atención, pero siempre pensé que era un guiño a la ficción española, un homenaje a nosotros mismos. Con los medios con los que hacemos las series y las películas, es impresionante lo que estamos consiguiendo. Venimos de tener dos películas en Cannes, de ganar premios en Berlín… La ficción española cada vez es más potente y llega más lejos.

»Por otro lado, desconozco por completo el presupuesto o la eficacia que tiene el CNI, pero lo que sí es evidente es que tienen menos presupuesto que la CIA o el MI5. Al final son funcionarios. Imagino que en tu profesión muchas veces pensaréis: “¿Cómo es posible que saquemos todo esto adelante si somos cuatro ‘mataos’ y un becario”? Lo mismo pasa en todos los trabajos, ya sea el cine o el espionaje. Sacamos las cosas porque ponemos empeño, aunque nos falta presupuesto.

P. ¿Le gustaría seguir profundizando en este personaje?

R. La verdad es que le he cogido mucho cariño. La construcción del personaje fue muy divertida. Me lo pasé muy bien imaginando a este Michelín y no me importaría que hubiera más.

P. Hace tres años debutó como director de largometrajes con En los márgenes. ¿Va a darle continuidad a esta faceta?

R. Tengo un par de proyectos. Un guion lo tengo muy avanzado y el otro más en la cabeza. Pero me gustaría que ambos se pudieran concretar. Son muy distintos. El primero es muy personal y tiene que ver con la historia del exilio de mi madre y la desaparición de mi padre en Argentina durante la dictadura. Y el otro aborda un tema más local de España, y tiene una implicación social, está muy pegado a la realidad. Al final, me gusta hablar de las cosas que veo a mi alrededor y de las cosas que conozco y me interesan.